jueves, 28 de julio de 2011

Peruanicemos el Mundo

De cómo un peruano extremamente pobre puede en 20 años convertirse en un peruano extremamente feliz

Por: Gastón Acurio
EL COMERCIO
28-07-11


*¿Por qué, cuándo y cómo es que ocurrió que una nación inmensamente rica como la nuestra no pudo ser capaz de generar una sociedad inmensamente próspera como otras que si lo lograron con mucho menos recursos? Esa es la gran pregunta que ha venido sonando a lo largo de la última década, y a la que finalmente los peruanos ya le hemos encontrado respuesta.

Antes solíamos echarle la culpa al imperialismo yanqui, al capital extranjero, a las oligarquías, a las ideologías, a los bajos precios de nuestras materias primas; en definitiva, a todo un despiadado mundo que, hambriento de nuestras riquezas y aliado a un puñado de traidores, quería apropiarse de lo nuestro costara lo que costara.

Hoy esa etapa afortunadamente ha terminado. Hoy, los peruanos nos hemos mirado al espejo y hemos reconocido que los únicos culpables de que el Perú aún no sea una nación del Primer Mundo, somos los propios peruanos. Hoy finalmente aceptamos que como sociedad no hemos sabido unirnos y articularnos como un grupo que anteponga a sus legítimas aspiraciones personales, objetivos, sueños y tareas comunes y que es debido a esa falta de unión, en todos los estratos de la sociedad, que no hemos podido despegar hacia la prosperidad.

Hoy, finalmente todos: empresarios, políticos, intelectuales, militares, trabajadores, asumimos la responsabilidad de nuestro fracaso y, con ello a cuestas, miramos hacia el futuro con honor, humildad y compromiso, para trabajar unidos en ese gran objetivo común que no es otro que la grandeza del Perú.

Las tareas y batallas que deberemos enfrentar no serán ni pocas ni fáciles. Pero, desde el momento en que las asumimos como nuestras, aun cuando estas no nos toquen directamente, ya estamos enviando señales de que los peruanos finalmente hemos comprendido la lección y que ahora sí avanzamos unidos enfrentando batallas que solamente juntos podremos vencer.

De todas estas, la principal a vencer es la de erradicar la extrema pobreza en el más breve plazo. Porque ningún país en el mundo que sueñe con grandes logros puede a su vez cargar, por ejemplo, con la vergüenza de que sus niños mueran de desnutrición o frío si en este sobra el alimento y la energía, o si uno se precia, como en mi caso, de vivir en esta Lima capital gastronómica de América, que es, al mismo tiempo, la capital de la tuberculosis en América. Ambos son claros ejemplos de una extrema pobreza que no solo es inmoral y vergonzosa para cualquier sociedad, sino que además pone en una muy mala posición a todo lo que queramos proyectar o vender como nación al mundo. En otras palabras, mientras los peruanos, todos, no luchemos juntos para erradicar la extrema pobreza, el Perú no podrá ser un país que camine hacia el Primer Mundo.

¿Pero acaso será tarea fácil? ¿Acaso no suena quizás como algo hermoso pero utópico e inviable? Pues nuestra respuesta no puede ser más contundente. Claro que no. Es real, posible y fácilmente concretable en muy corto tiempo. Y para demostrarlo, permítanme explicarlo en tan solo uno de los territorios posibles. En aquel en donde la pobreza extrema esta más concentrada: en el mundo rural.

Y nos volvemos a hacer la pregunta: ¿será posible que nuestros campesinos del mundo rural andino y amazónico, hoy extremamente pobres, puedan en menos de 20 años convertirse en productores agrícolas extremamente felices? Aun cuando nuestra respuesta sea sí, es importante detenernos un poco para observar el mundo del que venimos, en el que estamos y al que nos dirigimos.

El mundo del que venimos era un mundo distante en kilómetros y emociones. Las fronteras no solo estaban divididas políticamente sino también cultural y emocionalmente. Las costumbres, los hábitos propios eran tomados como únicos, y lo foráneo y distinto era visto como feo, extraño o malo. No había Internet ni cable ni celulares ni nada de lo que hoy nos acerca. En ese sentido, el mundo era un sinfín de mercados diferentes a los que solo pocos podían penetrar y unificar. Era además un mundo despilfarrador, en donde el consumidor, poco informado, solo compraba estatus o placer sin importar de dónde venía cada producto o cómo era hecho. Solo le importaba tenerlo costara lo que costara. No había ni cambio climático ni escasez de agua ni conciencia social alguna. Solo se quería tener el diamante sin importar si detrás de él habían huellas de sangre, o el auto más veloz sin tener en cuenta cuánto consumía o contaminaba. Ese era el consumidor mundial. Ese era el mercado mundial.

