LA REPUBLICA
29-01-10
Señor Director:
En su réplica a mi crítica, Francisco Durand repite que hay una tendencia a la “desnacionalización” que tiene graves consecuencias. Pero en una economía abierta es lógico que una cierta proporción de las empresas grandes sean extranjeras. Eso no es malo. Es bueno. Trae capital y tecnología a un país descapitalizado por las políticas nacionalizadoras y populistas que el Sr. Durand pareciera defender.
Lo importante, lo novedoso, es que desde 1990 el capital nacional se está reconstruyendo y por primera vez en la historia han emergido nuevos grupos económicos nacionales de origen popular que, además, se están convirtiendo en las primeras transnacionales peruanas junto a otros grupos que también se internacionalizan. Durand lo acepta pero desvaloriza su importancia señalando que son jugadores pequeños o medianos en Sudamérica. Oiga, pero si su internacionalización ha comenzado hace pocos años. Si el Perú hubiese abierto su economía hace 40 años como Chile y no hace sólo 20, esos grupos serían mucho más grandes y Oeschle, Monterrey o Tía estarían en Santiago en lugar de Ripley y Falabella acá.
Durand añade que a esos grupos emergentes igual los compran, como al grupo Wong. No es así. El grupo Wong no ha sido comprado. Ha vendido un negocio pero con esa plata ha realizado nuevas inversiones y se ha diversificado. Ha crecido, no ha desaparecido.
Argumenta que esos grupos y las multinacionales crecen porque reciben favores, exoneraciones tributarias y rentas indebidas en arreglos con el poder. Si aportara las pruebas, me sumo a la denuncia. El hecho contante y sonante es que nunca como ahora ha sido el impuesto a la renta tan alto como porcentaje. Ha pasado de menos de un 20% de los ingresos tributarios en los 80 a un 42% el 2008. ¡El Estado “liberal” hace pagar mucho más impuestos a las grandes empresas! ¡Y por eso pudo subir, por ej. el sueldo a los maestros, que durante los 70 y 80 se había encogido!
Acepta que las exportaciones no tradicionales han crecido espectacularmente en estos 20 años, pero anota que en el PBI predominan las materias primas de siempre. Claro, pero lo que importa es la tendencia. Y no es cierto que las manufacturas que se exportan son las que surgieron con las políticas proteccionistas: esas tendieron a desaparecer, por ineficientes.
Relativiza la “revolución del microcrédito” diciendo que entre garantías, 19% de IGV, impuesto a la renta y tasas de interés, esos microempresarios casi no ganan nada ni crecen. Aparentemente ignora que para la mayor parte de esos créditos no se pide garantía; que muchos de los prestatarios son informales, y los formales restan el IGV que pagan cuando compran, de modo que casi anulan el 19%. Y que las tasas de interés se han reducido a la tercera parte en los últimos 14 años (Webb, El Árbol de la Mostaza, p. 22). Un fenómeno extraordinario de inclusión económica.
Jaime de Althaus G.
sábado, 30 de enero de 2010
lunes, 25 de enero de 2010
El Perú no Habido
Por: Richard Webb
EL COMERCIO
25-01-10
Más de la mitad de las personas que realizan alguna actividad económica en áreas urbanas en el Perú lo hacen en forma invisible. Este hallazgo se desprende del censo económico realizado en el 2008 en todas las áreas urbanas del país. A pesar de tratarse de una investigación exhaustiva, solo logró ubicar a 2,8 millones de trabajadores. El radar del censo no captó una fuerza de trabajo, “invisible”, aun más grande, de aproximadamente 3,4 millones de trabajadores, o sea el 55% del total de los ocupados urbanos del sector privado. Como todo inventario, parte del descubrimiento del censo es lo que falta.
Algunos pensarán que el censo se limitó a la gran empresa. Al contrario, la actividad económica identificada por este incluye un alto porcentaje de la economía de pequeña escala. El censo consistió en un barrido de las ciudades y pueblos, y llegó a registrar un alto porcentaje de pequeños establecimientos. Nada menos que 91% de los establecimientos censados corresponden a personas naturales y 97% de ellos fueron microempresas. Incluso en Lima, el 86% de los establecimientos censados consisten en negocios de personas naturales, que incluyen cerca de un millón de pequeños comerciantes, talleres y otros negocios con un alto grado de informalidad.
