Por: Richard Webb
EL COMERCIO
14-06-10
No existe religión, partido, club o cualquier otra institución humana que genere el nivel de devoción, energía y ayuda mutua que produce la familia. Las excepciones a esta norma, por ejemplo los seguidores de alguna religión que se sacrifican como bombas humanas, son tildados de fanáticos. Pero se considera normal la inmolación diaria de una madre por sus hijos, la privación de jóvenes que dejan la escuela para financiar el estudio de hermanos menores o hijos que se entregan sus vidas personales al cuidado de sus viejos.
La energía social que emana de la familia juega un papel central en la economía, al crear núcleos de confianza, cooperación y entendimiento mutuo, elementos esenciales para la productividad. Muchos atribuyen el éxito de las empresas peruanas al sistema capitalista, pasando por alto que en su gran mayoría se trata de negocios familiares impulsados por una enorme dosis de trabajo solidario y motivación no egoísta. La familia resuelve, además, una gran parte de las necesidades sociales del país: cría niños, proteje mujeres y sostiene discapacitados y mayores de edad.
La importancia de la familia es poco reconocida. Los economistas hablan de empresas, de políticas y normas legales, pero dentro de un mundo de racionalidad egoísta que no deja lugar para la solidaridad interna de la familia. Algunos resaltan el papel productivo de ciertas instituciones, como el imperio de la ley y la propiedad privada, pero hacen caso omiso a la familia como institución más importante. Los sociólogos buscan identificar el papel de los grupos colectivos, como los trabajadores o los residentes de alguna región o etnia, pero descuidan el gran motor de la acción humana que es la pequeña agrupación familiar.
La Constitución ordena al Estado proteger a la familia, pero sus intervenciones están dirigidas más bien a proteger a los individuos. La familia es tratada como una agrupación accidental de individuos y no como un núcleo colectivo pensante, con espíritu y objetivos propios, cuya funcionalidad requiere de un grado de autonomía. No sorprende, entonces, que se creen sistemas de pensión que solo cubren a una pequeña minoría de la población y que se prohíba el trabajo infantil de una manera ciega, sin tomar en cuenta la realidad de una familia microempresaria. En vez de proteger se termina socavando la piedra angular de más valor en la construcción del país, que es la fuerza de sus familias.
lunes, 14 de junio de 2010
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