viernes, 19 de febrero de 2010

Privatizar la Educación

Por: Fritz Du Bois
PERU 21
19-02-10

Son alentadores los resultados de la encuesta que hoy publicamos ya que, por primera vez, una mayoría de limeños considera que la educación en general está mejorando. Sin embargo, a medida que se pregunta a los encuestados su percepción sobre los colegios del Estado, desaparece el optimismo.

Si bien los esfuerzos del Gobierno, evaluando a los maestros e incentivando a los buenos, van sin duda a dar frutos en algunos años, el problema es que el país no puede esperar tanto y es, por ello, impostergable acelerar el cambio. Una manera relativamente rápida de lograrlo es privatizando.

Es inevitable, luego de la satanización de la que ha sido objeto el término privatización, que el solo usarlo genere indignación en sectores ideologizados, que son los causantes de que generaciones de peruanos salgan prácticamente analfabetas luego de 12 años estudiando.

Sin embargo, cuando se ven los excelentes resultados académicos de esfuerzos privados en colegios del Estado –ya sea por concesión, como es el caso de Fe y Alegría, o por adopción, como son las Escuelas Exitosas del IPAE–, entonces nos preguntamos por qué no hay más de ellos. En la actualidad, hay 82 mil alumnos en el primero, y 650 escuelas rurales apoyadas por el segundo. Sin duda, esfuerzos encomiables, pero falta una enormidad si consideramos que hay más de 6 millones de estudiantes en colegios estatales.

Por ello, haría bien el Gobierno en incentivar un aumento del apoyo privado. Así, por ejemplo, se podría revisar el tratamiento tributario que reciben las empresas que donan recursos para estos esquemas o apoyar la canalización de recursos de cooperación internacional. Lo urgente es actuar con convicción para incrementar este tipo de esfuerzos que, sin duda alguna, aceleran la transformación de la educación.

Pese a que en nuestro país existe temor político a ser radical en el tema educativo, es innegable que solo los países que aplicaron esquemas innovadores –como entregar la administración de la escuela rural a la comunidad o distribuir cupones educativos para que sea el alumno el que decida dónde estudiar– han logrado mejorar la calidad de la enseñanza estatal. En nuestro caso, tenemos la ventaja de que la experiencia exitosa que se ha tenido con esfuerzos de apoyo privado, como los mencionados, permitiría –fomentándolos– cortar camino y ganar años. Ojalá que el Gobierno se vuelva más imaginativo.

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