domingo, 13 de junio de 2010

En un Paraíso de Vikingos

Por: Timothy Garton Ash, Historiador
EL COMERCIO
13-06-10


“¡Salarios iguales ya! ¡Salarios iguales ya!”, se oían los gritos desde la ventana de mi hotel en Oslo, mientras los huelguistas y sus partidarios se manifestaban ante el Parlamento noruego. ¿Cómo era posible? ¿Hay huelgas hasta en el paraíso?

Noruega es, de acuerdo con casi todos los parámetros, algo muy parecido a un paraíso terrenal. En renta per cápita es uno de los países más ricos del mundo. Es también uno de los más igualitarios. Posee un sistema de bienestar que es la envidia de todos los socialdemócratas. Las madres tienen 10 meses de permiso de maternidad con el sueldo completo. El año pasado, fue el primer país del mundo en el respetado índice de desarrollo humano, que utiliza criterios de expectativa de vida, alfabetización y nivel de vida. Ah, sí, y en estos tiempos de dificultades fiscales, tiene un superávit presupuestario de más del 9%. Y dedica más del 1% de su PBI a ayudar a otros países.

No es extraño que todo tipo de gente lo mencione como prueba de todo tipo de cosas. Euroescépticos conservadores británicos como Daniel Hannan y el recién elegido miembro del Parlamento Mark Reckless lo consideran un ejemplo de lo bien que podría irle a Gran Bretaña si abandonara la Unión Europea.

Por otra parte, para Richard Wilkinson y Kate Pickett, Noruega es un ejemplo de los efectos beneficiosos de la igualdad. En su influyente libro “The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always do Better”, mencionan varias veces a Noruega, junto con otros países escandinavos, para ilustrar numerosos beneficios de la igualdad. “En Noruega —escriben— no es infrecuente ver cafés que tienen mesas y sillas en la acera y mantas dejadas fuera para que la gente las use si tiene frío mientras se toma un café. A nadie le preocupa que los clientes o los transeúntes roben las mantas”.

“¡Tonterías!”, exclaman otros. La clave de todo esto no es más que el petróleo. El modelo igualitario socialdemócrata se sostiene exclusivamente gracias a las amplias exportaciones de gas y petróleo de Noruega, cuyos ingresos se han ido almacenando en el que es hoy el segundo fondo soberano del mundo… suficiente para permitir que los menos de cinco millones de habitantes del país sigan disfrutando del bienestar socialdemócrata al que están acostumbrados. La felicidad noruega la paga, por así decir, el calentamiento global.

Claro que también es posible que la clave del éxito noruego esté simplemente en los noruegos. Quizá son sus extraordinarias tradiciones de sólida autodependencia, esfuerzo y sentimiento de comunidad, celebradas en la historia y la leyenda con referencias que se remontan en la imaginación hasta la época de los vikingos. Al fin y al cabo, el país marchaba muy bien con sus exportaciones de pescado, madera y productos manufacturados y su industria naviera incluso antes de que se descubriera petróleo en los años 60.

Conozco demasiado poco el país nórdico para saber qué tienen de verdadero o falso estas distintas versiones y qué les falta a todas. Pero Noruega —o quizá debería decir el concepto de “Noruega”— es un buen ejemplo del peligro de extraer conclusiones demasiado simples de la experiencia de otros países o proyectar las conclusiones que uno desea para su propio país. Noruega está fuera de la UE; Noruega es un país rico y feliz; luego salgamos de la UE y nosotros también seremos ricos y felices. Muchas veces, uno acaba cayendo en la vieja falacia de confundir correlación con causa.

Si las cosas van verdaderamente fatal en el resto de Europa, puede que Noruega se encuentre con una oleada a la inversa de vikingos modernos —“vikingos pacíficos”, por supuesto— que vayan en busca de trabajo y bienestar a esas tierras más felices del norte. Me han contado que los ciudadanos de la UE tienen permiso para vivir en Noruega hasta tres meses mientras buscan trabajo. ¿Alguien se siente tentado?

Glosado del original. (C) Diario “El País”, SL/ Timothy Garton Ash. Prisacom. Exclusivo para El Comercio en el Perú.

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