Por: Waldo Mendoza, Economista*
EL COMERCIO
25-03-10
Estamos en un nuevo ciclo expansivo. Según el Fondo Monetario Internacional, la economía peruana crecerá 6,25% este año y tendremos un importante ingreso de capitales.
Es un buen momento para que el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) acumule sostenidamente reservas internacionales. Las crisis externas de 1998-1999 y 2008-2009, así como el episodio del verano del 2006, muestran la importancia de tener muchas reservas.
En 1998, cuando la crisis rusa desencadenó una salida de capitales, el BCRP no contaba con suficientes reservas y tampoco hacía la política monetaria como hoy, fijando la tasa de interés. Entonces, se limitó a observar el trabajo que hacía el mercado: la salida de capitales produjo el derrumbe del crédito bancario y el salto del tipo de cambio y la tasa de interés. Como resultado, el crecimiento de 7 % en 1997 dio paso a una recesión en 1998.
Entre fines del 2005 y principios del 2006, cuando el candidato Ollanta Humala aparecía como puntero en las encuestas presidenciales, se produjo un miniataque especulativo, una elevación súbita de la demanda por dólares de parte del sector privado. El BCRP conjuró rápido el miniataque vendiendo unos US$1.000 millones. El tipo de cambio casi no se movió, pasaron las elecciones y el BCRP recompuso rápidamente su tenencia de reservas.
Por último, desde que explotó la última crisis internacional en octubre del 2008 hasta marzo del 2009, el BCRP vendió alrededor de US$7.000 millones, aparte de la venta de certificados de depósitos indexados al dólar. Esta inyección de dólares evitó un salto del tipo de cambio, permitió que el crédito bancario no se paralizara y evitó una caída del PBI.
Actualmente, la posición de cambio, los dólares que son del BCRP, suma US$25.000 millones, US$3.000 millones menos de lo que teníamos a mediados del 2008.
Ese nivel es modesto. En el Perú, los choques externos adversos, así como los eventos políticos desagradables para el mercado, pueden estar a la vuelta de la esquina.
(*) Jefe del Departamento de Economía de la PUCP
jueves, 25 de marzo de 2010
martes, 23 de marzo de 2010
Monedas Fuertes en Latinoamérica
Por: Andrés Oppenheimer
EL COMERCIO
23-03-10
Justo cuando todos estábamos celebrando que Latinoamérica ha salido relativamente indemne de la crisis económica mundial, una nueva amenaza podría poner en peligro el crecimiento de la región: las monedas cada vez más fuertes.
A simple vista, la constante valorización de muchas monedas latinoamericanas es una buena noticia para muchos en la región. Una vez más, muchos latinoamericanos podrán importar con mayor facilidad productos de lujo. Pero, por otro lado, la constante apreciación de las monedas podría perjudicar las exportaciones de la región.
Marcelo Giugale, director de la Oficina de Política Económica y Pobreza para América Latina del Banco Mundial, me hizo notar ese peligro. Subrayó que, irónicamente, las economías de mejor desempeño serán las más afectadas por la fortaleza de sus monedas. Los países más exitosos tendrán que aprender a vivir con monedas fuertes, dijo Giugale. Eso los hará menos competitivos.
El razonamiento es simple: con las tasas de interés en EE.UU. a casi cero, cada vez más inversores estadounidenses y europeos están comprando monedas locales de América Latina para aprovechar las tasas de interés más altas de la región, ganar más intereses y luego convertir sus ahorros nuevamente a dólares.
Es cierto que muchos inversores extranjeros perdieron hasta la camisa con este juego, cuando varios países de la región sufrieron crisis financieras y devaluaron sus monedas repentinamente. Pero la mayoría de los economistas coincide en que los países latinoamericanos financieramente responsables no caerán en crisis económicas en el futuro inmediato, y que la región en general crecerá más del 3% este año.
Ya sea por la caída del dólar o por la constante apreciación de las monedas latinoamericanas, lo cierto es que en los últimos 12 meses la moneda de Brasil se apreció un 24% respecto del dólar, la de Colombia un 25%, la de Uruguay un 19%, la de México un 17%, la de Chile un 12% y la del Perú un 10%.
En casi todos estos países, un constante flujo de dólares del exterior está creando una gran demanda de moneda local, que hace apreciarse a sus monedas. Entre las excepciones a la regla está Argentina, cuya moneda se depreció en un 7%, en gran medida porque el país no atrae capital extranjero.
“Exportar desde lugares como Bogotá, Lima, Sao Paulo o Santiago será más caro”, dijo Giugale, explicando que los costos laborales locales serán más altos en dólares estadounidenses. “Les resultará más difícil vender sus productos en EE.UU. y en cualquier otro país que mantenga su moneda atada al dólar estadounidense, incluyendo a China”.
