martes, 30 de noviembre de 2010

¿Cuál es el Nivel Óptimo de las Reservas?

Por: Alfonso López Chau, Economista
EL COMERCIO
30-11-10


¿Se pueden usar o tocar las reservas? Se usan y se pueden tocar. De hecho los bancos centrales las usan en un portafolio diversificado de inversiones, con criterios de prudencia, liquidez, seguridad y rentabilidad. ¿El concepto de uso de las reservas cambia si se amplían los criterios de rentabilidad a través de la constitución de fondos soberanos de inversión? La respuesta es no. Las reservas se pueden usar mal (no es el caso del Perú), se pueden usar bien (es el caso del Perú). ¿Se agotan aquí las posibilidades? Algunos analistas, en la discusión internacional, sostienen que se pueden usar de mejor manera a través del impulso para la formación de fondos soberanos de inversión.

Uno de los análisis citados con frecuencia por los investigadores para defender la conveniencia de establecer un nivel óptimo o adecuado de reservas es el de los economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Jeanne y Romaní Ranciere, publicado el 2006. La investigación de los autores lleva el sugerente título: “El nivel óptimo de reservas internacionales para los países de mercado emergentes: Fórmulas y Aplicaciones”.

Al año siguiente, el 2007, frente a la interrogante ¿cuál es el nivel adecuado para las reservas?, el boletín número 8, del 14 de mayo, del FMI señaló, y es bueno citarlo textualmente: “Aunque esas reservas pueden brindar seguridades a los países en un mundo de libre circulación del capital, la tenencia de esos bonos y pagarés extranjeros tiene un precio: las reservas producen rentas inferiores a las tasas de interés que se pagan por la deuda externa de largo plazo y la acumulación de dinero en bóvedas también impide su inversión en empresas más productivas que eleven la tasa de crecimiento del país”.

Jeanne y Ranciere, según la misma publicación, elaboran un modelo para calcular el nivel óptimo de las reservas de las economías de mercado emergentes. El modelo comprueba que una razón de reservas/PBI del 10% se acerca al nivel óptimo. Curiosamente, este nivel se aproxima igualmente a la “regla Greenspan-Guidotti”. Esta regla –llamada así en honor de Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos– aconseja a los países un nivel de reservas que cubra la totalidad de la deuda externa a corto plazo. Este indicador en el Perú se cumple con creces.

La metodología de Jeanne y Ranciere fue usada por los técnicos chilenos para formar el fondo soberano de inversión del país vecino, y de ello da cuenta otra investigación del mismo FMI. Esta investigación encontró que aún asumiendo condiciones desfavorables de fugas de divisas abruptas e inesperadas, el nivel óptimo de reserva no debía exceder del 15% del PBI. En América Latina, Brasil y Chile tienen hoy sendos fondos soberanos de inversión (FSI). Algunos señalan que los FSI son verdaderos pesos pesados estatales del siglo XXI.

La información sobre los niveles óptimos de reserva y sobre los fondos soberanos de inversión abunda en las redes de Internet. Un sitio especializado se puede encontrar en página web del FMI en la sección documentos de trabajo: www.imf.org

Bolivia: Nuestro Gas de cada Día

Por: Marcelo Ostria Trigo*
AMÉRICA ECONOMÍA
30-11-10


Bolivia, hasta hace poco, estuvo viviendo una quimera, la que empezó hace más de un lustro con el anuncio de que teníamos grandes reservas de gas que, luego de Venezuela, estaban entre las mayores del continente. Había tanta seguridad en esto que muy pronto se convirtió en un tema político. Voces ultranacionalistas se levantaron para impedir, por ejemplo, que se concrete un convenio con Chile para que el gas sea procesado en el puerto de Patillos y, desde allí, exportado a mercados del Norte, llegando, inclusive, a California. Muchos, entonces, también proponían, sin base alguna, que el gas no se exporte; que, en cambio, sea industrializado en el país. Así, la demagogia fue creciendo.

Ahora, este sueño acaba. Su duración fue muy corta; mucho menos que la ilusión del estaño que, por largo tiempo, fue el principal –sino el único– pilar de la economía boliviana. Los nuevos cálculos de las reservas de gas, muestran que esas reservas se han esfumado. Y ya se duda la capacidad de cumplir los compromisos de venta a la Argentina y al Brasil y, a la vez, de satisfacer la creciente demanda nacional.

En un artículo (M. Orgaz García y N. Vila Santos. “Desaparecen las reservas de gas de Bolivia”), se dice que, según “un informe filtrado por la Ryder Scot (…), la empresa contratada el año 2009 por el gobierno del MAS para certificar las reservas (…) Bolivia pasó de tener reservas probadas de 28,7 el año 2005 a 8,86 TCFs el año 2010”. “Lo grave es que el gobierno –añade–, sin tener cuantificadas reservas suficientes, firmó en marzo una nueva adenda para vender gas a la Argentina”. Y concluyen en que esta cifra (8.86 TCF’s) “no alcanzará más que para ocho años de consumo tanto en el mercado interno como externo al actual ritmo de explotación”. Según otras informaciones, el consumo doméstico de gas en Bolivia se ha incrementado en los últimos nueve meses en un 14 % y que esta tendencia sigue en ascenso.

Es general la opinión en Bolivia de que el último cálculo de las reservas de gas sea mucho menor del que se conocía en 2006, no sólo sería una consecuencia de la exageración inicial, sino de la falta de inversiones en estos últimos cinco años, que se atribuye, en parte, a la desconfianza de los potenciales inversores, por la nacionalización de las empresas petroleras y por la cadena de estatizaciones en otros sectores y, además, a la mala gestión en este sector.

Los nuevos cálculos de las reservas de gas (en Bolivia), muestran que esas reservas se han esfumado. Y ya se duda la capacidad de cumplir los compromisos de venta a la Argentina y al Brasil y, a la vez, de satisfacer la creciente demanda nacional.Según informaciones recientes que ya han sido muy difundidas, en una formación rocosa en el territorio de los Estados Unidos, conocida como “Marcellus”, hay enormes reservas de gas natural. Esta formación geológica es similar a la pizarra “Barnett” de Texas, donde se han probado, con éxito, nuevas tecnologías para la explotación de estas fuentes no convencionales de gas. Un dato revelador es que Exxon Mobile, el mayor productor de gas independiente de los Estados Unidos, ya en diciembre de 2009, anunció la compra, por US$31 mil millones, de XTO Energy, la mayor empresa que explotaba los esquistos de “Barnett”.

La formación “Marcellus” se extiende a través de Virginia del Oeste, el este de Ohio, Pensilvania y el sur de Nueva York, con una extensión de 246.000 kilómetros cuadrados, equivalente a la superficie del Reino Unido.

La periodista norteamericana, Marianne Lavelle, menciona estudios –guardados “en las estanterías” por décadas– que identifican grandes depósitos de esquistos en todos los Estados Unidos. Añade que según nuevos estudios la pizarra de “Marcellus” tantas reservas de gas de tal magnitud que seguiría en envergadura al yacimiento más grande del mundo: el campo South Pars-North Dome en el Golfo Pérsico compartido entre Irán y Qatar, pero con la diferencia de que el gas de “Marcellus” no está en el centro del Medio Oriente; está justo en el corazón de la costa Este de los Estados Unidos, a menos de 100 kilómetros de Nueva York, es decir en el propio mercado consumidor.

