martes, 11 de noviembre de 2008

La Crisis en Debate

Por Daniel Córdova*
EL COMERCIO
11-11-08


La severidad de la crisis económica global ha generado una ola de comentarios irónicos y plenos de satisfacción de los críticos del capitalismo. Quién iba a imaginar que menos de veinte años después del derrumbe del Muro de Berlín, economistas de izquierda y periodistas contrarios al libre mercado iban a resucitar a Marx sin parecer ridículos. Quién iba a imaginar que el desarrollo de muchos países del Tercer Mundo (desde Corea del Sur hasta Chile), sobre la base de instituciones capitalistas, iba a ser ignorado de un plumazo a raíz de una de las más importantes crisis experimentadas en los países desarrollados de Occidente.

Más allá de las circunstancias, la aparente resurrección de Karl Marx tiene su origen en dos factores indisociables. Primero, en la ignorancia económica e histórica de quienes buscan ahí donde ya buscamos demasiado en el pasado quienes hemos estudiado a Marx a profundidad.
Segundo, en esa caricatura llamada neoliberalismo que confunde el liberalismo con postulados fundamentalistas en contra de la regulación de mercados como el financiero.

La teoría de Marx tiene dos pilares: la teoría del valor trabajo y la creencia de que el capitalismo, por sus contradicciones, desembocará inevitablemente en un paraíso terrenal gerenciado por la clase obrera, el comunismo.

Según su teoría del valor, solo el trabajo manual genera riqueza. La capacidad emprendedora, la gerencia, la intermediación financiera y el comercio solo son mecanismos para apropiarse de la plusvalía generada por el obrero. Sobre la base de esta teoría, por ejemplo, se dio la reforma agraria en el Perú, bajo el lema "La tierra para el que la trabaja". ¿Y qué pasó? Se expulsó al empresariado del campo y se incubó la más eficaz maquinaria generadora de pobreza de nuestra historia.

Joseph Schumpeter nació el año en que murió Marx. Fue el economista que de manera más efectiva mostró que el principal agente generador de valor es el empresario.

Y aquellos que pensaron que el desarrollo empresarial era imposible desde la pobreza, como parte de una economía de mercado, han sido desmentidos por el desarrollo de los países del este asiático y, para no irnos del Perú, por historias como las de los ayacuchanos hermanos Añaños, del grupo Aje, y los huancavelicanos hermanos Flores, de Topitop, empresarios que surgieron de la pobreza para ser ahora millonarios dueños de transnacionales peruanas y generadores de empleo y desarrollo.

No basta, sin embargo, dicha historia para comprender la crisis económica de estos días. Para entender esta crisis se requiere reconocer que el capitalismo no es solo libre mercado.
El capitalismo es mercado y Estado, pero no cualquier Estado. Un Estado que genere reglas de juego claras, que promueva la competencia, que haga respetar los derechos de propiedad privada y que regule mercados como el financiero.

En el Perú sucedió hace diez años algo similar que en Estados Unidos --guardando distancias y proporciones--, cuando el Estado tuvo que rescatar a un banco que si se caía, se llevaba consigo el sistema. Se hizo bien. Luego, se siguió afinando un sistema de regulación bancaria que nos permite enfrentar esta crisis con mayor solvencia que la mayor parte de países del mundo.
Son las instituciones que regulan el desarrollo de los mercados desarrollados las que han fallado.

De ahí que la salida de la crisis consistirá en un nuevo diseño institucional para que el capitalismo pueda funcionar mejor. No en un derrumbe del capitalismo, como lo desearían quienes no quieren reconocer que, a pesar de la crisis, Marx está bien enterrado.


* Economista, Decano de Economía de la UPC

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