Por: Richard Webb
EL COMERCIO
09-08-10
Es hora de poner patas arriba la frase de Zavalita. En vez de cuándo se jodió el Perú, podemos preguntarnos cuándo se arregló. Los últimos 20 años han sido de exitosa expansión productiva y superación de retos a la democracia, pero como en toda obra de construcción el avance visible se levanta sobre cimientos menos visibles. Si no apreciamos hoy esos cimientos, la culpa la tiene en parte la acusadora pregunta del personaje de “Conversación en La Catedral”, que ha reforzado una perversa fijación nacional en lo negativo.
Los cimientos del Perú moderno son obra del siglo XX, cuando se creó la infraestructura física e institucional que requiere una nación moderna, y cuando se logró una satisfactoria prueba piloto de desarrollo, instilando experiencia y confianza. A pesar de los altibajos, el avance económico fue considerable. Según Bruno Seminario y Arlette Beltrán de la Universidad del Pacifico, la producción total se multiplicó 61 veces desde 1896. A la vez, se pobló el país, pasando de 4 a 29 millones de habitantes. No obstante la ola humana, la producción pudo más y el ingreso por persona creció 2% al año, tasa ligeramente mayor a las registradas durante siglo y medio en Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Holanda, Australia y Canadá cuando se industrializaban. Seguimos atrasados, pero no por estar parados durante el siglo XX sino por la parálisis arrastrada de siglos anteriores.
La clave fue la integración. En 1900 casi todos los peruanos vivían aislados en pequeñas comunidades y haciendas, la miseria y mala salubridad mataban a 159 niños de cada mil antes de cumplir un año (hoy son 29). A partir de los cinco o seis años los niños empezaban una vida de trabajo, no existía la escuela, excepto algunos ferrocarriles todo viaje por el territorio era a pie, humano o de bestia, o en barco. No votaban mujeres ni analfabetos y las elecciones eran ferias para las turbas y los manipuladores.
La unificación interna fue impulsada por sucesivas olas de tecnología comunicativa, el telégrafo, la radio, los automóviles y caminos, el teléfono, la televisión y ahora las señales satélite e Internet, avances tecnológicos que fueron acompañados y reforzados por la escolaridad masiva y el alfabetismo. Y desde mediados de siglo, la iniciativa integradora pasó de manos del Estado a los pies de la población misma, que hizo maletas y se trasladó masivamente a las ciudades, como acertadamente lo ha descrito José Matos Mar en El Desborde Popular. Lejos de estar jodidos, el Perú es ahora un territorio en camino de ser una nación.
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