Las reservas probadas de gas en los Estados Unidos se han incrementado un 40% desde 2006, y en 2009 este país ya se había convertido en el primer productor de gas en el mundo, por delante de Rusia. La mayor parte del crecimiento de la producción de gas en los Estados Unidos y otros países desarrollados, se debe a la explotación de fuentes no convencionales de gas natural que antes estaban consideradas como “recursos no recuperables”. (Ver informe de Alejandro Alonso Suárez y Marta Mingo González “La expansión de la producción de gas de yacimientos no convencionales [esquistos, capas de carbón y arenas compactas]. Una revolución silenciosa”. 28.06.2010).

El yacimiento “Marcellus”, centrado en Pennsylvania, ha atraído miles de millones de dólares de inversión de empresas de todo el mundo. “Desafiando a los críticos que se preguntan cómo un auge de la energía puede ser sostenido en una economía lenta, empresas de la India, Japón, Noruega y otros países han llegado al vasto yacimiento, asombrados por el gran potencial de la pizarra “Marcellus””. (Marianne Lavelle. Informe Especial. “La fiebre del gas del gran esquisto, National Geographic News. 13.10.2010).

Actualmente, la mayor parte de la producción de gas no convencional está localizada en los Estados Unidos y Canadá. El rápido desarrollo de los recursos de gas no convencional, en especial en los últimos tres años, ha transformado el mercado de gas en América del Norte. Se afirma que, con el gas no convencional de los Estados Unidos, se incrementarían las reservas mundiales, entre el 60 y el 200 por ciento.

Según otra fuente, “Las empresas europeas se suman a la explotación de este superabundante recurso que hizo caer los precios del hidrocarburo a nivel mundial. En toda Europa, las grandes compañías petroleras están despejando millones de hectáreas de campo y acaparando los derechos para aprovechar el gas natural que se encuentra atrapado a miles de metros debajo de la superficie, en los estratos prehistóricos de “lutitas” (yacimientos de “shale gas”). La fiebre por el gas de las “lutitas” ha llegado desde los EE.UU., donde los avances tecnológicos han permitido extraer gas de reservorios que antes eran considerados inaccesibles. “Los depósitos estadounidenses de “lutitas”, serían de tal magnitud que los ejecutivos ahora creen que el país tiene gas suficiente para un siglo”. (Portal Energético Internacional. “EE.UU. ¿100 años de gas?”).

Ya se han unido a la exploración de yacimientos similares, otros países. En la Argentina, por ejemplo, YPF anunció que en la provincia de Neuquén, al sur de ese país, comenzaron trabajos de perforación del “primer pozo para la búsqueda de gas en forma no convencional, que también se dice alcanzaría para proveer de gas a ese país por un siglo.

El director ejecutivo del grupo británico BP, Tony Hayward, aseguró ya hace más de un año que "hay una revolución por la posibilidad de estos recursos –el gas proveniente de fuentes no convencionales– de ser comercialmente viables a un precio muy modesto" y sostuvo que el descubrimiento de nuevas reservas de estas fuentes no convencionales en Estados Unidos, como resultado de la aplicación de tecnologías de punta, pueden ser aplicadas en otros lugares del mundo generando, con el crecimiento de la producción, gas a precios modestos. (EFE 09 · 10 · 2009).

Lo que precede, no es una buena noticia para los productores de gas de fuentes convencionales. Con una producción en aumento en Estados Unidos y Canadá, se comprometerá el actual precio, que ya tiene tendencia hacia la baja. Esto en Bolivia, se suma a las preocupaciones sobre la paulatina disminución de las reservas.

Se dice, también con razón, que la frustración se debe, en mucho, a que el actual gobierno no supo aprovechar en este lustro los excepcionales ingresos provenientes del gas que pudieron ser el instrumento para alcanzar un viejo anhelo: diversificar la producción boliviana que, primero, fue predominantemente minera y, luego –hasta hoy–, gasífera. Se debió “sembrar” el gas en pos del desarrollo y, sin embargo, se dilapidaron los recursos en políticas clientelistas, orientadas a captar apoyos y votos.

* Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia), El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Y si se Acaba el Crudo?

Por: Augusto Townsend K.
EL COMERCIO
29-11-10


Así como la Edad de Piedra no llegó a su fin por falta de piedras, el pico alcanzado en la producción petrolera no acabará con la era del crudo, pero sí traerá problemas

“... los recursos siempre han gatillado conflictos, principalmente de naturaleza regional. Para el futuro, los autores esperamos que esto se convierta en un problema global, a medida que la escasez (principalmente de petróleo crudo) afecte a todos”.

A esta conclusión arribó un reporte elaborado para el Ejército Alemán, que se filtró a la prensa en setiembre último. De hecho, el Pentágono se había pronunciado en sentido similar en abril, alertando sobre los riesgos de la estrechez del mercado petrolero para las Fuerzas Armadas estadounidenses (que consumen diariamente el doble de crudo que todo el Perú). El diario “The Guardian” también reveló en febrero, basándose en fuentes internas del Gobierno Británico, que este último estaba más preocupado por el tema de lo que se animaba a reconocer.

Según el reporte inicialmente citado, las principales consecuencias de la escasez del petróleo se sentirán entre 15 y 30 años después de que su producción alcance su pico (lo que en inglés se conoce como ‘peak oil’). Pues bien, la influyente Agencia Internacional de la Energía (IEA), que asesora a las principales 28 economías desarrolladas del mundo acaba de decir que ya no habrá que esperar más, porque el pico de la producción de petróleo convencional ya ocurrió en el 2006.

¿DÉFICIT DE ORO NEGRO?
Ahora, las previsiones –alarmistas, dirían algunos– de la IEA no son compartidas por todos. Shell, por ejemplo, dice que el ‘peak oil’ se dará después del 2025, y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) básicamente asegura que no sucederá nunca. Pero también es cierto que tanto las empresas como los países productores de crudo están interesados en que la economía global no se despercuda de su adicción al oro negro, pues de eso viven.

Nótese [ver infografía] que lo que ha alcanzado un pico es la extracción convencional de los lotes petroleros existentes, con el máximo de 70 millones de barriles por día (mmbd) registrado en el 2006. Luego de eso, la producción convencional global cayó ligeramente y, de acuerdo con la IEA, oscilará entre 68 o 69 mmpd de aquí al 2035, considerando el aporte de los lotes que aún no se han desarrollado o descubierto.

Por el momento, lo que permite cubrir la demanda diferencial son los líquidos de gas natural (como los que se producen en Camisea) y el petróleo no convencional (como el que se extrae en las arenas bituminosas de Canadá).

SED DE PETRÓLEO
Sin embargo, a falta de políticas gubernamentales que impulsen (por cuestiones ambientales o de seguridad energética) la sustitución del petróleo por fuentes energéticas alternativas, la demanda total crecerá de 84 mmbd en la actualidad a 99 mmbd en el 2035. China contribuirá con un 36% de ese crecimiento y la India con un 18%.

Dado que la producción convencional ya alcanzó su pico, la única forma de calzar la expansión de la demanda (en un escenario ‘business-as-usual’) será aumentando la producción de líquidos de gas natural y de petróleo no convencional y con mayor eficiencia en el procesamiento. La IEA dice que eso será posible, al menos hasta el 2035, pero no por ello oculta su preocupación frente a lo que podría pasar en el interín. De hecho, aunque la demanda no supere la oferta, la estrechez del mercado petrolero tendrá una serie de consecuencias frente a las cuales el Perú haría bien en prepararse (por ejemplo, reforzando su apuesta por el gas natural para el consumo vehicular e industrial). Aquí van cinco que son insoslayables:

1. Viene un shock de precios. Sir Richard Branson, el fundador del grupo Virgin, está convencido de que, tras la actual crisis financiera, la próxima será una crisis de precios en el sector petrolero, como la de los años setenta. Razones no le faltan: impulsos fiscales elefantiásicos en EE.UU. (que terminarán disparando a los commodities denominados en dólares); paralizaciones en los nuevos proyectos de inversión petrolera por la escasez de financiamiento bancario; obstaculización de la exploración ‘off shore’ por las repercusiones del derrame de BP en el Golfo de México, etc. Un sorbo de agua de azahar para los países deficitarios.