¿Entonces, qué deberían hacer los países de la región? Según Giugale y muchos otros economistas, firmar nuevos acuerdos de libre comercio para expandir sus mercados todavía será una buena opción, pero no será suficiente. Para crecer, la región tendrá que generar nuevos —y cada vez mejores— productos de exportación.
En otras palabras, para ser competitivos, los países latinoamericanos con monedas fuertes le tendrán que apostar a la innovación. Ese va a ser un reto enorme, porque la región apenas está recibiendo el 2% de la inversión mundial en investigación y desarrollo, mientras que los países asiáticos están recibiendo el 28%, según la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana (Ricyt).
Mientras que China invierte el 1,4% de su PBI en investigación y desarrollo, Brasil invierte el 1%, Argentina el 0,6%, México el 0,4%, y Colombia y el Perú 0,1% cada uno, según Ricyt.
Mi opinión: Las monedas fuertes generalmente son señal de economías saludables, y deben ser el objetivo de cualquier país. Pero los países latinoamericanos deberían tratar de que la valorización de sus monedas sea gradual, y no especulativa, y asegurarse de que no perjudique sus exportaciones. Para exportar con monedas fuertes, tendrán que vender productos cada vez más sofisticados, lo que requerirá más innovación y más educación.
EL COMERCIO
23-03-10
Justo cuando todos estábamos celebrando que Latinoamérica ha salido relativamente indemne de la crisis económica mundial, una nueva amenaza podría poner en peligro el crecimiento de la región: las monedas cada vez más fuertes.
A simple vista, la constante valorización de muchas monedas latinoamericanas es una buena noticia para muchos en la región. Una vez más, muchos latinoamericanos podrán importar con mayor facilidad productos de lujo. Pero, por otro lado, la constante apreciación de las monedas podría perjudicar las exportaciones de la región.
Marcelo Giugale, director de la Oficina de Política Económica y Pobreza para América Latina del Banco Mundial, me hizo notar ese peligro. Subrayó que, irónicamente, las economías de mejor desempeño serán las más afectadas por la fortaleza de sus monedas. Los países más exitosos tendrán que aprender a vivir con monedas fuertes, dijo Giugale. Eso los hará menos competitivos.
El razonamiento es simple: con las tasas de interés en EE.UU. a casi cero, cada vez más inversores estadounidenses y europeos están comprando monedas locales de América Latina para aprovechar las tasas de interés más altas de la región, ganar más intereses y luego convertir sus ahorros nuevamente a dólares.
Es cierto que muchos inversores extranjeros perdieron hasta la camisa con este juego, cuando varios países de la región sufrieron crisis financieras y devaluaron sus monedas repentinamente. Pero la mayoría de los economistas coincide en que los países latinoamericanos financieramente responsables no caerán en crisis económicas en el futuro inmediato, y que la región en general crecerá más del 3% este año.
Ya sea por la caída del dólar o por la constante apreciación de las monedas latinoamericanas, lo cierto es que en los últimos 12 meses la moneda de Brasil se apreció un 24% respecto del dólar, la de Colombia un 25%, la de Uruguay un 19%, la de México un 17%, la de Chile un 12% y la del Perú un 10%.
En casi todos estos países, un constante flujo de dólares del exterior está creando una gran demanda de moneda local, que hace apreciarse a sus monedas. Entre las excepciones a la regla está Argentina, cuya moneda se depreció en un 7%, en gran medida porque el país no atrae capital extranjero.
“Exportar desde lugares como Bogotá, Lima, Sao Paulo o Santiago será más caro”, dijo Giugale, explicando que los costos laborales locales serán más altos en dólares estadounidenses. “Les resultará más difícil vender sus productos en EE.UU. y en cualquier otro país que mantenga su moneda atada al dólar estadounidense, incluyendo a China”.
¿Entonces, qué deberían hacer los países de la región? Según Giugale y muchos otros economistas, firmar nuevos acuerdos de libre comercio para expandir sus mercados todavía será una buena opción, pero no será suficiente. Para crecer, la región tendrá que generar nuevos —y cada vez mejores— productos de exportación.
En otras palabras, para ser competitivos, los países latinoamericanos con monedas fuertes le tendrán que apostar a la innovación. Ese va a ser un reto enorme, porque la región apenas está recibiendo el 2% de la inversión mundial en investigación y desarrollo, mientras que los países asiáticos están recibiendo el 28%, según la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana (Ricyt).