Pero el mundo no habido para el censo es el de las personas que trabajan dentro de los hogares, o que no tienen un lugar de trabajo fijo, un mundo aun menos visible que el de las microempresas. Entre otros, incluye a los empleados domésticos, ambulantes, mototaxistas, albañiles, electricistas, repartidores, guachimanes, masajistas, técnicos de computadoras, músicos, sastres, señoras que hacen tortas, corredores de inmuebles, entrevistadores, camioneros, peritos legales, contadores, cobradores y hasta abogados. No es que sean realmente invisibles, sino que el ojo del investigador está programado para ver la actividad económica en el marco de un establecimiento o en el de las categorías formal e informal. Si bien estamos familiarizados con los oficios invisibles, colectivamente siguen siendo un mundo no habido. Ha llegado la hora de cambiar de paradigma laboral. Es hora de reconocer un nuevo mundo del trabajo que se caracteriza por su individualismo extremo, por la importancia de la pericia y capacitación y por el negocio propio, y que en vez de girar en torno a una ubicación física, opera a través de redes de clientes y de proveedores, y del teléfono y de la Internet.
EL COMERCIO
25-01-10
Más de la mitad de las personas que realizan alguna actividad económica en áreas urbanas en el Perú lo hacen en forma invisible. Este hallazgo se desprende del censo económico realizado en el 2008 en todas las áreas urbanas del país. A pesar de tratarse de una investigación exhaustiva, solo logró ubicar a 2,8 millones de trabajadores. El radar del censo no captó una fuerza de trabajo, “invisible”, aun más grande, de aproximadamente 3,4 millones de trabajadores, o sea el 55% del total de los ocupados urbanos del sector privado. Como todo inventario, parte del descubrimiento del censo es lo que falta.
Algunos pensarán que el censo se limitó a la gran empresa. Al contrario, la actividad económica identificada por este incluye un alto porcentaje de la economía de pequeña escala. El censo consistió en un barrido de las ciudades y pueblos, y llegó a registrar un alto porcentaje de pequeños establecimientos. Nada menos que 91% de los establecimientos censados corresponden a personas naturales y 97% de ellos fueron microempresas. Incluso en Lima, el 86% de los establecimientos censados consisten en negocios de personas naturales, que incluyen cerca de un millón de pequeños comerciantes, talleres y otros negocios con un alto grado de informalidad.
Pero el mundo no habido para el censo es el de las personas que trabajan dentro de los hogares, o que no tienen un lugar de trabajo fijo, un mundo aun menos visible que el de las microempresas. Entre otros, incluye a los empleados domésticos, ambulantes, mototaxistas, albañiles, electricistas, repartidores, guachimanes, masajistas, técnicos de computadoras, músicos, sastres, señoras que hacen tortas, corredores de inmuebles, entrevistadores, camioneros, peritos legales, contadores, cobradores y hasta abogados. No es que sean realmente invisibles, sino que el ojo del investigador está programado para ver la actividad económica en el marco de un establecimiento o en el de las categorías formal e informal. Si bien estamos familiarizados con los oficios invisibles, colectivamente siguen siendo un mundo no habido. Ha llegado la hora de cambiar de paradigma laboral. Es hora de reconocer un nuevo mundo del trabajo que se caracteriza por su individualismo extremo, por la importancia de la pericia y capacitación y por el negocio propio, y que en vez de girar en torno a una ubicación física, opera a través de redes de clientes y de proveedores, y del teléfono y de la Internet.
martes, 19 de enero de 2010
En Defensa del Neoliberalismo
Por: Waldo Mendoza, Economista *
EL COMERCIO
19-01-10
Cuando ocurre una crisis económica, un eterno candidato a culpable es el modelo de desarrollo, cualquiera que sea este.
