viernes, 10 de septiembre de 2010

La Ceguera

Por: Jaime De Althaus Guarderas
EL COMERCIO
10-09-10


Parece una burla macabra que hayan tenido que pasar 50 años para que Fidel Castro se percate de que el “modelo cubano” no funciona. Pero ello no debería asombrarnos, y menos aún que la crítica venga ahora del propio Fidel y no de la sociedad. Es consecuencia del modelo mismo, del sistema de control político absoluto propio del sistema comunista, que alcanzó niveles de perfección –eso sí– en Cuba. Allí no hay libertad de expresión ni de información. Está prohibido pensar, criticar e incluso saber lo que realmente ocurre. Carece, entonces, del mecanismo interno para su propia renovación. Es la combinación de la ceguera con la mudez.

En Cuba hay un solo periódico –el “Gramma”– cuyo editorialista único es Fidel Castro, que en lo que constituye la envidia del periodista de opinión– dicta desde su columna las políticas y critica, cuando no le gustan, las tímidas reformas que su hermano Raúl osa lanzar, anulándolas por supuesto. Hay cinco canales de televisión, uno dedicado al deporte, dos a programas educativos y los restantes a noticias. Las noticias nacionales son siempre positivas o, cuando son malas, ello es siempre culpa del imperio o de la naturaleza y entonces se presenta a las autoridades de la “revolución” luchando junto con el pueblo para enfrentar la adversidad. Las noticias internacionales, en cambio, son siempre negativas: exponen la violencia y las revueltas sociales que ocurren en otros países –por ejemplo, en el Perú. Y como Internet está prohibida –así como lo lee–, el resultado es que mucha gente cree que, si bien pasa las de Caín para sobrevivir, por lo menos se encuentra en un país relativamente ordenado y protegido por Fidel mientras el resto del mundo se cae a pedazos.

En un ambiente así, resguardado, además, por los comités de la revolución en cada manzana, no es de extrañar que hasta el propio Castro se haya creído su propia mentira. Y que solo él pueda quitarse la venda de los ojos. Naturalmente, ese acto de iluminación no irá al extremo de retirar las mordazas de las bocas de los cubanos. Pero sí a cortar algunas de las sogas que atan sus manos. Hace un mes Raúl Castro anunció que se autorizaría a los cubanos a abrir pequeños negocios. Imagínese. En Cuba nadie podía tener siquiera una pequeña bodega, menos aun un taxi. La iniciativa individual prohibida. La voluntad, anulada. Todos menores de edad, minusválidos morales. Hace un año y medio se promovió la entrega de algunas tierras en posesión privada –no en propiedad– a quien quisiera trabajarlas, para ver si se reducía el déficit de alimentos. Pero quienes incursionaron fracasaron porque no existe el mercado que les abastezca de equipos, insumos o crédito.

Es la ocasión precisa para que Patria Roja, aliada de Susana Villarán, abjure del credo comunista. ¿Lo hará?

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