El mundo en el que vivimos es afortunadamente distinto. Hoy, gracias a Internet y demás tecnologías, las distancias se han acortado geográfica y emocionalmente, y las fronteras han empezado a desaparecer en lo político y en lo práctico. Hoy, el mundo ya no es una suma de miles de mercados sino un solo mercado en donde, si bien se mantiene un amor por lo propio, por lo local, existe ya una conexión global que hace que aquello que antes era extraño, hoy sea común, y que lo que era feo o malo por ser diferente, hoy es atractivo y valioso precisamente por ser diferente. El consumidor mundial además ya no es un consumidor indiferente, frío y sediento de placer sin miramientos. El consumidor de hoy es alguien que le gusta saber qué consume, cuánto impacta su consumo en un mundo en donde el cambio climático ya está presente en sus vidas o en donde la escasez de recursos, como el agua o la energía, le suenan al oído. En general, estamos frente a un consumidor que a la hora de adquirir un producto se preocupa mucho por combinar placer, bienestar y satisfacción personal con sostenibilidad ambiental, compromiso social y salud personal.

Pues bien. Queda claro entonces que si nos toca ahora imaginar el mundo hacia donde vamos, con todo lo dicho, podremos deducir que este se encamina a la consolidación de los cambios que están sucediendo en los consumidores del mundo en el que estamos. Esto quiere decir que, cada vez más, el consumidor mundial buscará por un lado lo diferente, lo único, lo mágico y, por otro, buscará que lo que consuma le haga bien a su salud, le haga bien al medio ambiente y le ayude a vivir mejor a otras personas. Por ello, no es extraño que productos alimenticios, textiles, de belleza, de limpieza y demás, tengan cada vez más el etiquetado de reciclable, sostenible, ‘fair trade’, orgánico, ecológico, hecho a mano, artesanal y tantas otras marcas que no hacen sino explicar que el consumidor mundial tenderá a ser un consumidor mucho más informado, más respetuoso y más sensible y humano. Un consumidor que no renunciará a la calidad ni al placer nunca, solo que lo entenderá en otros términos. Es decir, no podrá entender el placer si es que este no viene acompañado de una ética que en realidad formará parte de una nueva estética mundial. Aquella en donde placer y responsabilidad, belleza y compromiso, lujo y justicia finalmente se dieron la mano para convivir en armonía.

Y así llegamos a donde viene la buena noticia. Esta demanda hoy especializada y pronto generalizada en donde reinan cualidades, calidades y valores agregados únicos y diferenciados, va a requerir de países que la satisfagan. Países que cuenten con las ventajas comparativas para lograrlo y que sean capaces de orientar sus políticas en función de dicho objetivo. Pues la buena noticia es que países que cuenten con estas oportunidades son muy pocos. Y, entre esos pocos, si hay un país en el mundo que tiene todo lo que hace falta para poder abastecer a ese futuro consumidor mundial, pues ese es el Perú.

Biodiversidad única, llena de miles de nuevos productos, diversidad cultural que le da valor agregado a los mismos, historia milenaria y misticismo que le añade magia y más valor aun a estos, inmensos retos sociales y ambientales detrás de ellos que hoy son para el consumidor un valor añadido a la hora de comprarlos. En fin, todo. Lo tenemos todo para poder conquistar el mundo con un arsenal de productos alimenticios, textiles, de limpieza y de cuidado y bienestar personal que representan a una gran marca ‘Made in Perú’ que llene todas las expectativas del consumidor que ya esta aquí y, sobre todo, del que viene; mientras que con ello vamos transformando las vidas de nuestros compatriotas, hoy extremamente pobres, como nuestros hermanos del mundo rural, en vidas de ciudadanos peruanos incluidos en el desarrollo y la prosperidad.

Y, entonces, qué es lo que debemos hacer para lograrlo.

