Por: Jaime de Althaus Guarderas
EL COMERCIO
07-11-08
La gran ventaja de la elección de Barack Obama para nosotros es que podría ayudar a desactivar o desarmar ese radicalismo antiestadounidense o anticapitalista que hay en parte de América Latina y en Oriente Medio. El rostro del Imperio sin duda será mucho más amigable, un Imperio, por lo demás, disminuido y fuertemente golpeado por el desplome financiero y económico.
Al mismo tiempo, sin embargo, el triunfo de Obama alienta las corrientes populistas en el mundo entero. El pensamiento de izquierda parece haberse reanimado y está construyendo la fantasía de que lo ocurrido en Estados Unidos es el fin de una era y --dice el prestigioso historiador marxista Eric Hobsbawn-- el equivalente dramático de la caída de la Unión Soviética a fines de los ochenta.
Por supuesto, no hay tal. Lo más que podría decirse es que esto es el fin de la falta de regulación en la banca de inversión y de los derivados financieros generados los últimos años, y quizá de parte de la arquitectura financiera diseñada en Bretton Woods en 1944, luego de la Segunda Guerra Mundial. Es probable, en ese sentido, que el FMI pase a la historia y sea reemplazado por alguna suerte de coordinador o regulador mundial ya no solo de los desequilibrios en las balanzas de pagos, sino la masa monetaria mundial y los flujos de crédito y capital. Algo que se acercaría a lo que podría ser un protobanco central global.
Pero eso no sería el fin del capitalismo, sino, por el contrario, su globalización absoluta, su perfeccionamiento, su realización final. Significaría actualizar los instrumentos reguladores al nivel que han alcanzado las relaciones financieras y económicas globales. Porque en una economía cada vez más global, que no entiende de fronteras, instituciones reguladoras nacionales, con fronteras, resultan obsoletas e ineficaces.
La gran crisis financiera que estamos viviendo ha sido, así, el síntoma de un retraso notorio de la institucionalidad y se convierte en la ocasión para dar el salto al siguiente diseño que regule el capitalismo mundial. Ojalá Barack Obama entienda esto y no ocurra que en lugar de actualizar la institucionalidad global a los avances del capitalismo mundial, opte por hacer retroceder la economía estadounidense al estado institucional ya obsoleto, lo que ocurriría si cede a la tentación natural, pero regresiva de levantar barreras proteccionistas, lanzar medidas populistas e intervenir el mercado o reintroducir sobrerregulaciones en la economía real. Sería el retorno al feudalismo.
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