2. Aumentarán los conflictos, lo que incrementará aun más los precios. Las tensiones se multiplicarán no solo en el Medio Oriente, sino en zonas ya sensibles de África como Nigeria y Sudán, alrededor del Mar Caspio, quizá hasta en el vecindario latinoamericano, en las islas Malvinas. El Ártico es una incógnita: se sabe que tiene reservas importantes pero el control geopolítico no está bien delimitado 
(EE.UU., Rusia, Canadá, Dinamarca y hasta China tendrían pretensiones allí). No se sorprenda de que en el futuro –o ya mismo, corregirían algunos– vea a países deficitarios tapándose las narices para hacer negocios petroleros con gobiernos violadores de los derechos humanos.

3. El mercado petrolero global se convertirá en uno menos profundo, más proteccionista y dominado por empresas estatales. La OPEP alcanzará la mitad de la producción mundial, si no es más. Los gobiernos se verán cada vez más tentados a nacionalizar sus industrias petroleras. Crecerán los subsidios en un mercado que ya es altamente subsidiado (¿sabía usted que un litro de petróleo es más barato que un litro de gaseosa o de agua?). En buena cuenta, se le quitará confiabilidad y resiliencia a un mercado que todavía es –y será por buen tiempo– vital para la continuidad de las actividades económicas.

4. Se incrementarán los daños ambientales. No solo por las mayores emisiones de CO2 de los combustibles fósiles, sino porque, frente a la ola estatizadora, las empresas privadas tendrán que buscar crudo en entornos cada vez más difíciles. Accidentes como el de BP no serán cosa del pasado, sino quizá algo más recurrente de lo que uno quisiera.

5. Desestabilizará el sistema logístico del comercio internacional. Hoy el mundo nos parece más chico de lo que es justamente porque los combustibles que nos transportan –y que mueven las mercancías entre países– están altamente subsidiados. Si los precios del petróleo se descontrolan, el comercio internacional, que ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza en las últimas décadas, sentirá la pegada. Dios nos coja confesados.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sueño en Bloque

Por: Juan Pablo Rioseco
AMÉRICA ECONOMÍA
22-11-10

Aún es incipiente, pero la necesidad de expansión empresarial está conformando un virtual bloque económico entre Chile, Perú y Colombia con 90 millones de habitantes y US$ 500.000 millones de PIB.


En las 15 hectáreas de la finca de Harald Faber, en Colombia, el verde del pasto que alimenta a las cabras contrasta con el amarillo y rojo de los ajíes peruanos. Dos de sus variedades, el escabeche y el rocoto, crecen en una pequeña porción, produciendo cada semana 110 kilos.

Un pequeño negocio que tuvo su germen en unas semillas regaladas por la cadena de restaurantes del peruano Gastón Acurio, Astrid & Gastón, a cuya sede en Bogotá Faber abastecía de quesos. Ahora el colombiano les vende también a otros restaurantes peruanos en el país. “Hemos generado la demanda y les hemos enseñado a nuestros clientes esos productos”, dice Claudia Delgado, gerenta del restaurante en Bogotá, creado hace cinco años junto al boom de la comida peruana en Colombia. El establecimiento, además, se abastece en un 100% de salmón chileno y ha permitido que las importaciones de pisco peruano se dupliquen en ese período.

El caso es un ejemplo a pequeña escala de cómo se están desarrollando las relaciones de negocios entre Chile, Perú y Colombia, un eje que está haciendo convivir cada vez más a inversionistas de los tres países.

Las sinergias son naturales. Chile, Perú, Colombia (junto a México) son los países que más han abierto sus puertas en toda América Latina. Los dos primeros han firmado Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, mientras que Colombia lo tiene pendiente en el Congreso de EE.UU. Y los tres tienen firmados TLC entre ellos. Además, poseen acuerdos de doble tributación. Eso los está transformando en una especie de submercado andino con más de 90 millones de habitantes con un PIB de más de US$ 500.000 millones.

Los tres comparten modelos de desarrollo y crecimiento similares. Las reformas liberales de los 80 en Chile fueron imitadas por Perú y Colombia con más fuerza que nadie en la región. “Las reformas en Colombia se convirtieron en una garantía de una plataforma sólida”, dice Andrés Cadena, socio de la consultora multinacional Mckinsey, que tiene subdividida América Latina en tres grandes oficinas: México, Brasil, y un eje entre Perú, Colombia, Chile y Argentina, cuyos socios se reúnen semanalmente vía teleconferencia en un modelo de trabajo conjunto.

Hoy la afinidad política es bien vista ante los ojos de los inversionistas. “Hay un alineamiento ideológico en torno a una serie de principios fundamentales que no se había dado nunca”, dice Cadena. “Y Piñera y Santos son sumamente parecidos en su estilo gerencial”.

UNA SOLA BOLSA
Quizá lo más concreto es la integración de las bolsas de Santiago, Lima y Bogotá que a partir de este mes de noviembre comienzan a operar en forma conjunta, dándoles la posibilidad de convertirse en la segunda plaza de América Latina en capitalización bursátil, con una cifra cercana a los US$ 450.000 millones. Incluso será el mayor mercado de la región en actores, con 564 emisores listados, y el tercero en volumen negociado, con US$ 250 millones diarios. Sus promotores esperan que en unos cinco años el volumen diario de operaciones se duplique y pueda convertirse en una alternativa ante la enorme irrupción que ha tenido el Bovespa, el cada vez más enorme mercado bursátil de Brasil.

Uno de los más entusiastas es el banco de inversiones chileno Celfin Capital, que lleva dos años operando en Perú, y ya está entre los principales jugadores de ese país, como Credibolsa e Intelligo. En las próximas semanas espera recibir la licencia por parte de las autoridades colombianas para operar en Bogotá y, en un año y medio a contar de entonces, tener una posición similar en ese país a la que tienen en Chile, dice Alejandro Montero, gerente general de la empresa. “Queremos ser un actor relevante en estos países”, enfatiza. “Ya lo somos en Perú y lo vamos a ser en Colombia”.

Otros también están con el mismo foco. La corredora de bolsa chilena LarrainVial acaba de recibir autorización para operar en Nueva York, donde pretende ofrecer los servicios a sus clientes latinos, aprovechando sus operaciones en Perú, Colombia, Brasil y México. La corredora Penta, también con sede en Santiago, anunció que está gestionando alianzas con intermediarios de los países andinos. “Estamos viendo a muchos bancos y firmas de bolsas buscando hacer alianzas con las colombianas”, dice José Manuel Vélez, presidente de la corredora Serfinco, en Bogotá.

La operación financiera integrada permitirá a las empresas que quieren expandirse en los tres mercados financiarse más fácilmente. Y no sólo a las locales que ya están, sino a grandes multinacionales que pueden ver mayores oportunidades en el eje andino. Hay sectores donde el desarrollo conjunto es menor y tienen un potencial enorme, como la minería, la energía e infraestructura. El propio Alan García ha dicho que su meta es que Perú supere a Chile en producción minera. “Y estudios preliminares indican que en Colombia hay la misma mezcla de minerales que en el Perú, lo que pasa es que no se ha explorado”, dice Cadena, de Mckinsey.