Pues lo primero es tener claro y creer que esta es efectivamente una gran oportunidad y que sí es posible hacerla realidad. Creer que así como hace 500 años, desde el Perú, se inventó lo que es hoy más de la mitad de lo que consume el mundo en alimentos: papas, tomates, maíz, frejoles,etc. Hoy, 500 años después, en este mundo que vive ya un nuevo renacimiento espiritual, podremos hacer lo mismo y hacerlo consumir una vez más lo nuestro, pero en una suerte de segunda entrega de cientos o miles de nuevos alimentos, sabores, fibras, aromas, colores, sonidos, texturas, en definitiva nuevos productos terminados que desde el Perú respondan a las necesidades y anhelos del consumidor mundial.

Y de ahí a trabajar se ha dicho. A hacer todo lo que haga falta para que este objetivo se haga realidad. A diseñar políticas de Estado sostenidas y coherentes que busquen alcanzar ese objetivo de peruanizar dulcemente el mundo en el más breve plazo. Políticas que no solo nazcan del gobierno de turno sino de la sociedad en general: en las instituciones educativas, los centros de investigación, las asociaciones gremiales, sindicales y empresariales, las comunidades y cooperativas, todos trabajando en inventar ese nuevo futuro en donde lo nuestro finalmente adquiere un valor y un reconocimiento que contribuya al progreso definitivo de nuestra patria.

En el caso específico del mundo rural, afortunadamente ya sabemos cuáles son las tareas por delante. Solo falta ponerlas en práctica. Solo falta creer que la pequeña agricultura no es un problema sino una inmensa oportunidad para seguirle los pasos a nuestra muy exitosa agroindustria costeña.

Tenemos varios ejemplos concretos de éxito que nos indican cuál es el camino en el terreno agrícola. El caso del cacao y del café peruano son más que emblemáticos. Hoy, gracias al fortalecimiento de las cooperativas dotadas de la gerencia local que no tuvieron en épocas pasadas y que las llevó a la ruina, han podido conectarse de manera exitosa con los mercados mundiales, logrando en pocos años posicionar al café y al cacao peruano no solo entre los mejores del mundo, sino que además vienen logrando que su cotización internacional tenga valores agregados apoyados en la diferenciación y exclusividad de origen y calidad de los mismos. Es decir, han tomado claramente el camino correcto: valor agregado, aprovechando nuestras ventajas comparativas frente al mundo que viene. Y hoy, basta con darse una vuelta por Tocache o por Jaén para comprobar cuál es el ambiente que se vive y, sobre todo, cuál es el futuro que les espera. Porque en realidad en ambos casos ya no hay vuelta atrás. El café y el cacao peruano avanzan sólidos como una roca hacia la consolidación de convertirse en el mejor, más fino y más exclusivo café y cacao del mundo, y esto tan solo como el primer eslabón de lo que vendrá después, que es donde estará la riqueza definitiva: en la exportación de cafés envasados con marcas propias como hoy lo hace Italia con éxito; en la fabricación de chocolates peruanos con marcas hechas por peruanos para el mundo, como lo ha hecho Suiza desde siempre; e, incluso, en la exportación de máquinas de café expreso, de cafeterías y chocolaterías a la peruana y, en fin, de todo lo relacionado con el extremo más valioso de la cadena. Pero lo maravilloso es que todo esto es replicable en todas las cadenas productivas que tienen como punto de partida nuestra exclusiva biodiversidad. Desde nuestras papas nativas que pueden ser la codicia de los cocineros más afamados del mundo, que le compran directamente a pequeños productores locales a precios de oro, hasta nuestro maíz morado que podría convertirse un día en la nueva bebida hogareña mundial, dado su probado bienestar a la salud. Desde nuestros hilos de camélidos que como la marca peruana Kuna o la italiana Loro Piana, venden la más finas prendas de vicuña a precios de Giorgio Armani en las ciudades más importantes. Estas podrían generar muchas nuevas marcas con toda una moda muy a la peruana, incluso con algodones nativos de colores naturales aun por poner en valor. Y, por supuesto, los productos de belleza y bienestar del cuerpo que pueden, a través de marcas inteligentes de peruanos inteligentes y audaces, utilizar todos esos enigmáticos productos de nuestra Amazonía y Andes, para seducir al consumidor ávido de sentirse más reconciliado con la naturaleza y con ese mundo al que él, sin darse cuenta, maltrató.