Mientras que China invierte el 1,4% de su PBI en investigación y desarrollo, Brasil invierte el 1%, Argentina el 0,6%, México el 0,4%, y Colombia y el Perú 0,1% cada uno, según Ricyt.
Mi opinión: Las monedas fuertes generalmente son señal de economías saludables, y deben ser el objetivo de cualquier país. Pero los países latinoamericanos deberían tratar de que la valorización de sus monedas sea gradual, y no especulativa, y asegurarse de que no perjudique sus exportaciones. Para exportar con monedas fuertes, tendrán que vender productos cada vez más sofisticados, lo que requerirá más innovación y más educación.
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AMERICA LATINA,
ANDRES OPPENHEIMER
lunes, 22 de marzo de 2010
Integración Energética: un Panorama Difuso
Por: Humberto Campodónico
LA REPÚBLICA
22-03-10
La quimera de la integración energética de los países sudamericanos, y de toda América Latina y el Caribe, siempre ha estado presente. Quizá el punto inicial más avanzado fueron los proyectos hidroeléctricos binacionales de Salto Grande (Argentina-Uruguay), Yacyretá (Argentina-Paraguay) y la hidroeléctrica más grande del mundo, Itaipú (Brasil-Paraguay). A principios de los 70, el Grupo Andino se planteó la integración eléctrica, pero todo quedó en intenciones.
En los 90, como nos lo recuerda Ariela Ruiz-Caro (1), las iniciativas de integración energética tomaron un nuevo impulso, pero con un nuevo enfoque (liberalización y desregulación de los mercados e iniciativa privada) y, también, con un marco más amplio, el continental, que incluía a EEUU y Canadá.
Esta fue la Iniciativa Energética Hemisférica (IEH), lanzada en 1994 en la Cumbre de Miami. Su planteamiento era bastante simple: de un lado, los países latinoamericanos tienen enormes reservas de hidrocarburos pero carecen de la capacidad de inversión para desarrollarlas.
De otro, EEUU tiene que importar hidrocarburos (de fuentes “inseguras”, como los países árabes) para satisfacer su consumo, por lo cual está deseoso de financiar la expansión de la producción latinoamericana. Parafraseando a Monroe, diríamos: el petróleo americano para los americanos.
El vehículo para lograrlo sería el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que en su Agenda incluía medidas para promover la desregulación, la privatización de las empresas estatales, la apertura comercial y la libre circulación de servicios energéticos.
Sucedió, sin embargo, que la privatización no llegó al sector petrolero de los países más importantes, pues ninguno aceptó perder la renta petrolera: México, Venezuela y Brasil (en ese orden), seguidos de Colombia y Ecuador. Las excepciones fueron Argentina, Bolivia y Perú. Sucedió, también, que las crisis financieras del sudeste asiático, seguidas por Rusia, Brasil y Argentina dejaron en claro el fracaso del Consenso de Washington, lo que tuvo su correlato en el abandono de la IEH, ya desde el 2001.
Desde entonces los Estados han tomado mayor protagonismo, como lo demuestran los acuerdos energéticos de la Comunidad Sudamericana de Naciones del 2005 y sus ratificaciones posteriores. La cuestión es que existen enfoques divergentes, como lo demuestra la iniciativa de Venezuela para formar Petroamérica, es decir, la unión de todas las empresas estatales, lo que no ha prosperado. También han “regresado” algunas iniciativas binacionales, como el Tratado de Integración Energética Perú-Brasil (que incluye la varias centrales hidroeléctricas, entre ellas, Inambari).
También han aparecido “nuevos actores” energéticos, como los biocombustibles (cultivo de caña de azúcar para el etanol), apoyados por Lula y Bush desde el 2006, pero criticados por Chávez. El mayor objetivo de EEUU es abastecerse de etanol producido en la Región, lo cual ya está siendo promovido por varios gobiernos de la Región, incluido el Perú.
Otro actor es la importación de Gas Natural Licuado que ha desplazado la integración vía gasoductos (hubo un evidente fracaso entre Argentina y Chile). Ya existen plantas de regasificación en México, República Dominicana, Argentina, Brasil y Chile. Pero en verdad estos son simples acuerdos de suministro pues el gas se importa de Qatar, Egipto Noruega y Nigeria. El único país de América Latina que exporta GNL es Trinidad y Tobago, al que se sumará Perú este año, cuando exporte el gas de Camisea (dejando de abastecer la demanda interna; increíble).
Hacen falta nuevos marcos regulatorios, armonización de políticas de precios y claros compromisos entre la inversión privada y la estatal para promover la integración energética regional. De otra manera, el panorama seguirá como está ahora: sombrío y difuso.