La banca, en tanto, también deberá surgir como una alternativa de financiamiento a los nuevos negocios internacionales. “En Perú, por ejemplo, el BCP es un banco grande, pero no puede seguir creciendo dentro de su país”, dice Cadena. “En Chile pasa lo mismo con el Banco de Chile y el Bci”.

La industria de Private Equity está en la misma línea. “Analizamos potenciales invesiones en Perú y Chile”, dice Luc Gerard, presidente de la administradora de fondos colombiana Tribeca Asset Management. “Vendrán nuevas integraciones en los mercados y en algunas industrias en particular, además de la natural inversión del sector privado”.

El eje Pacífico también es una plataforma comercial interesante para que las empresas de los tres países puedan salir desde más ramas con sus productos a Asia, especialmente a India y China. El presidente peruano, Alan García, propuso recientemente crear un bloque integrado con Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Su objetivo es “trabajar mejor nuestra relación con el otro lado del Pacífico”. Y avanzar en la libre movilidad de bienes, servicios, capitales y personas. A fines de octubre, los países del Foro del Arco del Pacífico Latinoamericano (todos los que dan a ese océano) acordaron trabajar en conjunto para llegar a los mercados asiáticos.

TRAS EL CONSUMIDOR
El rubro que está explotando más las sinergias entre los tres países es el retail. Un movimiento liderado por los operadores de grandes tiendas chilenos.

Cuando Falabella llegó a Colombia, no había tiendas por departamento, algo inédito para un país de 45 millones de habitantes. Hoy los detallistas chilenos siguen expandiéndose, estimulados por el crecimiento de la clase media y la baja penetración del comercio formal en Colombia y Perú. A principios de año Falabella dio a conocer un plan de inversión regional de US$ 2.572 millones hasta 2014. Durante lo que queda de 2010 abrirá 25 locales (entre tiendas Falabella, locales de mejoramiento para el hogar bajo la marca Sodimac, sus hipermercados Tottus y otros). 15 de ellos estarán en Perú y dos, en Colombia.

La operadora de centros comerciales Parque Arauco, por su lado, acaba de vender su participación en el mall Alto Palermo, en Argentina, en poco más de US$ 120 millones, para concentrarse en el eje Pacífico. Hoy tiene un plan de inversiones de US$ 450 millones de aquí a 2012 en los tres países. Hace pocas semanas anunció la compra del centro comercial peruano Larcomar y una asociación estratégica con Graña y Montero, la mayor constructora peruana, para desarrollar otros proyectos.

Los movimientos de ejecutivos también generan negocios para las empresas hoteleras. La colombiana Hoteles Royal, con presencia en varias ciudades de América Latina, sustenta el 22% de sus operaciones en Chile. “El trafico de ejecutivos produce la materia prima del negocio: entre más desarrollo comercial, más se incrementa en número de clientes”, dice Fernando Malo, gerente general. La cadena acaba de abrir un centro en La Dehesa, y comenzó la construcción de otro en Concepción, con inversiones que suman US$ 45 millones en Chile, y en Perú está finiquitando los términos para un nuevo hotel en Cusco.

Entre las empresas colombianas que han mirado con más interés al sur están las energéticas. Interconexión Eléctrica S.A. (ISA) ya es propietaria de la principal red de transmisión eléctrica en Perú y este año desarrollará dos proyectos por cerca de US$ 1.800 millones. Tras comprar la mayor operadora de concesiones viales en Chile, Cintra, en US$ 290 millones, se transformó en el mayor inversionista colombiano en el sureño país. La operación le entregará un nuevo know-how. La firma quiere que el 20% de sus ingresos venga de actividades distintas a la transmisión de energía. Y está presente también en Panamá, Brasil y Bolivia y prevé ingresos anuales por US$ 3.500 millones para 2015.

Para chilenas de otros rubros, Colombia también puede ser un trampolín a Panamá y Centroamérica. Es el caso de la operadora de seguros y centros de salud Banmédica, que en 2009 facturó US$ 1.200 millones y que está invirtiendo US$ 60 millones en Perú y Colombia este año. “Puede ser una plataforma desde donde podamos mirar algunos países que desde Chile se ven lejos, pero que desde Colombia se ven más cerca”, dice Carlos Kubick, gerente general de la empresa.

CINTURÓN PRÓSPERO
Los hermanos Pedro y Mario Brescia Cafferata, conductores del grupo familiar más grande de Perú, también han apostado muy fuerte por Colombia y Chile, a los que denominan “un cinturón de prosperidad”. En Colombia compraron las empresas soldadoras líderes del mercado para expandir las operaciones de su empresa Soldexa. Ahora buscan instalar filiales de su cadena hotelera Libertador en ese país. En el caso chileno, compraron la cementera Melón. En Pisco, mediante una sociedad con la chilena Sigdo Koppers, están desarrollando lo que será la planta petroquímica más grande del Pacífico. Y ha trascendido su interés por las salmoneras, el turismo y el sector inmobiliario.

No son los únicos peruanos pensando en Chile. Sería el caso de los grupos Romero, que opera en transporte, agroindustria, logística, financiero y alimentos, y Gloria, uno de los mayores productores lácteos de Sudamérica y que opera en segmentos de alimentos, agroindustria, cemento y nitrato.

Sin embargo, quedan todavía miles de detalles para que se pueda hablar verdaderamente de un bloque económico. “Hay necesidades empresariales y falta información estadística de los organismos del Estado, sobre todo de las aduanas”, dice Walter Buckley, presidente de la Cámara Peruano Colombiana (Capecol), en Lima. “Se necesita revisar y preparar la normatividad de cada país a fin de que sea fluida y transparente”, dice Jorge Medina, socio principal de Ernst & Young en Perú. “Un ejemplo son los detalles técnicos para lograr la próxima integración de las bolsas”.

La gran proliferación de bloques puede ser un distractor para acuerdos formales. “Tenemos al Mercosur, a la Comunidad Andina, acuerdos bilaterales diversos, que sumados todos habría que ver si es que ayudan a la consolidación de América Latina como un todo o si la complican aún más”, dice César Peñaranda, director ejecutivo del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP) de la Cámara de Comercio de Lima.

Para el socio principal de Mckinsey en Lima, Lino Abram, no se puede hablar de un solo mercado. “Aún hay muchas barreras legales, diferencias normativas, regulatorias y arancelarias que nos alejan de eso”. Para él, la integración ha surgido más por la necesidad de grandes empresas de invertir su flujo de caja fuera de sus fronteras. Incluso afirma que la expansión internacional de las pymes aún es tímida, si bien reconoce que la gastronomía es uno de los rubros que han permitido la integración de emprendedores. El colombiano Harald Faber, con sus ajíes, sabe que es cierto.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El Problema es la Maquinita

Por: Óscar Ugarteche*
EL COMERCIO
26-11-10


El presidente de la FED, Ben Bernanke, ha anunciado la compra de bonos del Tesoro por US$600.000 millones y con eso ha desatado una discusión previa a la reunión del G-20 sobre control de capitales. Se le llama QE2 –‘quantitative easing’– porque es la segunda emisión inorgánica de dólares desde el inicio de la crisis en agosto del 2007. Se recordará que entre agosto y noviembre del 2008 hubo una emisión de liquidez por US$500 mil millones con el fin de paliar el impacto del cierre crediticio y la caída de precios que de allí derivaba. El efecto fue la revaluación de las monedas alrededor del mundo y un ataque especulativo contra el euro.

