jueves, 25 de septiembre de 2008

Los proteccionistas no descansan

A propósito de quienes piden elevar los aranceles
Por Roberto Abusada Salah. Economista
EL COMERCIO
25-09-08

En las últimas semanas, los partidarios del aislamiento económico del Perú parecen haber resucitado y ahora vuelven tozudamente a sugerir la vieja fórmula de subir aranceles aunque aportando ahora argumentos distintos. En la década de 1980 quienes atacaban la integración al mundo decían luchar por evitar la 'taiwanización' del Perú a través de la aplicación de lo que ellos llamaban "la teoría del cholo barato". En la década siguiente, en cambio, se dedicaron a predecir la inminente desindustrialización de la economía peruana a causa de la apertura comercial.

La historia del último cuarto de siglo probó la falsedad de esos argumentos. Taiwán hoy quintuplica el ingreso por habitante del Perú con una distribución del ingreso envidiable y con respecto del segundo argumento vemos que, con la apertura de la economía, la industria se reestructuró y floreció, creciendo a tasas superiores al las del Producto Bruto Interno, haciéndose más competitiva, generando más empleo, con mejores productos para el mercado interno y con exportaciones que se han multiplicado siete veces desde 1990.

Ahora la crítica a la reforma arancelaria es mucho más pedestre: "Con la rebaja de aranceles hemos perdido recursos fiscales".

El subconsciente estatista obliga a presentar la supuesta pérdida como nociva, ya que ese dinero debería estar en manos de burócratas y no beneficiando a los consumidores que disfrutan de más y mejores productos a precios más bajos, ni en las de las empresas que acceden a mejores insumos y maquinarias para crecer y generar más empleo. Se trata así de la reacción típica de la izquierda conservadora que realmente no cree en el individuo ni en su libertad.

Los aranceles no son un instrumento de tributación sino que sirven fundamentalmente para aislar al productor local de la competencia extranjera y permitirle cobrar por sus productos precios más elevados que los del mercado internacional. Los economistas saben además que los aranceles equivalen a impuestos a las exportaciones porque encarecen aquello que se necesita para exportar, abaratan el dólar porque limitan las importaciones y, más nocivo aun, orientan escasos recursos hacia producciones de menor valor agregado para un mercado pequeño y protegido. Por lo tanto al bajar aranceles se promueve la exportación y, lejos de desequilibrar las cuentas externas como algunos argumentan, se fomenta un sano balance con el exterior. Nunca el Perú tuvo peores crisis de falta de divisas que cuando estuvo aislado del mundo tras enormes barreras arancelarias.

Incomoda también a muchos que se importen autos, whisky, televisores, licuadoras o tantos otros bienes de consumo y por lo tanto, alegan, debería subirse el arancel a tales productos. Aparte del reflejo estatista que encierra esa incomodidad, se incurre, nuevamente aquí, en otro error. Si se optase por reprimir el consumo de tales productos, el arancel es la peor herramienta ya que permitirá seguramente sustituir la importación por el ensamblaje local de tales productos de manera ineficiente y dispendiosa dada la escala pequeña del mercado. En todo caso, si el deseo de los críticos de la apertura, por reprimir el acceso a aquellos bienes de consumo se tornase incontenible, el instrumento más apropiado que debiesen proponer es el establecimiento de un impuesto selectivo al consumo el cual recae tanto sobre el bien importado como el producido localmente. Claro está que seguramente la consecuencia será el estímulo al contrabando de esos bienes que, por cierto, evade el arancel, el IGV, el impuesto a la renta y el mismo selectivo al consumo propuesto.

Pero aún la crítica sobre la caída de la recaudación está errada. Las rebajas arancelarias han aumentado las importaciones como proporción de la producción total del país. Esa proporción se elevó del 15,9% en el 2006 a 21,4% en el 2008 y por lo tanto el efecto del menor arancel fue, en gran buena medida, compensado por el aumento del volumen importado producto de la propia rebaja. Pero además ese mayor volumen aumentó la recaudación por IGV en la aduana. Así el resultado será no una perdida fiscal, sino una mayor recaudación del orden de los 1.500 millones de soles para el bienio 2007-2008. Un cálculo más refinado que incluya tanto el efecto del crédito fiscal del IGV como los efectos en la recaudación del aumento en el crecimiento, los ingresos y el empleo que las mayores importaciones han generado, resultarán de seguro en una ganancia aún mayor.

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