Por: Jaime de Althaus
EL COMERCIO
20-02-09
Hugo Chávez debe estar abrazando la sensación del poder absoluto, pero todo en Venezuela es ilusión. Ganó efectivamente el referéndum que le permitirá tentar la reelección infinita, pero lo ganó convirtiendo al Estado y a las FF.AA. en su propio partido, gastando ingentes recursos públicos en la campaña. El Estado es su hacienda personal. Para este proceso tomó —así como lo lee— US$ 12.000 millones de las reservas del Banco Central y las transfirió al presupuesto para financiar los regalos de la campaña y seguir repartiendo los próximos meses. Si no me cree, abra la página web del Banco Central de Venezuela, haga clic en “reservas”, y verá como estas se desploman bruscamente de US$42.005 millones el 20 de enero a US$29.460 millones el 21 de ese mes.
Eso no es novedad. Ya en anteriores ocasiones Chávez había tomado reservas del Banco Central, por ejemplo, para pagar expropiaciones o para un fondo social. Pero nunca lo había hecho en una magnitud grosera como esta. Y es posible que esta propensión se agudice en la medida en que el precio del petróleo se mantenga bajo y si es que quedan reservas. Porque lo que está ocurriendo es que la economía se está tragando los dólares oficiales, cuyo precio está muy por debajo del dólar paralelo, que está ya a un 150% por encima del primero. Cuando la fantasía se desvanezca y la moneda local se devalúe estrepitosamente, la inflación, que en alimentos está ya por encima del 50% al año, se multiplicará. Y entonces también el bolívar será una ilusión, si ya no lo es.
Pero es en el sector “real” donde, paradójicamente, la ficción es mayor. El año pasado la industria, por ejemplo, creció menos del 2%. En Venezuela nadie invierte, y solo crecen los negocios vinculados al poder y los proveedores del Estado. Los alimentos y los bienes hay que importarlos y no se genera empleo. Los pobres viven de las dádivas del tirano, que se diluirán cada vez más en inflación. Y allí, hasta las dádivas serán ilusión.
Lo que no es ilusión, sino realidad absoluta, es la corrupción: sea para venderle al Estado; en las empresas públicas y las obras; o para comprar los dólares Cadivi (como los legendarios MUC), más baratos, que se expenden incluso para importar productos suntuarios como licores o las camionetas Humers de 100 mil dólares o más que compulsivamente compra la nueva y radiante boliburguesía. Por eso, salvo el poder, todo es ilusión, como proclamaba Sendero Luminoso.
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