El hecho de que Estados Unidos inyecte 1% del PBI mundial en liquidez sin soporte productivo ha generado preocupaciones sobre la inflación mundial. Para Estados Unidos, que está al borde de la deflación, esta inyección equivalente al 4,3% de su PBI es una búsqueda de una recuperación de precios y una reactivación económica que no termina de llegar y que, antes bien, parece estar en fase de recaída.

El proceso inmediato de recompra de bonos le dará a los tenedores de bonos, bancos de inversión –actuando por cuenta propia o por terceros en general– dinero en efectivo para invertir en mercados más rentables que el de bonos del Tesoro. Con tasas de interés en 0,25% en dichos bonos, los agentes buscarán valores más rentables alrededor del mundo y en casa. La primera estimación es que se verán burbujas en las bolsas de valores del mundo.

La segunda proyección es que, al ingresar los dólares a los mercados emergentes, los tipos de cambio se revaluarán aun más, lo que, visto a la inversa, refleja la devaluación del dólar que Geithner está pidiendo para sacar, vía exportaciones, a Estados Unidos de la crisis.

La tercera proyección es que, río abajo eventualmente, una leve alza de la tasa de interés en dólares llevará de regreso a casa esos dólares, generando devaluaciones simultáneas masivas alrededor del mundo, lo que tendrá un efecto recesivo global.

Ante esto, en el entorno del G-20 se discute la necesidad de controles al ingreso de capitales, y se vuelve a abrir la discusión ya cerrada sobre un impuesto a las transacciones financieras. Por si las dudas, distintos países han comenzado a aplicar medidas de control al ingreso de capitales por la vía impositiva. Martin Wolf del “Financial Times” anticipó, el 11 de noviembre pasado, que fluirán US$244 mil millones en capitales de corto plazo hacia las economías emergentes, 40% del total emitido sin respaldo.

(*) Economista, Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas-UNAM, México

sábado, 20 de noviembre de 2010

El Verdadero Camino del Desarrollo y de la Equidad

Por: Carlos Alberto Montaner*
AMÉRICA ECONOMÍA
19-11-10


Fui a dar una conferencia a El Salvador invitado por la Cámara de Comercio y los servicios policiacos cubanos, como casi siempre, montaron su acostumbrado acto de repudio frente al edificio. Nada espectacular: unos cuantos sujetos que vociferaban obscenidades y sin ninguna imaginación gritaban consignas y entonaban pareados revolucionarios de los años sesenta y setenta. Los invitados a mi charla, unas 300 personas, ignoraron la gritería y procedieron tranquilamente al salón, en el piso veinte del soberbio edificio.

Al terminar mi conferencia, un diplomático radicado en el país, muy buen conocedor de la situación nacional, me explicó que el embajador cubano, un señor llamado Pedro Pablo Prada, era un fanático situado en el Salvador con el propósito de radicalizar el proceso político salvadoreño, conducta que preocupaba al gobierno del presidente Mauricio Funes, un demócrata empeñado en mantener la ley, la armonía y el sentido común en un país notablemente polarizado.

Le respondí que en los países libres existía el derecho a la protesta callejera, aunque fuera orquestada por una embajada extranjera que financiaba y coordinaba estos “actos de repudio”. Por otra parte, no tenía la menor idea de quién era o qué se proponía el señor Prada, pero tampoco me sorprendía su actitud. Ese tipo de conducta irresponsable y provocadora forma parte de la estrategia internacional de la dictadura comunista cubana. No obstante, le dije que nunca había entendido la rentabilidad ideológica de esas groseras manifestaciones públicas de la policía política cubana en suelo extranjero. Todo lo que consiguen es mostrar la peor cara del castrismo: la vulgaridad, la intolerancia, y la incapacidad para aceptar o debatir serenamente ideas diferentes a las que ellos predican e imponen por la fuerza. Esa noche, quienes escucharon mi conferencia (que sigue a continuación) tuvieron otra prueba de que mis afirmaciones estaban bien encaminadas.

Introducción. Muchas gracias por invitarme a hablar a El Salvador. No hay duda de que este país, como otras naciones latinoamericanas, está en medio de una difícil encrucijada. La sociedad está dividida en aproximadamente dos mitades en torno a una cuestión nada fácil de solucionar: cómo lograr unos niveles aceptables de prosperidad y desarrollo. Cómo establecer unas pautas de comportamiento justas y equitativas. Cómo crear un modelo económico y social en el que las personas perciban que tienen oportunidades reales de superarse y ascender por sus méritos y esfuerzos en condiciones de igualdad con los otros ciudadanos.

De muy poco sirve esforzarse para emprender y levantar un negocio si el terreno en que se implanta no es firme, predecible y confiable. Esa es la atmósfera que hay que conquistar. La de la libertad económica. La de la libertad política. La de la libertad para siempre. Cuando lo logremos, podremos decir que hemos cumplido con nuestro deber.La primera observación que debo hacer es que este desacuerdo forma parte del problema. Las sociedades más justas, prósperas y desarrolladas del planeta se caracterizan, precisamente, por poseer una cierta visión compartida de la economía y de la forma de gobierno.

En Europa occidental, recientemente, cuando les abrieron la puerta a varias naciones que habían abandonado el comunismo, con el objeto de aceptarlas en la Unión Europea, les impusieron como condición lo que ellos llaman los Criterios de Copenhague, tres sencillos requisitos ineludibles, precisados en 1993 en la capital de Dinamarca: la existencia de un marco institucional plural y democrático, basado en el imperio de leyes justas aplicadas a todos, que preserve los Derechos Humanos; economía de mercado, en la que los actores principales pertenezcan al sector privado, dado que la experiencia con las empresas públicas ha sido funesta; y el compromiso de cumplir con las obligaciones económicas que conlleva formar parte de la Unión Europea.

La inmensa mayoría de los electores consultados estuvo de acuerdo en aceptar esas condiciones para integrarse al mundo occidental. Sencillamente, se rinden ante la evidencia y no discuten, como muchos latinoamericanos, el modelo de Estado.

En efecto, en EE.UU., Canadá, y en los 27 países de la Unión Europea, el 90% de los electores coinciden en algunos temas fundamentales que definen el tipo de Estado que los ciudadanos desean tener, unidad de criterio que no poseemos en América Latina. ¿En qué coinciden? Coinciden en lo que me gusta llamar “Los siete mandamientos del Primer Mundo”:

Primero. La democracia representativa es el sistema más eficaz para organizar el espacio público. De acuerdo con la experiencia, es el modo menos imperfecto de enfrentar los retos comunes.

Segundo. La economía de mercado es el método superior de crear y asignar riquezas para beneficio del conjunto de la sociedad. Así funcionan los veinte países más prósperos y justos del mundo. No es perfecto, pero es mucho mejor que el modelo económico colectivista basado en las decisiones de los burócratas y en la planificación centralizada.

Tercero. La existencia y preservación de los derechos humanos y civiles es la condición legitimadora del Estado. Los Estados son un conjunto de instituciones al servicio de los individuos y no al revés.

Cuarto. El respeto por los derechos de propiedad es un elemento esencial de la convivencia. Los individuos tienen derecho a conservar las riquezas producidas con su esfuerzo, imaginación o creatividad y el Estado no puede arrebatarles arbitrariamente el fruto de su trabajo.

