Por Fritz Du Bois
20-07-08
Al igual que el personaje de Hitchcock, al cual la altura le daba vahídos, parecería que al Banco Central de Reserva le produce mareos la velocidad del crecimiento por lo que lo quiere frenar. Ellos quisieran bajar el ritmo del 9% actual a un 7% que consideran sostenible y adecuado, evidentemente buscan que la desaceleración los ayude a bajar la inflación, lo cual suena a una intención razonable.
Sin embargo, siempre es alarmante ver otra muestra de esa tendencia que tienen los funcionarios públicos de creer que son pianistas y pueden dirigir la economía apretando teclados, ya que nunca ha dado buenos resultados. Basta ver el mercado cambiario: las medidas de los últimos meses tomadas por el BCR han generado la mayor volatilidad en el tipo de cambio de los últimos 10 años y han complicado aun más el panorama inflacionario, por lo que ese resultado no puede haber sido su intención. Asumamos, por ejemplo, que el sector privado sobrerreaccionara a medidas de enfriamiento --que es probable, pasan de optimismo a pesimismo con facilidad-- en lugar de 7% podríamos terminar en 4 o 5%, nivel que a más de uno en el BCR le podría parecer adecuado, pero la población lo sentiría como si hubiéramos entrado en recesión. Incluso, ante el posible racionamiento energético, que ya de por sí puede convertirse en un enfriamiento involuntario del crecimiento, viene a la memoria esa monstruosidad de los 90 cuando se prohibió la inversión en hidroeléctricas para forzar la demanda de gas, confirmando que no importa el sector. Siempre que el Estado cree que puede dirigir al mercado, el país termina perjudicado.
No hay que temerle al crecimiento, lo importante es asegurarse que este sea sano. Es decir, que no sea impulsado fiscalmente o por un sistema financiero descontrolado. Sobre lo primero, sería contraproducente que el Gobierno aumente su ineficiente gasto corriente, sería echar kerosene a la hoguera de la inflación, más bien no solo debe mantener el 3% de superávit fiscal sino incrementarlo y con ello aumentar aun más su fondo de estabilización. A los ministros que amenazan con irse si no les dan más para gastar habría que agradecerles por los servicios prestados, la estabilidad es mucho más importante que un presupuesto sectorial. Respecto del mercado de crédito, el mantener una atenta supervisión es fundamental. Sin embargo, a la fecha no hay señal de que el incremento de préstamos esté llevando a un deterioro de la cartera de los bancos, al contrario, el nivel de atraso sigue siendo el más bajo registrado. Por otro lado, después de más de 30 años la población empieza a tener nuevamente acceso a un mercado hipotecario, sería desproporcionado frenarlo ahora, cuando ni siquiera se ha desarrollado, más aun estando a años luz del riesgo de burbujas inmobiliarias o papeles subprime en nuestro mercado.
Por ello, si nos aseguramos de un gasto público controlado, cuentas externas holgadas y un sistema financiero bien supervisado no tiene sentido frenar un crecimiento impulsado por la inversión del sector privado. Más bien, lo que se debe hacer es mantenerlo eliminando los cuellos de botellas que lo podrían desacelerar, dentro de los cuales la falta de infraestructura es el principal, seguido por la rigidez del mercado laboral. Si el Gobierno implementa reformas estructurales y entrega concesiones con convicción, nuestra economía puede seguir creciendo durante años a tasas similares a las de hoy y generar prosperidad y bienestar. Frenarla por temor sería condenarnos a la mediocridad y peor aun el 2011 se estaría entregando en bandeja el país a algún trasnochado radical.
Fuente: http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-07-20/vertigo.html
domingo, 17 de agosto de 2008
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