(1) Las negociaciones internacionales del sector energético y sus implicancias para América Latina y el Caribe, CEPAL, 2009. www.cepal.org.
LA REPÚBLICA
22-03-10
La quimera de la integración energética de los países sudamericanos, y de toda América Latina y el Caribe, siempre ha estado presente. Quizá el punto inicial más avanzado fueron los proyectos hidroeléctricos binacionales de Salto Grande (Argentina-Uruguay), Yacyretá (Argentina-Paraguay) y la hidroeléctrica más grande del mundo, Itaipú (Brasil-Paraguay). A principios de los 70, el Grupo Andino se planteó la integración eléctrica, pero todo quedó en intenciones.
En los 90, como nos lo recuerda Ariela Ruiz-Caro (1), las iniciativas de integración energética tomaron un nuevo impulso, pero con un nuevo enfoque (liberalización y desregulación de los mercados e iniciativa privada) y, también, con un marco más amplio, el continental, que incluía a EEUU y Canadá.
Esta fue la Iniciativa Energética Hemisférica (IEH), lanzada en 1994 en la Cumbre de Miami. Su planteamiento era bastante simple: de un lado, los países latinoamericanos tienen enormes reservas de hidrocarburos pero carecen de la capacidad de inversión para desarrollarlas.
De otro, EEUU tiene que importar hidrocarburos (de fuentes “inseguras”, como los países árabes) para satisfacer su consumo, por lo cual está deseoso de financiar la expansión de la producción latinoamericana. Parafraseando a Monroe, diríamos: el petróleo americano para los americanos.
El vehículo para lograrlo sería el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que en su Agenda incluía medidas para promover la desregulación, la privatización de las empresas estatales, la apertura comercial y la libre circulación de servicios energéticos.
Sucedió, sin embargo, que la privatización no llegó al sector petrolero de los países más importantes, pues ninguno aceptó perder la renta petrolera: México, Venezuela y Brasil (en ese orden), seguidos de Colombia y Ecuador. Las excepciones fueron Argentina, Bolivia y Perú. Sucedió, también, que las crisis financieras del sudeste asiático, seguidas por Rusia, Brasil y Argentina dejaron en claro el fracaso del Consenso de Washington, lo que tuvo su correlato en el abandono de la IEH, ya desde el 2001.
Desde entonces los Estados han tomado mayor protagonismo, como lo demuestran los acuerdos energéticos de la Comunidad Sudamericana de Naciones del 2005 y sus ratificaciones posteriores. La cuestión es que existen enfoques divergentes, como lo demuestra la iniciativa de Venezuela para formar Petroamérica, es decir, la unión de todas las empresas estatales, lo que no ha prosperado. También han “regresado” algunas iniciativas binacionales, como el Tratado de Integración Energética Perú-Brasil (que incluye la varias centrales hidroeléctricas, entre ellas, Inambari).
También han aparecido “nuevos actores” energéticos, como los biocombustibles (cultivo de caña de azúcar para el etanol), apoyados por Lula y Bush desde el 2006, pero criticados por Chávez. El mayor objetivo de EEUU es abastecerse de etanol producido en la Región, lo cual ya está siendo promovido por varios gobiernos de la Región, incluido el Perú.
Otro actor es la importación de Gas Natural Licuado que ha desplazado la integración vía gasoductos (hubo un evidente fracaso entre Argentina y Chile). Ya existen plantas de regasificación en México, República Dominicana, Argentina, Brasil y Chile. Pero en verdad estos son simples acuerdos de suministro pues el gas se importa de Qatar, Egipto Noruega y Nigeria. El único país de América Latina que exporta GNL es Trinidad y Tobago, al que se sumará Perú este año, cuando exporte el gas de Camisea (dejando de abastecer la demanda interna; increíble).
Hacen falta nuevos marcos regulatorios, armonización de políticas de precios y claros compromisos entre la inversión privada y la estatal para promover la integración energética regional. De otra manera, el panorama seguirá como está ahora: sombrío y difuso.
(1) Las negociaciones internacionales del sector energético y sus implicancias para América Latina y el Caribe, CEPAL, 2009. www.cepal.org.
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ENERGIA,
HUMBERTO CAMPODONICO
viernes, 12 de marzo de 2010
¿Puede ser Perú exportador de energía?
Por: Jaime Quijandría*
AMÉRICA ECONOMÍA
06-01-10
El Perú puede ser un exportador de energía si nos lo proponemos seriamente. No obstante, para que ello suceda se tienen que conjugar varios factores.
