lunes, 3 de enero de 2011

Atisbando un Futuro Dinámico

Por: Richard Webb
EL COMERCIO
03-01-11


Todo apunta a un futuro dinámico, pero no nos engañemos. El crecimiento económico no es benigno. No es, como pintan las teorías económicas, una simple y tranquila acumulación, como quien levanta un rascacielos, piso tras piso. Más bien, dijo Schumpeter, el más realista de los economistas, el crecimiento es un proceso de creación destructiva, donde lo nuevo reemplaza a lo viejo. A diferencia de los políticos sordos, que no escuchan el reclamo de Manuel González Prada, los viejos a la tumba, el mercado sí renueva. El supermercado desplaza a la bodega de esquina, la cadena farmacéutica a la botica de barrio y la fábrica moderna al artesano. El motor del crecimiento es la innovación tecnológica y su otra cara es la obsolescencia. Cada año, se le prenden los foquitos a cientos de miles de nuevos empresarios, quienes se lanzan sacrificando ahorros, reputación y horas familiares. La mayoría fracasa. Un seguimiento de pequeños negocios nacidos en Estados Unidos registró que uno de cada cuatro desaparecía al año, la mitad a los cuatro años y el 70% a los diez años. Así también el tocadiscos, el telegrama, el fax, el televisor a tubos deslumbran un día, y pasan al tacho al día siguiente. A esa mortalidad normal debemos sumar las épocas de extinción masiva. Según Steve Schwarzman, presidente del fondo de inversión Blackstone, la crisis del 2008 hizo desaparecer el 40% de la riqueza financiera mundial.

Nos resistimos a la verdad darwiniana de los mercados. Reclamamos que el gobierno proteja el empleo, que no fracase ningún negocio, que no se tumbe nada viejo, que los campesinos no abandonen sus tierras aunque les vaya mejor en las urbes, que los barrios sigan siendo residenciales. Protestamos cuando el avance no es parejo para todos, y cuando se pierden los valores de familia, comunidad y amistad, desplazados en la funcionalidad competitiva de la economía moderna. El economista tradicional insiste en que todo es para mejor. El radical se frota las manos ante las desigualdades y los dolores reales de algunos.

Navegar el futuro no es cosa de poner la nave en piloto automático. Cualquier ola puede esconder una roca mortal. Se requiere la atención permanente del marinero instalado en la cofa de vigía para no encallar ni en el Escila del estancamiento ni el Caribdis de los conflictos sociales, aquellos monstruos de la mitología griega que eran una amenaza inevitable para los marineros, ya que evitar uno significaba pasar demasiado cerca del otro.

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