Y así podríamos pasarnos toda una tarde mencionando ejemplo tras ejemplo, oportunidades tras oportunidades, que tiene nuestro Perú en ese mundo que viene.

Lo importante es comprender y tener claro que no depende de otros. Que la pelota está en nuestra cancha. Que depende únicamente de nosotros que lo logremos. ¡Qué maravilla! Sí. Únicamente de nosotros.

Entre las tareas está que capacitemos a nuestros campesinos y su cooperativas en gestión, gestión y más gestión, para que sus productos estén conectados con las necesidades en términos de estandarización, calidad y seriedad que demandan los mercados. Que dotemos de la infraestructura necesaria a nuestros pueblos para que sus productos lleguen con la velocidad, eficiencia y calidad que los compradores exigen. Que nuestros funcionarios e investigadores entreguen sus días a vivir obsesionados con cómo lograr cada vez mejores y nuevas tecnologías para lo nuestro, en cómo mercadearlo mejor, cómo añadirle mayor valor, en cómo generar denominaciones de origen más que territoriales como armas de competitividad, en cómo permitir el acceso a la marca orgánico de forma más democrática (hoy un campesino debe pagar cinco mil soles al año por la licencia), y en cómo trasladar dichos conocimientos y herramientas a aquellos que lo necesiten sin trabas ni argollas ni oscuros intereses, sino con verdadero y genuino amor a la patria.

Con empresarios, pequeños, medianos y grandes, comprometidos con buscar cadenas productivas justas, que dejen atrás la idea de que lo que era bueno para su empresa era bueno para el Perú para pasar a una era en donde se tenga muy claro que lo que es bueno primero para el Perú y los peruanos será bueno para nuestra empresa. En donde nos preocupemos como empresarios por el punto más débil de la cadena, el campo, el mar, el consumidor, para que todos se beneficien y todos sean felices con lo que hacemos. Con gremios que ya no luchen más por sus intereses sino que luchen, sobre todo, por intereses en apariencia ajenos a los propios pero conscientes de que beneficiando al resto, al final ellos terminaran beneficiándose. Con intelectuales que superando sus vanidades sepan escuchar la opinión contraria para enriquecer la propia y juntos ir armando ideologías consensuadas que busquen siempre el interés común antes que el brillo intelectual personal. Con trabajadores en el campo y la ciudad que recobrando la confianza en sus líderes, empresarios e intelectuales, se vuelquen con sacrificio a ese esfuerzo histórico sabiendo que ahora sí no hay duda que serán sus hijos los grandes beneficiados.

Sí. Sí es posible. Claro que es posible que en este mundo que se nos viene, el Perú pueda brillar. Con nuestro cacao y sus futuros chocolates, con nuestro café y sus futuras cafeterías, con nuestras fibras y algodones y nuestras futuras boutiques, con nuestras raíces y hierbas y nuestros futuros cosméticos de lujo. Claro que es posible que un peruano del mundo rural, hoy extremamente pobre, pueda en muy corto tiempo convertirse en un ciudadano peruano extremamente feliz.

Con esto, por supuesto, no queremos afirmar que este es el único camino para alcanzar la prosperidad del Perú, ya que es tan solo un brazo del mismo. Pero los objetivos, valores y retos que aquí planteamos son similares y coincidentes en todos los objetivos que nos debemos trazar de cara al futuro. En la educación de calidad que tanto anhelamos, en la inversión multiplicada en ciencia y tecnología, en el acercamiento del Estado al ciudadano, en la fe absoluta en la innovación, en el protagonismo cultural peruano en el mundo, en los triunfos deportivos y los íconos arquitectónicos que tanto nos llenan de orgullo, nos unen y nos proyectan hacia el futuro. En todo lo que emprendamos siempre deberá aparecer ese mismo objetivo, de buscar hacia dentro de nosotros mismos y de nuestras riquezas todo lo que queremos y deberemos proyectar y vender en el mundo, y así acabar para siempre con la historia de siempre. De ese mundo que nos compró lo elemental a precio elemental, para luego vendernos lo elaborado a precio sofisticado.