Resulta curioso como el debate periodístico, a veces un tanto superficial, puede pasar de un extremo al otro respecto del mismo tema. En julio de 2009, el presidente de la República mencionó en su discurso ante el Congreso que como consecuencia de cambios introducidos en los contratos de gas, a fin de viabilizar la exportación de LNG, el Perú corría el riesgo de quedar desabastecido de energía. A los treinta días –exactos–, el ministro del sector informó al país que, gracias a la renegociación llevada a cabo por el gobierno, el abastecimiento de gas para el mercado interno estaba asegurado. Los detalles y modificaciones contractuales no se conocen todavía pero, tanto el gobierno como el consorcio que opera el gas natural en el Perú, han repetido hasta la saciedad que existe balance entre oferta y demanda cuando menos hasta 2016. Para completar la figura, una empresa que explora por gas en un lote vecino a Camisea anunció un hallazgo importante y este se celebró por todo lo alto en Palacio de Gobierno.
Con ocasión de su discurso en la inauguración de una planta de generación térmica, el presidente García vuelve a la carga y plantea la conveniencia de que el Perú se convierta en exportador de electricidad, lo cual implica ser exportador de gas dada la composición de nuestra matriz energética. El ciudadano común y corriente se pregunta: ¿Cómo en tan poco tiempo pasamos de la escasez a la abundancia? La explicación es muy simple: ni fue cierto que estuvimos al borde del colapso por falta de gas ya que esto no pasó de unos cuantos apagones que los tienen todos los sistemas eléctricos de vez en cuanto, ni tampoco tenemos tanta energía como para anunciar que exportaremos por todas las fronteras en un plazo breve.
La situación de supuesta escasez fue dramatizada al extremo por supuestos especialistas que, como siempre, buscan notoriedad para una eventual carrera política. Unos achicaron las reservas y otros inflaron artificialmente las cifras de consumo. Los medios de comunicación las repitieron sin ninguna evaluación y se llegó a generar una emergencia que sólo existió en los titulares de medios. Otros, un poco más allá, sumaron niveles de consumo que correspondían a períodos diferentes. Es decir, sumaban los consumos estimados del año 2012 con los de 2015 y de esa forma la oferta nunca cuadraba con demanda.
Otro tema es el potencial energético del país. Es por todos conocido que por su ubicación geográfica con relación a la Cordillera de los Andes, el Perú tiene un potencial de generación hidroeléctrica de 60.000 a 80.000 megavatios. Siendo la demanda actual del orden de 6.000 MW, el sobrante potencial es inmenso.
Por el lado del gas hay menos consenso. No respecto del potencial que todos aceptan, sino que algunos analistas desinformados sobre las reglas de la industria y las finanzas quieren tener asegurado el consumo de cuando menos 40 años para aceptar hablar de exportación. En cualquier caso las reservas probadas, probables y posibles nos llevan a niveles de 30 trillones a 40 trillones de pies3 (TCF), siendo el consumo interno anual de 0,1 a 0,2 de TCF. Otra vez el excedente exportable es inmenso.
En el paquete de energías renovables resulta más difícil encontrar consenso. Tenemos potencial eólico, geotérmico y de biomasa. Se puede desarrollar también la energía solar y fotovoltaica. ¿Cuánto podrán aportar conjuntamente a la oferta de energía en los próximos años? Es difícil de establecer. Pero como todos sabemos, el potencial solo no hace una industria. Se requiere inversión de gran magnitud y de recuperación lenta. Se requiere buenos proyectos en manos de promotores calificados y con experiencia. Se requiere de un marco legal y regulatorio estable. Se requiere de un entorno macroeconómico adecuado para permitir la financiación de estos proyectos en términos convenientes. Se requiere de un manejo ambiental y social adecuado que potencie los beneficios de cada proyecto. Por último, aunque no menos importante, se requiere liderazgo de los gobiernos nacional, regional y local y su participación en estos emprendimientos. El Perú cuenta ciertamente con el potencial. El resto está en proceso de construcción y hay un inmenso espacio para mejorar. Sí, el país puede ser un importante exportador de energía si nos lo proponemos seriamente.
*Jaime Quijandría es Socio de Laub & Quijandría Consultores y Abogados.
AMÉRICA ECONOMÍA
06-01-10
El Perú puede ser un exportador de energía si nos lo proponemos seriamente. No obstante, para que ello suceda se tienen que conjugar varios factores.
