Por Roberto Abusada. Economista*
EL COMERCIO
18-09-08
AIG. Estas son las siglas del American International Group, uno de los más grandes grupos aseguradores del mundo con operaciones de seguros generales, seguros de vida, servicios y una amplia gama de servicios financieros y negocios en 130 países. Además, AIG controla el arrendador de aviones ILFC, poseedor de una flota de cerca de mil aeronaves.
No cabe duda de que las unidades operativas de AIG se han mantenido sustancialmente sólidas y son poseedoras de activos de gran valor. Sin embargo AIG es un actor principal en el negocio de los llamados CDS ('credit default swaps'), instrumentos que, en términos generales, sirven para mitigar los riesgos de un acreedor contra el riesgo de incumplimientos de pago.
Es precisamente la gran exposición de estos CDS por parte de AIG una de las causas principales de la extrema debilidad financiera en que se vio envuelto a lo largo del último año. No sabemos qué nivel de exposición haya tenido AIG en el negocio de los CDS, pero ciertamente le ha ocasionado enormes pérdidas. Solo en un trimestre AIG reportó pérdidas por US$11.000 millones y además fue objeto de observaciones por parte de sus auditores externos que indicaban una sobrevaloración en su portafolio de CDS del orden de otros US$5.000 millones. La crisis del sector inmobiliario también golpeó fuerte a AIG vía el mismo mecanismo de seguros por no pago. Es claro que el grado de iliquidez al que debe haber estado sometido AIG debe haber sido extremo. Y eso es exactamente lo que el mercado percibió, castigando el precio de su acción de manera inmisericorde. La acción que cotizaba en octubre del año pasado en US$70 llegó a cotizarse a US$1,25.
Ante esta dramática situación, el Gobierno de EE.UU. ha extendido un crédito a AIG por US$85.000 millones ante la convicción de que la quiebra de AIG hubiera generado un caos en todo el sistema financiero de costos imprevisibles. El crédito otorgado es sin duda caro (tasa de más de 11%) y las garantías involucran el 80% de la propiedad de la compañía. Además, el Gobierno se reserva el derecho de despedir a la gerencia y a congelar la entrega de dividendos. Esta transacción, si todo sale bien, permitirá reflotar AIG seguramente mediante la venta ordenada de muchos de sus más valiosos activos, entre los que se incluyen una importante participación en una compañía de seguros generales y otra de seguros de vida en el Perú.
Aun así, la operación encarna enormes riesgos. El principal es provocar un comportamiento irresponsablemente riesgoso en el sistema financiero ante la seguridad de que, al final del camino, estará la red salvadora del Gobierno. Todos en Wall Street pensaron que al dejar caer a Lehman Brothers --el cuarto banco más grande de EE.UU.-- el Gobierno había puesto fin a la sucesión de salvatajes de instituciones financieras que se inició con la de Bear Stearns, pero dos días después volvió a hacerlo con AIG. ¿Qué hizo que el Gobierno cambiara de opinión? ¿Por qué arriesgó credibilidad y se expuso a duras críticas de los que dicen que el Gobierno ayuda a los poderosos y argumentan que 'privatiza las ganancias y socializa las pérdidas'? ¿Estamos ante un nuevo paradigma en el que el Estado no duda en usar dinero de los contribuyentes en el salvataje de grandes empresas financieras? Personalmente, creo que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, sencillamente juzgó demasiado riesgoso dejar caer a una empresa con la magnitud de ramificaciones en todo el sistema financiero americano como AIG.
Tendremos que esperar a los meses siguientes para tener una respuesta. Por lo pronto, el mercado no se calmó con la medida y tuvo ayer miércoles una estrepitosa caída de 449 puntos, más de 4%.
* CONSULTOR DE EL COMERCIO
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