El mundo nos dice que sí es posible, el consumidor mundial nos pide a gritos que lo hagamos posible y ahora, con los peruanos unidos como nunca antes lo hemos estado en la convicción de que ha llegado la hora de la inclusión social, estamos listos para responderles que sí será posible, que nos estamos alistando. Que podemos cometer en el camino algún traspiés como el reciente asunto transgénico, pero que nada nos impedirá que en los próximos años finalmente lleguemos hacia donde el destino y la oportunidad histórica hoy nos llevan. Que ya estamos encaminados hacia esa dulce, justa y humana peruanizacion del mundo en la que nada nos hemos robado ni a nadie hemos hecho daño, sino, por el contrario, avanza haciendo al consumidor mundial más feliz, al mundo más hermoso y justo y al Perú, al fin, un país en donde sus riquezas estuvieron al alcance de todos y fueron disfrutadas por todos.

No nos queda otra alternativa. Como sociedad, como generación, como país que aspira a dejar una historia de fracaso para iniciar una historia de éxito, y porque es lo que moral e históricamente nos corresponde hacer, los peruanos, todos, tenemos que tener como principal objetivo de vida el de erradicar la pobreza extrema en los próximos diez años. Ese es nuestro deber. Y lo lograremos. ¡Que viva el Perú!

martes, 26 de julio de 2011

La Gran Deuda de Estados Unidos

Por: José Antonio Rojas Nieto
LA JORNADA
24-07-11


Al primer trimestre de este año 2011, la deuda total de nuestros vecinos alcanzó 52.3 trillones de dólares, trillones de ellos que equivalen a billones nuestros. Su producto interno bruto de este mismo periodo fue de 15 trillones, de nuevo trillones de ellos. Podemos concluir, entonces, que deben tres y media veces lo que internamente producen.

Por cierto, se han desendeudado un poco. Pero sólo un poco. En 2009 llegaron a deber casi cuatro veces su producto. ¿Cómo se integra ese enorme volumen de endeudamiento estadunidense? ¿Quién debe qué? ¿Cuál es el sector más endeudado en estos momentos? ¿Lo adivina usted? No…no es el gobierno federal. ¿Quién, entonces? El sector financiero. Es responsable de 27 por ciento de la deuda total. Y las familias tienen un terrible endeudamiento que casi iguala al de bancos, financieras, casas de bolsa, fondos de inversión. ¿Cuánto? El 25 por ciento. Sí, la cuarta parte de la deuda estadunidense la tienen las familias estadunidenses. Y de esa cuarta parte de la deuda vecina, la deuda hipotecaria representa la mayor parte, el 75 por ciento de este total. Por ello, representa el 19 por ciento de la deuda estadunidense. Sí, los hogares vecinos deben 10 trillones de dólares por concepto de sus hipotecas. Su deuda hipotecaria, por cierto, es prácticamente igual a la deuda global del gobierno federal. Así, y de manera sorprendente, las deudas del gobierno federal e hipotecaria de los hogares estadunidenses, son prácticamente del mismo monto. Casi 10 trillones de dólares. Y juntas casi 20.

Y si a este endeudamiento sumamos por una parte la del consumo de los hogares del país vecino –otros 3 trillones de dólares– y, por otra, la de los gobiernos estatales y locales –poco más de 2 trillones de dólares– tendremos poquito menos de la mitad de la deuda total estadunidense. Sí casi el 50 por ciento de lo que se debe en Estados Unidos, lo deben los gobiernos y los hogares. Y como parte de los pagos de gobierno se nutre del impuesto sobre el ingreso de las personas –las que habitan los hogares, según diría Perogrullo–, el peso fundamental de la deuda vecina y, consecuentemente, de su servicio, de su pago, descansa sobre las familias estadunidenses, que nunca como hoy han visto diezmado su ingreso real. Nunca como hoy fue así. Por eso la reacción tan severa –con razón y sin razón– contra Obama, que llegó a la Presidencia en uno de los peores momentos de la historia económica de nuestros vecinos. Bueno, pero siguiendo con lo de la deuda, diremos que el resto, es decir, poco más de la mitad representada por 27 trillones de dólares, la deben cinco entidades o sectores: 1) las empresas financieras (14 trillones que casi corresponden al 27 por ciento que antes mencioné); 2) las corporaciones no financieras (7.3 trillones que equivalen a 14 por ciento del endeudamiento total); 3) las empresas no corporativas industriales, comerciales y de servicios (3.5 trillones con 6.6 por ciento del total); 4) un poquito las empresas agropecuarias, con poco menos de medio punto porcentual del endeudamiento total; 5) finalmente, el resto, es decir, casi más del 4 por ciento restante, corresponde a 2.2 trillones que deben entidades extranjeras.
¿Qué pasaba hace años, por ejemplo, hace 20 años, en 1991, antes del gran boom estadunidense? Lo primero que sorprende es que la estructura, es decir, la participación relativa en el endeudamiento global de cada uno de los sectores es muy similar a la actual. No ha habido muchos cambios. Acaso sólo el sector financiero tenía un poco menos de participación en el endeudamiento, unos siete u ocho puntos porcentuales menos (19 por ciento en lugar de 27 por ciento actual).