Como la tasa de crecimiento del PBI ha caído de 10% en el 2008 a 1% en el 2009, hay muchas voces que piden cambiar el actual modelo “neoliberal”.
Sin embargo, si la alternativa en América Latina es un modelo como el de Argentina, Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde la intervención estatal entorpece el funcionamiento de la economía, es mejor quedarse como estamos.
Argentina y Venezuela, en plena desinflación mundial, tienen tasas de inflación que son de las más altas en el mundo.
En Argentina, el gobierno ha sido expulsado de los mercados internacionales de crédito y no tiene fondos para pagar su abultada deuda pública.
En Ecuador, justo cuando la economía mundial empieza a recuperarse, la recesión está en su clímax: 17% de caída del PBI en noviembre último.
En Venezuela, la reciente devaluación amplificará la estanflación que se inició en el segundo trimestre del 2009.
Y el crecimiento económico de Bolivia, el más alto de América Latina en el 2009, está apoyado en el impulso fiscal financiado con los ingresos provenientes de las nacionalizaciones, los cuales son, en su mayoría, transitorios.
Todos estos países, en especial Bolivia y Venezuela, han espantado a la inversión privada, la fuente más importante del crecimiento económico sostenido.
El Perú está felizmente en el otro grupo, junto con Brasil, Chile, Colombia y México.
En estos países, hace muchos años que la inflación ha dejado de ser un problema.
El crecimiento del PBI, con la excepción del de México, ya se restableció, luego de la recesión ocasionada por la crisis internacional.
Por ser modelos amigables para la inversión privada, esta variable crecerá en los próximos años infinitamente más que en el otro grupo de países.
En perspectiva, entonces, estos países crecerán a una velocidad mucho mayor que los otros.
Hay, sin embargo, dos correctivos que deben hacerse para que el crecimiento sea sostenido y socialmente aceptable.
En primer lugar, tenemos que enfrentar mejor los choques externos. El Perú, durante el 2008-2009, fue un ejemplo clamoroso de lentitud de respuesta frente a una grave crisis internacional. El costo ha sido que la economía se paralizó en el 2009.
En segundo lugar, el actual modelo de desarrollo tiene el gran lastre de que no ha logrado que dejemos de ser uno de los países más desiguales en América Latina.
Hay una enorme tarea en este campo para la política fiscal, que tendrá que elevar sustantivamente la presión tributaria para poder sostener un gasto público mayor en capital humano e infraestructura. En ese campo, hemos retrocedido con el actual gobierno.
* Jefe del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú
EL COMERCIO
19-01-10
Cuando ocurre una crisis económica, un eterno candidato a culpable es el modelo de desarrollo, cualquiera que sea este.
Como la tasa de crecimiento del PBI ha caído de 10% en el 2008 a 1% en el 2009, hay muchas voces que piden cambiar el actual modelo “neoliberal”.
Sin embargo, si la alternativa en América Latina es un modelo como el de Argentina, Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde la intervención estatal entorpece el funcionamiento de la economía, es mejor quedarse como estamos.
Argentina y Venezuela, en plena desinflación mundial, tienen tasas de inflación que son de las más altas en el mundo.
En Argentina, el gobierno ha sido expulsado de los mercados internacionales de crédito y no tiene fondos para pagar su abultada deuda pública.
En Ecuador, justo cuando la economía mundial empieza a recuperarse, la recesión está en su clímax: 17% de caída del PBI en noviembre último.
En Venezuela, la reciente devaluación amplificará la estanflación que se inició en el segundo trimestre del 2009.
Y el crecimiento económico de Bolivia, el más alto de América Latina en el 2009, está apoyado en el impulso fiscal financiado con los ingresos provenientes de las nacionalizaciones, los cuales son, en su mayoría, transitorios.
Todos estos países, en especial Bolivia y Venezuela, han espantado a la inversión privada, la fuente más importante del crecimiento económico sostenido.
El Perú está felizmente en el otro grupo, junto con Brasil, Chile, Colombia y México.
En estos países, hace muchos años que la inflación ha dejado de ser un problema.