Quinto. Todos los ciudadanos tienen que someterse a la autoridad de la ley, y los gobernantes en primer término. No puede haber impunidad para los poderosos o para los mejor relacionados.

Sexto. Los funcionarios tienen que dar cuenta de sus actos de manera frecuente y permanente. Han sido electos o designados para obedecer a la sociedad en calidad de servidores públicos, no para mandar sobre ella. Son los individuos, organizados en esa fórmula muy laxa que llaman “sociedad civil”, los que deben vigilar a los gobernantes, y no al revés.

Séptimo. Para corregir los errores del anterior gobierno, es fundamental la oposición constructiva, el pluralismo político y la alternancia en el poder con garantías para todos los actores nacionales que se sujeten a las reglas del juego político.

En el mundo desarrollado y democrático hay varias familias políticas que debaten apasionadamente y luchan por ocupar el gobierno -fundamentalmente, liberales, conservadores, socialdemócratas y democristianos-, pero lo que discuten no es la demolición y reemplazo del sistema por otro diametralmente opuesto, sino el tipo de administración, el peso de la carga fiscal y otros factores laterales. En lo esencial, todos los partidos democráticos están de acuerdo, y esa coincidencia le proporciona estabilidad y predictibilidad al desempeño colectivo.

Es verdad que en el llamado primer mundo no todos los electores comparten esta visión del Estado o del modelo económico, pero quienes se apartan radicalmente de ella constituyen una exigua minoría. Probablemente, entre los extremistas de la izquierda, generalmente seducidos por las ideas marxistas, y los de la derecha, captados por el fascismo y el ultranacionalismo, ni siquiera alcancen el 10% del censo electoral.

Sociedades de acceso abierto. ¿Cómo se forjó este amplio consenso en las sociedades desarrolladas? En realidad, esta coincidencia no es el resultado de una decisión dictada por una postura ideológica de carácter teórico, como ocurre entre los marxistas, sino del fruto de la experiencia.

Como consecuencia del éxito y de la imitación de los países triunfadores -liderados por EE.UU.de manera no siempre consciente-, arribaron paulatinamente a la conclusión de que el mejor modo de forjar un estado razonablemente eficiente y satisfactorio era la democracia representativa, mientras la forma más inteligente de estructurar la economía se daba dentro de los parámetros de las normas del mercado.

De acuerdo con el análisis del premio Nobel de economía Douglass North, el proceso ocurrió de una manera imprevista. A fines del siglo XVIII, los estadounidenses decidieron sustituir el antiguo régimen colonial británico y crearon la primera República moderna, consagrada a proteger los derechos individuales y a garantizar la neutralidad del Estado ante ciudadanos que tenían los mismos derechos y deberes.

Ese peculiar Estado, plasmado en la Constitución de 1787 y en las “Enmiendas” inmediatamente incorporadas, fue generando una moral basada en la meritocracia y la competencia, muy crítica del compadrazgo y de los privilegios, actitud que coincidía con la ética de trabajo que ha dado en llamarse “protestante” o “calvinista”, y con la creencia firmemente arraigada en que cada persona era responsable de su propia vida y debía luchar por su bienestar y el de su familia. A ese tipo de sociedad que fue surgiendo en EE.UU., Douglass North le llama de “acceso abierto”.

Las sociedades de acceso abierto, regidas por la meritocracia y la competencia, organizadas mediante la democracia o regla de la mayoría, dotadas de sólidas instituciones de Derecho, muy pronto demostraron su superioridad relativa. A lo largo del siglo XIX, EE.UU. fue estableciéndose, poco a poco, como la primera economía del planeta y el destino deseado por millones de inmigrantes que llegaban al país desde distintos puntos del mundo en busca de lo que pronto se llamó “el sueño americano”.

¿Qué era ese sueño americano? Era algo bastante simple y muy cercano a la “búsqueda de la felicidad” que se menciona en la Declaración de Independencia de EE.UU.: una sociedad en la que los individuos y las familias, dentro de un clima de libertad, si trabajaban con tesón y cumplían las reglas, podían alcanzar las metas personales que se fijaban y prosperar en el terreno material. Esa posibilidad fue la que llenó de esperanzas y de energía a los inmigrantes.

No es de extrañar, pues, que lo que se hacía en EE.UU., y cómo se hacía, luego se convirtiera parcial y paulatinamente en el modelo por el que se regirían naciones como Holanda, Francia, Inglaterra o Canadá. Podían ser monarquías parlamentarias o repúblicas -dos expresiones legítimas y parecidas del mismo Estado de Derecho-, pero en cuanto a libertades individuales, división de poderes y sistema económico, seguían de cerca el patrón de conducta norteamericano. Aunque Estados Unidos, no se proponía como modelo: su éxito convertía al país en un paradigma para el resto de un mundo que comenzó a imitarlo.

La visión marxista. Sin embargo, no todas las personas fueron persuadidas por el éxito de EE.UU. y de las democracias capitalistas. Desde mediados del siglo XIX un pensador alemán, Karl Marx, basado en la influencia de Hegel y en sus propias elucubraciones teóricas, propuso una manera diferente de entender el desarrollo y de establecer la justicia entre los hombres.

No es éste el lugar para resumir las teorías marxistas, pero la esencia de esa corriente ideológica descansa en la hipótesis de que en las sociedades en las que existe la propiedad privada de los medios de producción, la prosperidad de la clase dirigente depende de la explotación de los más débiles y de la expropiación de la plusvalía.

De acuerdo con la cosmovisión del pensador alemán, secundado por Engels y por un pequeño grupo de seguidores, sólo se lograría crear sociedades justas, prósperas y armoniosas cuando hubiera desaparecido la propiedad privada y los medios de producción fueran colectivos.

Para llegar a ese punto y tutelar la violenta transición -la violencia era la partera de la historia de acuerdo con el análisis fatalista de Marx-, el ideólogo alemán propuso la dictadura del proletariado, que sería ejercida por el Partido Comunista, supuesta vanguardia y guía de los trabajadores, hasta el momento en que se forjara sobre la tierra un armonioso paraíso en el que el Estado no sería necesario porque todos contribuirían gustosos y voluntariamente al bienestar colectivo. En ese maravilloso mundo, ni siquiera serían necesarios las leyes y los tribunales, porque el comportamiento antisocial habría sido eliminado del corazón de la especie humana de una manera natural.

El siglo XX fue el campo de prueba donde se enfrentaron las sociedades de acceso abierto, democráticas y capitalistas, y las sociedades comunistas basadas en el partido único y en la propiedad estatal de los medios de producción. Fue una batalla larga, tensa y, a ratos, sangrienta y, como todos sabemos, en 1989, tras el derribo del Muro de Berlín, la posterior desaparición de la URSS y la conversión de Europa del Este al modo occidental de organizar las sociedades, quedó demostrada la superioridad de la teoría y la práctica occidentales.

Es verdad que la transición del comunismo a la libertad y a la economía de mercado no ha sido fácil, pero no hay duda de que los pueblos que consiguieron sacudirse el yugo marxista-leninista, hoy, veinte años después de aquel episodio, son más ricos y felices de lo que eran durante la llamada “dictadura del proletariado”. Y la prueba de esta afirmación está en que ninguna de esas sociedades ha querido regresar a la etapa del colectivismo socialista, aunque cuentan con partidos, muy minoritarios, que todavía defienden esas ideas y poseen representación parlamentaria y medios de comunicación a su servicio que insisten en defender esa polvorienta ideología.