También las entidades extranjeras, con un par de puntos porcentuales menos en la estructura del endeudamiento global (2 por ciento en lugar de 4 por ciento actual). Y esta diferencia se cargaba en un mayor endeudamiento de los gobiernos estatal y local. Pero hay que notar algo. Muy importante. La deuda total era equivalente a sólo dos y media veces el producto bruto estadunidense, no a las tres y media veces que hoy representa. Menos todavía si nos vamos 10 años atrás, pues en 1981, el endeudamiento global sólo representaba una y media veces el producto bruto de nuestros vecinos. Este porcentaje fue muy estable. Al menos desde 1949 y hasta 1981. Pero a partir de 1981 empezó a crecer y crecer y crecer. Esto es sorprendente. Que la economía y la sociedad estadunidenses vivieron cada vez más y más endeudadas. Y en eso no hay ciclos, la relación entre el volumen de la deuda total de la economía y la sociedad de Estados Unidos y su producto interno ha sido persistentemente ascendente. Desde 1981 no dejó de crecer, incluso en algunos momentos muy aceleradamente. Y sólo a finales de 2008, ya como expresión de su crisis, empezó a descender un poco. Sólo un poco.
Conclusión: no hay en todo el mundo quién deba tanto, ni quién tenga tantas dificultades para pagar, por curioso que parezca. Ya retomaremos esto pronto, muy pronto.

sábado, 23 de julio de 2011

Vender e Irse

Por: Yoani Sánchez*
AMÉRICA ECONOMÍA
21-07-11


Las noticias se viven varias veces en esta isla. Primero se intuyen pero no se publican. Luego se anuncian lacónicamente en algún medio nacional y con posterioridad el eco de ellas alimenta -una y otra vez- la fantasía popular. Así ha ocurrido con la reciente información sobre flexibilizaciones en la compra y venta de casas.

Desde meses -quizás años- daba vueltas el rumor de que una nueva ley de la vivienda estaba a punto de aprobarse, de que este absurdo inmobiliario no aguantaba más. Pero solo cuando el Congreso del PCC lo incluyó en su lineamiento 297 fue que pudimos ponerle algo de certeza a tanto titubeo. Aunque tardía, la medida nos ha arrancado una exclamación de alivio, pero también ha destapado nuestras suspicacias.

Curiosamente, la mayoría de las personas a quienes le comento el tema me hacen una y otra vez la misma interrogante. ¿Se podrá vender la casa antes de irse del país?, preguntan todos, como si el negocio inmobiliario fuera apenas un escalón para cumplir el extendido sueño de emigrar.

Hasta el momento, alguien que parte definitivamente es despojado de sus propiedades. Solo si bajo el mismo techo -y por diez años- habitaba con un familiar, este último tenía la posibilidad de quedarse en la casa, pero pagando nuevamente a la Reforma Urbana el valor de la propiedad. Los desalojos forzados a quienes no cumplían esta regla pasaron a ser comunes en el paisaje de esta capital. Ahora, la gran adivinanza es si el dueño del inmueble tendrá la potestad de disponer de él en el mercado y usar ese dinero para radicarse en otra latitud. ¿Cuánto tiempo deberá transcurrir entre esa operación comercial y la salida del territorio nacional?

La gran adivinanza es si el dueño del inmueble tendrá la potestad de disponer de él en el mercado y usar ese dinero para radicarse en otra latitud.Nos han embaucado tanto, que la gente prefiere resguardarse en el escepticismo y creer que las nuevas medidas vendrán llenas también de restricciones. Me sorprendo optimista entre tanto recelo. Argumento a los que dudan que el gobierno está obligado a abrir, o la realidad se lo lleva por delante, pero ellos prefieren seguir sin ilusionarse.