El crecimiento del PBI, con la excepción del de México, ya se restableció, luego de la recesión ocasionada por la crisis internacional.
Por ser modelos amigables para la inversión privada, esta variable crecerá en los próximos años infinitamente más que en el otro grupo de países.
En perspectiva, entonces, estos países crecerán a una velocidad mucho mayor que los otros.
Hay, sin embargo, dos correctivos que deben hacerse para que el crecimiento sea sostenido y socialmente aceptable.
En primer lugar, tenemos que enfrentar mejor los choques externos. El Perú, durante el 2008-2009, fue un ejemplo clamoroso de lentitud de respuesta frente a una grave crisis internacional. El costo ha sido que la economía se paralizó en el 2009.
En segundo lugar, el actual modelo de desarrollo tiene el gran lastre de que no ha logrado que dejemos de ser uno de los países más desiguales en América Latina.
Hay una enorme tarea en este campo para la política fiscal, que tendrá que elevar sustantivamente la presión tributaria para poder sostener un gasto público mayor en capital humano e infraestructura. En ese campo, hemos retrocedido con el actual gobierno.
* Jefe del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú
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MACROECONOMIA,
WALDO MENDOZA
Industria versus Minerales
Por: Richard Webb, Economista
EL COMERCIO
19-01-10
¿Fábricas como Sinónimo de Desarrollo?
Cuando expuso en Lima el economista Michael Porter, hizo eco de una teoría muy difundida diciendo: “Cuando un inversionista extranjero piensa en una fábrica, no piensa en el Perú”. Lo que quería decir es que el Perú ha tenido éxito como exportador de minerales y otros recursos naturales, pero que el verdadero desarrollo es el que viene con las fábricas. Las fábricas sacaron de la pobreza, primero a Gran Bretaña, Francia y Alemania, y después a los tigres asiáticos, como Japón, Taiwán y Corea. Por algo llamamos a esos países, industrializados. Y si de fábricas se trata, decía Porter, el Perú aún no levanta vuelo ni, a su criterio, tiene las condiciones de competitividad para hacerlo. Hay dos razones para ser menos pesimista.
La primera razón es Canadá. En ese país, las fábricas tienen la misma participación en el producto total que en el Perú, 16%. No obstante, el ingreso por persona en Canadá supera en diez veces el nuestro. El relativo subdesarrollo de la industria canadiense no ha sido obstáculo para lograr uno de los niveles de vida más altos del planeta. Otro caso para pensar es Noruega. Su ingreso por persona supera el nuestro en 20 veces, a pesar de que sus fábricas producen apenas el 10% de la producción nacional. Canadá y Noruega son modelos de cómo aprovechar los recursos naturales para salir de la pobreza sin multiplicar las fábricas.
Mi segunda razón es Christopher Clague, investigador que descubrió que la baja productividad de la fábrica peruana no venía de ser pequeña ni de tener maquinarias menos modernas o trabajadores menos hábiles que las fábricas similares de Estados Unidos. La explicación no estaba adentro sino afuera de las fábricas, en la burocracia, los problemas de comunicación y transporte, y la inseguridad. El paso crítico para un despegue de la industria, entonces, no sería tanto la inversión como la mejora del entorno para la actividad industrial. Y como lo constatan los rátings internacionales, esa mejora se ha venido logrando desde los años 90, gracias a varias reformas institucionales, como la creación de entidades reguladoras, las reformas de la aduana y la Sunat, y el refuerzo del sistema financiero. A la vez, un gran volumen de financiamiento externo ha contribuido a desarrollar la infraestructura que necesita la industria nacional, no con tanto con nuevas fábricas pero sí invirtiendo en energía, caminos, puertos y telecomunicaciones.
EL COMERCIO
19-01-10
¿Fábricas como Sinónimo de Desarrollo?
