Por: Richard Webb
EL COMERCIO
07-12-09
Hace unos días, el profesor Michael Porter, de la Universidad de Harvard, pionero en los campos del planeamiento estratégico y de la competitividad nacional, dictó una conferencia en Lima. Su mensaje principal fue la falta de una estrategia económica en el Perú. El valor de sus comentarios fue más el de un sermón al estilo Savonarola, reprendiéndonos por diversas faltas económicas y sociales, que el de una receta precisa para aplicar. El sermón castigador siempre ha sido popular, pero muchas veces logra su efecto dramático con base en inexactitudes. Sabemos que al Perú le falta justicia social, educación de calidad, salud al alcance de todos, planificación, investigación tecnológica, infraestructura, exportaciones manufactureras y de servicios, mejor capacidad negociadora, un buen Poder Judicial, derechos de propiedad y más formalidad, y sin duda la repetición de cada una de esas carencias justificó la venida del profesor Porter. Pero antes de proponer nuevas políticas hace falta enmendar algunas imprecisiones de su discurso. No es cierto que las exportaciones con valor agregado “se encuentran casi estancadas”. Si bien predomina la exportación de minerales, la de manufacturas y productos agrícolas de alto valor ha crecido en forma extraordinaria y sostenida a la tasa de 14% al año durante una década. Es notable el éxito de los textiles, cuya exportación también aumentó en 14% al año; del café y cacao, sentando una marca de calidad y llevando desarrollo alternativo a zonas que antes solo contaban con la coca; y del turismo, que apalanca el despegue de lugares alejados, revalora la riqueza cultural, ecológica y gastronómica, y forja orgullo y sentido de país.
Tampoco puede decirse que no ha habido aumento en el empleo. En Lima y muchas otras regiones el salario se ha elevado ante la falta de mano de obra. En Arequipa, el jornal agrario en 2003 estaba entre 12 y 15 soles, cuando hoy llega a 30 o 35 soles. Otra inexactitud es decir que la inversión extranjera solo ha consistido en comprar empresas existentes, cuando se ha producido una masiva inversión en capacidad antes no existente en minas, telecomunicaciones, energía, hoteles, banca y otras actividades. Y si bien seguimos relegados en las comparaciones internacionales de competitividad, la evaluación del Banco Mundial registra una fuerte mejora en ese aspecto. Seguimos lejos de las metas, pero el avance reciente del Perú no es una ilusión.
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