No obstante la desconfianza, muchos acarician la idea de ofrecer las paredes entre las que viven a cambio de un boleto y una visa que los saque de Cuba. Vender e irse, trasmutar un techo aquí por un alquiler allá, usar su pequeño patrimonio para escapar. Y todo eso antes que el banderín inmobiliario vuelva a caer, antes que sea dado el paso atrás.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.
Yoani Sánchez es Licenciada en Filología. Reside en La Habana, Cuba, es una de las blogueras más destacadas en el mundo de habla hispana. Entre otras distinciones, por su trabajo en el blog Generación Y, ha recibido los premios Ortega y Gasset (2008), 25 Mejores Blogs Time-CNN (2009), María Moors Cabot (2009) y Príncipe Claus (2010), éste último, por haber sido seleccionada entre los 60 heroes de la libertad de expresión por el Instituto Internacional de Prensa (IPI), con sede en Viena, Austria.

viernes, 15 de julio de 2011

Mis Motivos para el Puente

Por: Yoani Sánchez*
AMÉRICA ECONOMÍA
14-07-11


Vivíamos un oscuro 1992 y esta hija de maquinista sin tren había decidido no continuar el preuniversitario. Me levanté temprano y se lo dije a mi madre. Las manos en la cabeza, los gritos por la casa, el perro ladrando del susto.

“No voy más, mami, no voy más”, concluí categórica y me acosté de nuevo. Se me habían roto mis únicos zapatos, que había heredado de una amiga cuando estos ya tenían enormes huecos en las suelas. Con ellos aprendí a caminar rozando el piso para que no se notaran las roturas, pero poco podía hacer para esconderlas cuando llegaba la clase de Preparación Militar. Ahí debía tenderme boca abajo, arrastrarme por terrenos que -imaginariamente- estaban bajo el fuego enemigo. Y entonces caían sobre mí los proyectiles, no del imperialismo sino de las bromas, la chanza cruel de los que tenían un calzado mejor.

Durante varios días, mis padres me dieron todo tipo de argumentos para seguir. ¡Cómo vas a echar por la borda las altas calificaciones, el sacrificio del estudio, todo por ese “pequeño detalle”!, me repetían… pero con 16 años yo estaba dispuesta a quedarme sin diploma antes que sufrir nuevamente el escarnio. La decisión estaba tomada.

Mi madre bajó corriendo a casa de una vecina. Se pasó la noche marcando el número de unas tías de mi padre que vivían en esa otra orilla satanizada por la prensa oficial. Unas semanas después, llegó el paquete. Junto a cuadritos de sopa y un ungüento contra los dolores reumáticos, estaban unos flamantes tenis blancos. Regresé a mi aula del 11º grado al otro día.

Es cierto que la económica que llega desde afuera ha hecho que muchos cubanos se construyan una burbuja apática y apolítica, pero también ha permitido a otros sobrevivir y crecer. Sin ese auxilio que una vez alguien envió para mí desde la Florida, mi vida hubiera sido totalmente diferente. No hubiera terminado la enseñanza media superior, probablemente habría zarpado –sobre una puerta de madera– durante la crisis de los balseros o me habría hundido en el conformismo que da la falta de horizontes. Sin embargo logré, con ese apoyo, continuar. Al terminar la universidad todavía usaba aquellos zapatos salvadores.

Ahora mismo, miles de adolescentes, cuentapropistas, ancianos, estudiantes y bebés necesitan que el flujo entre las familias del exilio y de la Isla crezca, que no se interrumpa. En muchos hogares cubanos, la superación personal de miles de individuos depende de que ese puente se mantenga y su futuro como ciudadanos cuelga del brazo solidario tendido desde afuera.