Cuando expuso en Lima el economista Michael Porter, hizo eco de una teoría muy difundida diciendo: “Cuando un inversionista extranjero piensa en una fábrica, no piensa en el Perú”. Lo que quería decir es que el Perú ha tenido éxito como exportador de minerales y otros recursos naturales, pero que el verdadero desarrollo es el que viene con las fábricas. Las fábricas sacaron de la pobreza, primero a Gran Bretaña, Francia y Alemania, y después a los tigres asiáticos, como Japón, Taiwán y Corea. Por algo llamamos a esos países, industrializados. Y si de fábricas se trata, decía Porter, el Perú aún no levanta vuelo ni, a su criterio, tiene las condiciones de competitividad para hacerlo. Hay dos razones para ser menos pesimista.
La primera razón es Canadá. En ese país, las fábricas tienen la misma participación en el producto total que en el Perú, 16%. No obstante, el ingreso por persona en Canadá supera en diez veces el nuestro. El relativo subdesarrollo de la industria canadiense no ha sido obstáculo para lograr uno de los niveles de vida más altos del planeta. Otro caso para pensar es Noruega. Su ingreso por persona supera el nuestro en 20 veces, a pesar de que sus fábricas producen apenas el 10% de la producción nacional. Canadá y Noruega son modelos de cómo aprovechar los recursos naturales para salir de la pobreza sin multiplicar las fábricas.
Mi segunda razón es Christopher Clague, investigador que descubrió que la baja productividad de la fábrica peruana no venía de ser pequeña ni de tener maquinarias menos modernas o trabajadores menos hábiles que las fábricas similares de Estados Unidos. La explicación no estaba adentro sino afuera de las fábricas, en la burocracia, los problemas de comunicación y transporte, y la inseguridad. El paso crítico para un despegue de la industria, entonces, no sería tanto la inversión como la mejora del entorno para la actividad industrial. Y como lo constatan los rátings internacionales, esa mejora se ha venido logrando desde los años 90, gracias a varias reformas institucionales, como la creación de entidades reguladoras, las reformas de la aduana y la Sunat, y el refuerzo del sistema financiero. A la vez, un gran volumen de financiamiento externo ha contribuido a desarrollar la infraestructura que necesita la industria nacional, no con tanto con nuevas fábricas pero sí invirtiendo en energía, caminos, puertos y telecomunicaciones.
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viernes, 15 de enero de 2010
Mitos Recargados
Por: Jaime de Althaus Guarderas
EL COMERCIO
15-01-10
Puede ser un buen negocio en el mercado académico estadounidense explotar el tema de los países pobres sometidos a los designios de las transnacionales. Ese es un nicho de investigación y publicaciones para el que nunca faltará material y menos lectoría, pues se trata, en el fondo, de otra versión del “buen salvaje” arruinado por la perversión del sistema capitalista.
El profesor de la Universidad de San Antonio, Texas, Francisco Durand, por ejemplo, vuelve a la carga con su ya fatigada letanía de la “desnacionalización de la economía” que nos pone en manos de intereses que tienen el poder para lograr que las empresas paguen pocos impuestos y para que el país “siga siendo un vagón de minerales enganchado al convoy de la globalización”, en el que faltan oportunidades y donde las pymes están abandonadas…
Para mantener ese nicho académico no conviene mirar los números, siempre tan fríos, que revelan que nunca las empresas pagaron más impuestos que ahora. En efecto, en 1986, en pleno socialismo del siglo XX peruano, con populismo a viento en popa haciendo crecer el PBI a la fabulosa cifra de 11,7%, con grandes utilidades en las empresas, el Impuesto a la Renta fue el 23% de los ingresos tributarios, todo un récord. Pues bien, en el 2008 dicho impuesto fue el ¡42%! de los ingresos, casi el doble como proporción: el Estado “liberal” resultó mucho más redistributivo.
Tampoco conviene reconocer que con el nuevo modelo económico las exportaciones no tradicionales crecieron (entre 1994 y 2007), en volumen —no en precios—, a una tasa anual promedio 2,5 veces mayor que las tradicionales (minerales), de modo que el vagón tiene cada vez más productos elaborados. Razón por la cual ahora tenemos una industria mucho más articulada y por primera vez el empleo en las provincias ha estado creciendo más que en Lima, abriendo oportunidades que no había antes.