Las ideas zombi. Esta circunstancia nos precipita a un enigma: ¿por qué, si el comunismo se hundió en prácticamente todos los países que habían experimentado con esas teorías y métodos de gobierno, en algunas sociedades de América Latina hay grandes sectores del mundo político que reivindican estas ideas y esa brutal forma de gobernar, en lugar de mirar hacia los países exitosos y libres del planeta? ¿Por qué Hugo Chávez en Venezuela quiere que su país se parezca a Cuba y no a Holanda, a España o a Canadá?

En primer lugar, estamos ante una de las llamadas “ideas zombi”, expresión que acuñó la ex canciller española Ana Palacios. Como sabemos, los zombis, en la mitología religiosa del Caribe africano, son esos muertos que los brujos, en cierta medida, han logrado revitalizar y deambulan entre los vivos en medio de un extraño sopor.

En todo caso, no hay una respuesta, sino varias, ante esta idea zombi. Los defensores del colectivismo estatista, sostenedores en última instancia de las fallidas ideas marxistas, siempre creen que ellos van a gobernar acertadamente y no como sucedió entre los comunistas europeos y asiáticos. Están convencidos de que el problema no radicó en las ideas de Marx, sino en la práctica de quienes se decían sus discípulos.

Estos optimistas camaradas no se dan cuenta de que el comunismo fracasó en todas las latitudes, con todos los pueblos y culturas que lo intentaron, en todas las circunstancias, y bajo la dirección de todo tipo de líderes, desde Stalin a Mao, pasando por Fidel Castro o Pol Pot.

Fracasó en la enorme Rusia, el país más grande de la tierra, dotado de fabulosas riquezas naturales.

Fracasó en la disciplinada y culta Alemania del Este, mientras la del Oeste se convertía, otra vez, tras la Segunda guerra mundial, en una de las admirables locomotoras del mundo.

Fracasó y fracasa en Corea del Norte, uno de los manicomios más pobres y lamentables de Asia, mientras Corea del Sur se convertía en un país del Primer Mundo.

Fracasó en pueblos de tradición ortodoxa griega, como Rusia y Bulgaria y en países de tradición católica como Polonia y Hungría.

Fracasó en sociedades islámicas como Bosnia y Albania y en las de raíces confucianas y budistas como Corea.

Fracasó en pueblos eslavos como Checoslovaquia, Serbia o Eslovenia y en naciones latinas como Rumanía.

Fracasó en África cuando los etíopes y los angoleños trataron de erigir estados comunistas y acabaron organizando mataderos.

Fracasó con pueblos turcomanos, mongólicos y árabes en el sur de la desaparecida URSS.

Fracasó en Nicaragua durante el primer gobierno sandinista, y fracasa en Cuba donde lleva más de medio siglo de desastres.

En suma: fracasó siempre, lo que nos hace presumir que el inevitable destino de ese tipo de gobierno es la miseria, la opresión y la desesperación de la sociedad.

En realidad, no hay un solo caso de un gobierno comunista que le haya traído al pueblo la prosperidad, la paz y esa mínima felicidad que se requiere para no pensar en la emigración como única salida ante la desventura. Incluso, cuando vemos casos de estados comunistas que alcanzan ciertas cotas de desarrollo, como sucede con China o Vietnam, es porque han abandonado los dogmas de la secta y han aceptado al menos una parte de las reglas de las economías desarrolladas de Occidente.

China y Vietnam dejaron de ser dos países miserables y sin esperanzas cuando permitieron la existencia de empresas en manos privadas, abrieron sus economías al exterior y se sometieron a las normas del mercado en lugar de depender exclusivamente de la planificación centralizada por el Estado. Hoy son dos lamentables dictaduras de partido único y capitalismo salvaje, pero, al menos en el terreno económico, han permitido unos espacios de libertad que son los que han acrecentado notablemente la prosperidad de ambas naciones.

En nuestros días, cuando Raúl Castro intenta salvar la maltrecha economía de Cuba, recurre al capitalismo y a la empresa privada porque ya entendió, tras medio siglo de lento aprendizaje, que el colectivismo y la economía planificada por los burócratas del Estado, lejos de generar desarrollo, lo que produce es miseria, mediocridad y falta de entusiasmo en la población.

La otra razón. La otra razón por la que muchos radicales de izquierda todavía se afilian al comunismo en nuestras tierras latinoamericanas y acaban proponiendo “soluciones” contraproducentes a nuestros males, es porque observan que la democracia y la economía de mercado no han resuelto el problema de la pobreza y el subdesarrollo en nuestros países.

Asimismo, les parece obscena la desigualdad económica entre los distintos estratos sociales y creen que pueden combatirla mediante una constante transferencia de recursos captados de los grupos más productivos de la sociedad, entregándolos a los grupos más débiles, con el gobierno como intermediario, práctica que suele conducir a la creación de una dependiente clientela política, conformada por estómagos agradecidos que se acostumbran a aplaudir, no a producir, con lo cual perpetúan los problemas que originalmente pretendían solventar.

Sin embargo, no es falso lo que denuncian: América Latina, es, en efecto, una de las regiones más desiguales del planeta. El problema es que esta izquierda carnívora -la de Castro, la de Hugo Chávez, como la hemos llamado en otros papeles contraponiéndola a la izquierda vegetariana, la de Lula, la del uruguayo José “Pepe” Mujica-, no entiende cómo se crea la riqueza, cómo se malgasta, y mucho menos cuál es el principal origen de la pésima distribución de la riqueza que se observa en nuestras sociedades latinoamericanas.

Lo que se niegan a admitir estos fogosos revolucionarios es que el camino para superar esos males no se encuentra en las ideas colectivistas, que han demostrado mil veces su inferioridad, sino en la práctica de los países de acceso abierto. Al propio Douglass North, mencionado al inicio de este trabajo, se le debe otra clasificación: los países de acceso limitado.

Esos son los nuestros: países en los que prevalecen el clientelismo, el capitalismo cortesano o mercantilista, siempre en beneficio de los mejor conectados con el poder político. Países en los que imperan el irrespeto a la ley por parte de la clase dirigente, la corrupción y la impunidad; países dotados de una estructura social que no facilita el ascenso de quienes más saben y más se esfuerzan -la necesaria meritocracia-, sino el de aquellos que están mejor relacionados con los mandamases. Así, obviamente, no se asciende al pelotón de naciones que conforman el Primer Mundo. Así se perpetúan las hondas diferencias de clase que caracterizan a nuestras sociedades.

Países de acceso limitado. ¿Cómo fue que Taiwán, Singapur, Corea del Sur y Hong Kong, cada país con sus propios matices, se convirtieron en naciones desarrolladas y razonablemente ricas? No fue por medio de la creación de comunas o por colocar el aparato productivo en el ámbito estatal. Tampoco por entregar las iniciativas a una junta de planificación regida por una cúpula partidista. Por el contrario, el salto al primer mundo dado por los llamados tigres o dragones asiáticos fue posible por la imitación del modelo japonés, por alentar la educación y la creatividad individual, por crear instituciones de Derecho que protegían la propiedad privada y solucionaban los inevitables conflictos con cierta destreza.

¿Cómo fue que Chile se transformó en la sociedad que más riqueza per cápita crea en América Latina y la que registra mayor reducción de los índices de pobreza en las últimas décadas? Fue renunciando a la mentalidad estatista y dirigista, respetando la separación tradicional de los poderes, y colocando el banco de emisión, usualmente llamado Banco Central, lejos de la manipulación de los políticos y de las servidumbres electorales. Fue abriéndose al mercado, estableciendo nexos con los centros internacionales de inversión, eliminando el viejo proteccionismo arancelario, y dejando que la competencia y la meritocracia fueran transformando el perfil de la sociedad chilena.