*Esta columna fue publicada originalmente por El Universo.com.
Yoani Sánchez es Licenciada en Filología. Reside en La Habana, Cuba, es una de las blogueras más destacadas en el mundo de habla hispana. Entre otras distinciones, por su trabajo en el blog Generación Y, ha recibido los premios Ortega y Gasset (2008), 25 Mejores Blogs Time-CNN (2009), María Moors Cabot (2009) y Príncipe Claus (2010), éste último, por haber sido seleccionada entre los 60 heroes de la libertad de expresión por el Instituto Internacional de Prensa (IPI), con sede en Viena, Austria.

domingo, 10 de julio de 2011

El ‘Milagro’ Venezolano

Por: Andrés Oppenheimer*
EL COMERCIO
10-07-11


Los críticos del presidente venezolano, Hugo Chávez, han aprovechado su ausencia por enfermedad para culparlo de toda clase de maldades, pero ya es hora de darle crédito por haber producido un verdadero milagro económico en su país. No estoy bromeando. Lo que Chávez ha hecho en Venezuela en los últimos 12 años es nada menos que un milagro económico: pese a beneficiarse del mayor ‘boom’ petrolero, ha logrado dejar el país hecho trizas.

Venezuela tiene una de las tasas de crecimiento más bajas de Latinoamérica, uno de los índices de inflación más altos, cortes diarios de electricidad, escasez de alimentos y un porcentaje de delitos sin precedentes. Y lo que es más asombroso, tratándose de uno de los mayores productores de petróleo del mundo, ha comenzado a importar electricidad de Colombia, según confirmó el ministro venezolano Alí Rodríguez.

Es una proeza, si se considera que el precio del petróleo se disparó de US$9 el barril, cuando Chávez asumió su cargo en 1999, a US$100. Aunque Venezuela tuvo ‘booms’ en 1974 y 1979, esta ha sido la bonanza petrolera más grande y prolongada. Según el Banco Central de Venezuela, sus ingresos petroleros han sumado US$700.000 millones (482.000 millones de euros) desde que Chávez asumió la presidencia, según dijo José Guerra, director del Departamento de Economía de la Universidad Central de Venezuela. “Eso excede los ingresos petroleros del país durante los 25 años anteriores”, agregó Guerra.

Y, sin embargo, esto es lo que Chávez tiene para mostrar:

-Mientras las economías latinoamericanas crecieron casi 6% el año pasado, la de Venezuela bajó 1,6%, después de haber caído 3,3% el 2009, según la Cepal.

-Mientras la mayoría de países latinoamericanos tiene una inflación de un dígito, Venezuela subió de 12% de hace una década a 27% el 2010, según la Cepal. El nivel inflacionario oficial de hoy es 25%.

-Mientras la mayoría de países latinoamericanos recibe inversión extranjera récord, Venezuela sufre fuga de capitales y su deuda externa subió de US$35.000 millones del 2001 a 58.000 millones el 2010, según la Cepal.

-Los cortes de energía que afectan a casi todo el país son los primeros que se recuerdan en años recientes. Al principio, el Gobierno se los adjudicó a la sequía, pero los economistas dicen que se deben a una casi absoluta falta de inversión en instalaciones eléctricas en los últimos años.

-La última escasez de alimentos incluye aceite, café, carne y azúcar. Venezuela, que fue quinto exportador de café mundial, ahora lo importa de Nicaragua.

-La educación, la ciencia y la tecnología están cayendo en picada. Su número de patentes de nuevas invenciones –un índice clave para medir la innovación– ha caído de casi 800 de 1988 a menos de 100 una década más tarde, según cifras oficiales.

El Gobierno se ufana de haber reducido la pobreza de 45% a 28% en los últimos 10 años. Pero en ese período, Argentina redujo su pobreza de 45% a 11% de su población; Chile de 20% a 11%; Brasil de 38% a 25%, y Perú y Colombia en porcentajes similares, según la Cepal. Casi todos estos países, a diferencia de Venezuela, están atrayendo inversiones y creando industrias que generarán crecimiento a largo plazo.

Mi opinión: Venezuela ha sido uno de los países latinoamericanos que más dinero ha recibido en los últimos años, pero lo ha despilfarrado en subsidios y en grandiosos proyectos de propaganda internacional que, cuando caiga el precio del petróleo, dejarán al país hundido por muchos años.

El deterioro venezolano se debe al caótico manejo económico de Chávez, a la implementación de un modelo narcisista-leninista que apunta a destruir el sector privado y a crear un país de zombis dependientes del Gobierno, y en parte a razones francamente inexplicables. Cuando Chávez vuelva a la luz pública, debe ser recibido como autor de un verdadero milagro económico al revés.

* Periodista