Hay que ocultar que las pymes, lejos de estar abandonadas, han recibido el impulso extraordinario de la revolución del microcrédito que ha crecido a tasas superiores al 20% por lo menos desde 1998, incorporando a más de un millón de microempresarios como nuevos prestatarios. Lo que, sumado a una titulación masiva, ha permitido la emergencia de una nueva clase media en las ciudades.
Es cierto que las empresas privatizadas fueron adquiridas principalmente por transnacionales, porque el querido socialismo anterior había destruido el capital nacional. Pero para qué mostrar que al mismo tiempo han surgido, por primera vez en la historia, nuevos grupos económicos de origen popular (Añaños, Rodríguez, Wong, Flores, Huancaruna, Oviedo, etc.), y que el modelo está permitiendo reconstruir un capital nacional que está generando las primeras transnacionales peruanas, que serían aun mucho más poderosas e importantes si el modelo hubiese estado vigente desde hace casi 40 años como en Chile y no desde hace solo 19 años.
EL COMERCIO
15-01-10
Puede ser un buen negocio en el mercado académico estadounidense explotar el tema de los países pobres sometidos a los designios de las transnacionales. Ese es un nicho de investigación y publicaciones para el que nunca faltará material y menos lectoría, pues se trata, en el fondo, de otra versión del “buen salvaje” arruinado por la perversión del sistema capitalista.
El profesor de la Universidad de San Antonio, Texas, Francisco Durand, por ejemplo, vuelve a la carga con su ya fatigada letanía de la “desnacionalización de la economía” que nos pone en manos de intereses que tienen el poder para lograr que las empresas paguen pocos impuestos y para que el país “siga siendo un vagón de minerales enganchado al convoy de la globalización”, en el que faltan oportunidades y donde las pymes están abandonadas…
Para mantener ese nicho académico no conviene mirar los números, siempre tan fríos, que revelan que nunca las empresas pagaron más impuestos que ahora. En efecto, en 1986, en pleno socialismo del siglo XX peruano, con populismo a viento en popa haciendo crecer el PBI a la fabulosa cifra de 11,7%, con grandes utilidades en las empresas, el Impuesto a la Renta fue el 23% de los ingresos tributarios, todo un récord. Pues bien, en el 2008 dicho impuesto fue el ¡42%! de los ingresos, casi el doble como proporción: el Estado “liberal” resultó mucho más redistributivo.
Tampoco conviene reconocer que con el nuevo modelo económico las exportaciones no tradicionales crecieron (entre 1994 y 2007), en volumen —no en precios—, a una tasa anual promedio 2,5 veces mayor que las tradicionales (minerales), de modo que el vagón tiene cada vez más productos elaborados. Razón por la cual ahora tenemos una industria mucho más articulada y por primera vez el empleo en las provincias ha estado creciendo más que en Lima, abriendo oportunidades que no había antes.
Hay que ocultar que las pymes, lejos de estar abandonadas, han recibido el impulso extraordinario de la revolución del microcrédito que ha crecido a tasas superiores al 20% por lo menos desde 1998, incorporando a más de un millón de microempresarios como nuevos prestatarios. Lo que, sumado a una titulación masiva, ha permitido la emergencia de una nueva clase media en las ciudades.
Es cierto que las empresas privatizadas fueron adquiridas principalmente por transnacionales, porque el querido socialismo anterior había destruido el capital nacional. Pero para qué mostrar que al mismo tiempo han surgido, por primera vez en la historia, nuevos grupos económicos de origen popular (Añaños, Rodríguez, Wong, Flores, Huancaruna, Oviedo, etc.), y que el modelo está permitiendo reconstruir un capital nacional que está generando las primeras transnacionales peruanas, que serían aun mucho más poderosas e importantes si el modelo hubiese estado vigente desde hace casi 40 años como en Chile y no desde hace solo 19 años.