Resulta curioso como el debate periodístico, a veces un tanto superficial, puede pasar de un extremo al otro respecto del mismo tema. En julio de 2009, el presidente de la República mencionó en su discurso ante el Congreso que como consecuencia de cambios introducidos en los contratos de gas, a fin de viabilizar la exportación de LNG, el Perú corría el riesgo de quedar desabastecido de energía. A los treinta días –exactos–, el ministro del sector informó al país que, gracias a la renegociación llevada a cabo por el gobierno, el abastecimiento de gas para el mercado interno estaba asegurado. Los detalles y modificaciones contractuales no se conocen todavía pero, tanto el gobierno como el consorcio que opera el gas natural en el Perú, han repetido hasta la saciedad que existe balance entre oferta y demanda cuando menos hasta 2016. Para completar la figura, una empresa que explora por gas en un lote vecino a Camisea anunció un hallazgo importante y este se celebró por todo lo alto en Palacio de Gobierno.
Con ocasión de su discurso en la inauguración de una planta de generación térmica, el presidente García vuelve a la carga y plantea la conveniencia de que el Perú se convierta en exportador de electricidad, lo cual implica ser exportador de gas dada la composición de nuestra matriz energética. El ciudadano común y corriente se pregunta: ¿Cómo en tan poco tiempo pasamos de la escasez a la abundancia? La explicación es muy simple: ni fue cierto que estuvimos al borde del colapso por falta de gas ya que esto no pasó de unos cuantos apagones que los tienen todos los sistemas eléctricos de vez en cuanto, ni tampoco tenemos tanta energía como para anunciar que exportaremos por todas las fronteras en un plazo breve.
La situación de supuesta escasez fue dramatizada al extremo por supuestos especialistas que, como siempre, buscan notoriedad para una eventual carrera política. Unos achicaron las reservas y otros inflaron artificialmente las cifras de consumo. Los medios de comunicación las repitieron sin ninguna evaluación y se llegó a generar una emergencia que sólo existió en los titulares de medios. Otros, un poco más allá, sumaron niveles de consumo que correspondían a períodos diferentes. Es decir, sumaban los consumos estimados del año 2012 con los de 2015 y de esa forma la oferta nunca cuadraba con demanda.
Otro tema es el potencial energético del país. Es por todos conocido que por su ubicación geográfica con relación a la Cordillera de los Andes, el Perú tiene un potencial de generación hidroeléctrica de 60.000 a 80.000 megavatios. Siendo la demanda actual del orden de 6.000 MW, el sobrante potencial es inmenso.
Por el lado del gas hay menos consenso. No respecto del potencial que todos aceptan, sino que algunos analistas desinformados sobre las reglas de la industria y las finanzas quieren tener asegurado el consumo de cuando menos 40 años para aceptar hablar de exportación. En cualquier caso las reservas probadas, probables y posibles nos llevan a niveles de 30 trillones a 40 trillones de pies3 (TCF), siendo el consumo interno anual de 0,1 a 0,2 de TCF. Otra vez el excedente exportable es inmenso.
En el paquete de energías renovables resulta más difícil encontrar consenso. Tenemos potencial eólico, geotérmico y de biomasa. Se puede desarrollar también la energía solar y fotovoltaica. ¿Cuánto podrán aportar conjuntamente a la oferta de energía en los próximos años? Es difícil de establecer. Pero como todos sabemos, el potencial solo no hace una industria. Se requiere inversión de gran magnitud y de recuperación lenta. Se requiere buenos proyectos en manos de promotores calificados y con experiencia. Se requiere de un marco legal y regulatorio estable. Se requiere de un entorno macroeconómico adecuado para permitir la financiación de estos proyectos en términos convenientes. Se requiere de un manejo ambiental y social adecuado que potencie los beneficios de cada proyecto. Por último, aunque no menos importante, se requiere liderazgo de los gobiernos nacional, regional y local y su participación en estos emprendimientos. El Perú cuenta ciertamente con el potencial. El resto está en proceso de construcción y hay un inmenso espacio para mejorar. Sí, el país puede ser un importante exportador de energía si nos lo proponemos seriamente.
*Jaime Quijandría es Socio de Laub & Quijandría Consultores y Abogados.
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ENERGIA,
JAIME QUIJANDRIA
jueves, 4 de marzo de 2010
Tratado sobre Economistas
Por: Luis Felipe Gamarra
EL COMERCIO
04-03-10
Personalidades. Los periodistas nos topamos con varios tipos de economistas que, más allá de sus ideologías, son personajes dignos de un análisis aparte. Sin ellos, escribir sobre temas de economía sería insoportable.
Se dice que los economistas pasan los primeros seis meses del año elaborando pronósticos de lo que va a pasar. ¿Y qué hacen los últimos seis meses? Tratan de explicar por qué motivos no se cumplieron sus pronósticos. Para John Kenneth Galbraith (1908-2006), profesor de Harvard, los economistas —a pesar de que él era uno— en vez de construir modelos numéricos que eleven la calidad de vida, han fabricado teorías alejadas del mundo real, sin posibilidad de aplicación práctica, que no suscitan debate ni emoción, porque solo han servido para ajustar las políticas públicas a los intereses económicos de las clases dominantes.