¿Por qué el Perú de Alan García y el Brasil de Lula da Silva crecen en torno al 8% anual y sacan de la pobreza a un número notable de personas? Fue porque García continuó el modelo económico abierto dejado por Alejandro Toledo, y fue porque Lula da Silva no alteró las líneas maestras del gobierno legado por Fernando Henrique Cardoso, basado en las reglas de las naciones democráticas y capitalistas del Primer Mundo.

Alan García procedía de un partido nacionalista-populista, el APRA, y en su desastroso primer gobierno, hasta cierto punto, había sido intervencionista, pero durante su segunda residencia en el palacio de Pizarro tuvo la inteligencia de rectificar y se ha comportado como un gobernante responsable del mundo desarrollado y no como un demagogo populista del Tercer Mundo.

Lula da Silva, por su parte, que hace varias décadas creó un partido de corte marxista, el Partido del Trabajo, y a principios de los años 90, junto a Fidel Castro, echó las bases del Foro de Sao Paulo, una especie de truculenta internacional en donde se dan cita los grupos más radicales del espectro político latinoamericano, incluidas las narcoguerrillas de las FARC, cuando llegó al poder abandonó la retórica tercermundista, al menos dentro de las fronteras brasileras.

Lula da Silva, pese a sus devaneos con Irán y su respaldo político a gobiernos como los de Chávez, Fidel Castro y Evo Morales, ha gobernado con sensatez, sin intentar aventuras estatistas o autoritarias que hubieran podido descarrilar la magnífica experiencia brasilera de los últimos 15 años, surgida a partir del momento en que Fernando Henrique Cardoso, entonces presidente de Brasil, también renunció a los disparates consignados en su libro Teoría de la Dependencia, equivocado diagnóstico de los orígenes de la pobreza en el Tercer Mundo.

La distribución desigual de la riqueza. En cuanto a la falta de equidad, es lamentable que la mayor parte de las personas que se quejan de la diferencia de ingresos en América Latina, como se refleja en el Coeficiente Gini, invocando este incómodo dato como el gran pretexto para hacer la revolución, no perciban que ese fenómeno es la consecuencia del tipo de producción que se lleva a cabo en nuestras tierras, más que de la codicia de los empleadores o del designio malvado del capitalismo.

Para disminuir la diferencia de ingresos en nuestras sociedades es fundamental agregarle valor a la producción. La razón por la que un obrero finlandés gana treinta dólares la hora y un recogedor de café, un cortador de caña o el empleado de una bananera tienen que conformarse con diez dólares al día, o menos, es porque el obrero finlandés construye teléfonos portátiles que tienen un gran valor en el mercado, mientras nuestro tejido empresarial continúa produciendo y exportando productos primarios.

Naturalmente, agregarle valor a la producción significa invertir seriamente en educación, estimular la transferencia de capitales y tecnología, dar lugar al surgimiento de clusters de diversos tipos en los que se congregan los conocimientos y los impulsos creativos, y contar con una sociedad y un Estado hospitalarios con el proceso productivo, lo que implica la existencia de una legislación adecuada y un sistema de administración de justicia imparcial, eficiente y razonablemente expedito.

Por supuesto, ese proceso de industrialización creciente y de adquisición de las destrezas tecnológicas y científicas del Primer Mundo es lento y de crecimiento paulatino. No se pueden dar saltos espectaculares porque en él se mezclan las personas, las instituciones y los recursos de forma progresiva. Es casi imposible pasar velozmente de una sociedad rural basada en la explotación de la producción agrícola o agropecuaria, a lo que hoy llamamos una sociedad del conocimiento, dedicada a elaborar bienes o servicios altamente sofisticados y con gran valor agregado.

Sin embargo, hoy, a la vertiginosa velocidad con que podemos recibir la información, el tiempo que se necesita para este tipo de transformación no es tan extenso como pudiera parecer a simple vista.

El proceso productivo contempla tres pasos perfectamente conocidos: la imitación de las sociedades más competentes; la innovación a partir del modelo adoptado y, por último, la creación original. Por los ejemplos que conocemos del pasado siglo XX, en el curso de veinte años, más o menos en el plazo de una generación, es posible dar ese salto, como demostraron los cuatro dragones de Asia, España e Irlanda, y como parece que hace el Chile de nuestro tiempo.

El precio de no entender y de no hacer la reforma. Si suscribimos lo que hasta aquí llevo dicho, hay que darles respuestas a tres preguntas ineludibles: ¿qué ocurre si no conseguimos que nuestros países se conviertan en sociedades orientadas hacia la modernidad y el desarrollo, cómo pueden llevarse a cabo los cambios y quiénes pueden efectuarlos?

La primera pregunta tiene una respuesta bastante obvia: si no se hace la reforma de manera que las masas perciban que tienen oportunidades reales de prosperar, y si no conseguimos que nuestros Estados sean razonablemente justos, eficientes y equitativos, persistirá el divorcio entre la sociedad y el Estado y estaremos permanentemente expuestos a la aparición de caudillos populares, salvadores de la patria dispuestos a crear gobiernos autoritarios con el apoyo electoral de una parte sustancial del electorado. Esa situación, genera un clima de inestabilidad que se traduce en más miseria, emigración y atraso relativo, con lo cual la crisis se retroalimenta incesantemente.

Los cambios, por supuesto, sólo pueden venir de un aumento en la calidad y la intensidad de la educación, mientras se potencia el desarrollo empresarial a todos los niveles. Nunca nos cansaremos de repetir esta verdad elemental, pero frecuentemente olvidada: la riqueza sólo se genera en las empresas. Mientras más tengamos, y mientras más sofisticadas y diversificadas sean, y mientras más utilidades produzcan, más oportunidades habrá para todos y más satisfechas estarán las personas con el país en que nacieron y con el sistema político que libremente se han dado.

La tercera pregunta -¿quiénes pueden efectuar esos cambios?- nos remite a los políticos, pero tiene que haber un catalizador que los precipite en esa dirección, y ese papel sólo pueden jugarlo los empresarios.

Son los empresarios los que pueden educar a la sociedad sobre las verdaderas causas de la pobreza en América Latina. Son los empresarios los que deben señalar cuáles son los defectos de nuestro sistema de educación. Son los empresarios quienes tienen la formación intelectual y los recursos económicos para diseminar información confiable y para crear un clima propicio para la libertad y el desarrollo.

Podrá decirse que ésa, en puridad, no es la tarea de unas personas que deberían dedicarse a producir o negociar bienes y servicios, pero eso es como renunciar a salvar vidas en medio de un incendio porque uno no es bombero ni médico, sino abogado o economista.

Estamos en mitad de un incendio social y los empresarios tienen la obligación moral y la necesidad práctica de mejorar y consolidar el medio político y social en el que viven porque en ello les van sus intereses, el bienestar de su familia y hasta la vida misma. No tienen espacio para ser indiferentes o para marginarse de sus responsabilidades.

De muy poco sirve esforzarse para emprender y levantar un negocio si el terreno en que se implanta no es firme, predecible y confiable. Esa es la atmósfera que hay que conquistar. La de la libertad económica. La de la libertad política. La de la libertad para siempre. Cuando lo logremos, podremos decir que hemos cumplido con nuestro deber.

* Periodista y escritor cubano. Esta ponencia fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.