En este contexto, según Galbraith, existen dos tipos de economistas: “Los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso”. En el Perú, afortunadamente, no sucede eso. Existen más tipos de economistas que, más allá de su sabiduría, utilidad, exactitud o ideología, hacen del periodismo económico una fórmula más entretenida, encendida y polémica que la que describe el célebre economista.
Este ensayo, a manera de epítome educativo, intenta agrupar, con la falta de rigor del caso, a los voceros más ilustres de una de las ciencias —tras la última crisis económica— menos precisas que existen en el mundo académico. ¿Cuál de estos hará la “chancha” para mantener a la “mancha” unida?
El Extremista
En una esquina, la izquierda; en la otra, la derecha. Son los más ideologizados. Para unos su modelo sacará al Perú de la pobreza. Para los otros, ese modelo hará más ricos a los ricos. Para unos, su modelo hará al Perú más justo. Para los otros, el Perú retrocederá lo avanzado. Unos siguen a Keynes, otros a Friedman.
Capitalistas neoliberales o comunistas totalitarios. Admiradores de Chávez o Bachelet, siempre en polos opuestos. Su cuadrilátero son las columnas de opinión: desdeñando los argumentos de sus contrapartes, adjetivando elegantemente a su polo opuesto como “esbirro de los ricos” o “explotador de los pobres”.
El Promedio
Dícese de los artistas de la retórica. Por un lado afirman que es probable que el PBI no crecerá como lo asegura el gobierno pero, párrafos más abajo, indican que sí podrá hacerlo, porque todo, en suma, dependerá, como sucede toda la vida, de factores ajenos a la economía.
Nunca lanza una cifra alta o baja: el economista promedio siempre proyecta la cifra que está al medio. Si unos afirmaban que el 2009 íbamos a crecer entre 5% y 1%, este experto afirmaba, sin demostrar su fórmula ni sus argumentos, que íbamos a crecer alrededor del 3%. La doctrina del economista promedio está al centro, derecha o izquierda, pero de centro.
Los Mediáticos
Tienen programa de radio, escriben en diarios o son los más entrevistados por los noticieros. Son los primeros en contestar el teléfono, siempre poseen una respuesta inteligente (o casi siempre), con los números precisos (o no). Y si no saben algo, lo inventan. Saben que “el numerito” vende, saben por dónde está el titular.
Opinan sobre todos los temas, y si se trata de debates políticos, análisis de coyuntura o sobre la arena electoral, mejor aun. Por ese motivo aparecen en todas las secciones de un periódico, pero sobre todo en sociales, junto a presidentes o estrellas de rock.
Los Teóricos
Son los políticamente correctos. A veces son profesores de universidad, posgrado o escuelas de negocio. Otras veces forman parte de las consultoras más reputadas. Sus análisis son moderados y muchas veces certeros. Son bastante prácticos, con la estadística a la mano, como una mezcla entre el promedio y el mediático, pero menos promedio y menos mediático.
Los Proféticos
Son los Nostradamus de la economía. Vaticinan lo que pasará al inicio de un gobierno, una crisis o una bonanza. No importa el tiempo, son capaces de adelantarse uno, cinco, o los años que faltan para el 2021. Los hubo durante la dictadura de Velasco —en la que dijeron que la reforma agraria iba a tener éxito— o la primera administración de García, en la que estos profetas dijeron que las críticas contra la heterodoxia económica del Apra eran infundadas. Y, claro, como sucede con los pronósticos de Agatha Liz o Pochita, no la chuntaron
Los Excéntricos
Llaman la atención. Parecen no tener credibilidad, pero muchas veces, pese a ser los menos mediáticos, son los más lúcidos. No creen en ningún modelo. Son los más pesimistas, pero justamente por su poca fe en los presidentes, los partidos y sus políticas públicas atinan.
Esta es una tipología sobre los tipos de economistas con los que nos topamos los que cubrimos la economía. Sin ellos, o gracias a ellos, la economía sería insoportable. Esta no es una crítica, sino un homenaje
EL COMERCIO
04-03-10
Personalidades. Los periodistas nos topamos con varios tipos de economistas que, más allá de sus ideologías, son personajes dignos de un análisis aparte. Sin ellos, escribir sobre temas de economía sería insoportable.
Se dice que los economistas pasan los primeros seis meses del año elaborando pronósticos de lo que va a pasar. ¿Y qué hacen los últimos seis meses? Tratan de explicar por qué motivos no se cumplieron sus pronósticos. Para John Kenneth Galbraith (1908-2006), profesor de Harvard, los economistas —a pesar de que él era uno— en vez de construir modelos numéricos que eleven la calidad de vida, han fabricado teorías alejadas del mundo real, sin posibilidad de aplicación práctica, que no suscitan debate ni emoción, porque solo han servido para ajustar las políticas públicas a los intereses económicos de las clases dominantes.
En este contexto, según Galbraith, existen dos tipos de economistas: “Los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso”. En el Perú, afortunadamente, no sucede eso. Existen más tipos de economistas que, más allá de su sabiduría, utilidad, exactitud o ideología, hacen del periodismo económico una fórmula más entretenida, encendida y polémica que la que describe el célebre economista.
Este ensayo, a manera de epítome educativo, intenta agrupar, con la falta de rigor del caso, a los voceros más ilustres de una de las ciencias —tras la última crisis económica— menos precisas que existen en el mundo académico. ¿Cuál de estos hará la “chancha” para mantener a la “mancha” unida?
El Extremista
En una esquina, la izquierda; en la otra, la derecha. Son los más ideologizados. Para unos su modelo sacará al Perú de la pobreza. Para los otros, ese modelo hará más ricos a los ricos. Para unos, su modelo hará al Perú más justo. Para los otros, el Perú retrocederá lo avanzado. Unos siguen a Keynes, otros a Friedman.
Capitalistas neoliberales o comunistas totalitarios. Admiradores de Chávez o Bachelet, siempre en polos opuestos. Su cuadrilátero son las columnas de opinión: desdeñando los argumentos de sus contrapartes, adjetivando elegantemente a su polo opuesto como “esbirro de los ricos” o “explotador de los pobres”.
El Promedio
Dícese de los artistas de la retórica. Por un lado afirman que es probable que el PBI no crecerá como lo asegura el gobierno pero, párrafos más abajo, indican que sí podrá hacerlo, porque todo, en suma, dependerá, como sucede toda la vida, de factores ajenos a la economía.
Nunca lanza una cifra alta o baja: el economista promedio siempre proyecta la cifra que está al medio. Si unos afirmaban que el 2009 íbamos a crecer entre 5% y 1%, este experto afirmaba, sin demostrar su fórmula ni sus argumentos, que íbamos a crecer alrededor del 3%. La doctrina del economista promedio está al centro, derecha o izquierda, pero de centro.
Los Mediáticos
Tienen programa de radio, escriben en diarios o son los más entrevistados por los noticieros. Son los primeros en contestar el teléfono, siempre poseen una respuesta inteligente (o casi siempre), con los números precisos (o no). Y si no saben algo, lo inventan. Saben que “el numerito” vende, saben por dónde está el titular.
Opinan sobre todos los temas, y si se trata de debates políticos, análisis de coyuntura o sobre la arena electoral, mejor aun. Por ese motivo aparecen en todas las secciones de un periódico, pero sobre todo en sociales, junto a presidentes o estrellas de rock.
Los Teóricos
Son los políticamente correctos. A veces son profesores de universidad, posgrado o escuelas de negocio. Otras veces forman parte de las consultoras más reputadas. Sus análisis son moderados y muchas veces certeros. Son bastante prácticos, con la estadística a la mano, como una mezcla entre el promedio y el mediático, pero menos promedio y menos mediático.
Los Proféticos
Son los Nostradamus de la economía. Vaticinan lo que pasará al inicio de un gobierno, una crisis o una bonanza. No importa el tiempo, son capaces de adelantarse uno, cinco, o los años que faltan para el 2021. Los hubo durante la dictadura de Velasco —en la que dijeron que la reforma agraria iba a tener éxito— o la primera administración de García, en la que estos profetas dijeron que las críticas contra la heterodoxia económica del Apra eran infundadas. Y, claro, como sucede con los pronósticos de Agatha Liz o Pochita, no la chuntaron
Los Excéntricos
Llaman la atención. Parecen no tener credibilidad, pero muchas veces, pese a ser los menos mediáticos, son los más lúcidos. No creen en ningún modelo. Son los más pesimistas, pero justamente por su poca fe en los presidentes, los partidos y sus políticas públicas atinan.
Esta es una tipología sobre los tipos de economistas con los que nos topamos los que cubrimos la economía. Sin ellos, o gracias a ellos, la economía sería insoportable. Esta no es una crítica, sino un homenaje
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LUIS FELIPE GAMARRA,
TEORIA ECONOMICA
miércoles, 3 de marzo de 2010
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