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JAIME DE ALTHAUS,
MACROECONOMIA,
PERU
lunes, 11 de enero de 2010
Revolución Rural
Por: Richard Webb
EL COMERCIO
11-01-10
En la escala revolucionaria, cuál pesa más, ¿el librito rojo de Mao o un teléfono celular? Si lo medimos por resultados, gana el celular. Los partidos de izquierda están cumpliendo un siglo de actividad sin haber logrado la más mínima mejora para los campesinos de la sierra y selva del Perú. Por contraste, el novísimo uso de los celulares en el mundo rural ya da indicios de que, por fin, llega la esperada revolución.
La historia del campesino tiene períodos de explotación y otros de abandono, pero en todo momento de aislamiento. Según Julio Cotler, la separación y desconexión entre campesinos, y la resultante incapacidad para la acción colectiva es el mecanismo que explica la pirámide social, permitiendo que unos pocos ejerzan dominación sobre la mayoría. Esa realidad política de siglos podría estar terminando, gracias a la llegada del celular e Internet, instrumentos de comunicación que, a diferencia de la radio y la televisión, no solo permiten escuchar sino también hablar. Cualquier campesino podrá conectarse con cualquier persona, en cualquier momento, creando, desde abajo, un poder de acción colectiva que nunca ha existido. A pesar de su potencial revolucionario, el celular no viene impulsado por la política, sino por la tecnología, el mercado y una política regulatoria que incentiva la inversión y a la vez baja los precios. El celular avanza sin oposición, sin violencia y sin figurar en los medios. El único sonido de esta revolución es el ring-ring del teléfono y la murmuración de la conversación privada. El próximo presidente será el primer obligado a escuchar con atención la voz de los más pobres.
Hace cuatro años, el teléfono era casi desconocido en las áreas rurales: en enero del 2006 solo uno de cada cuatro distritos tenía conexión y apenas 2% de las familias declaraba tener acceso telefónico. Hoy el 82% de los distritos está conectado y el 41% de las familias rurales tiene teléfono. El poder subversivo del celular rural es también económico. Ahora, antes de comprar o vender, el campesino tiene forma de averiguar los precios del mercado e incluso hacer márketing. Un estudio hecho por Diether Beuermann demuestra que el acceso celular ha mejorado los precios para la población rural, aumentando así sus ingresos en 10% y más. Me atrevo a apostar que muy pronto veremos un telemárketing directo a la familia rural.
EL COMERCIO
11-01-10
En la escala revolucionaria, cuál pesa más, ¿el librito rojo de Mao o un teléfono celular? Si lo medimos por resultados, gana el celular. Los partidos de izquierda están cumpliendo un siglo de actividad sin haber logrado la más mínima mejora para los campesinos de la sierra y selva del Perú. Por contraste, el novísimo uso de los celulares en el mundo rural ya da indicios de que, por fin, llega la esperada revolución.
La historia del campesino tiene períodos de explotación y otros de abandono, pero en todo momento de aislamiento. Según Julio Cotler, la separación y desconexión entre campesinos, y la resultante incapacidad para la acción colectiva es el mecanismo que explica la pirámide social, permitiendo que unos pocos ejerzan dominación sobre la mayoría. Esa realidad política de siglos podría estar terminando, gracias a la llegada del celular e Internet, instrumentos de comunicación que, a diferencia de la radio y la televisión, no solo permiten escuchar sino también hablar. Cualquier campesino podrá conectarse con cualquier persona, en cualquier momento, creando, desde abajo, un poder de acción colectiva que nunca ha existido. A pesar de su potencial revolucionario, el celular no viene impulsado por la política, sino por la tecnología, el mercado y una política regulatoria que incentiva la inversión y a la vez baja los precios. El celular avanza sin oposición, sin violencia y sin figurar en los medios. El único sonido de esta revolución es el ring-ring del teléfono y la murmuración de la conversación privada. El próximo presidente será el primer obligado a escuchar con atención la voz de los más pobres.
Hace cuatro años, el teléfono era casi desconocido en las áreas rurales: en enero del 2006 solo uno de cada cuatro distritos tenía conexión y apenas 2% de las familias declaraba tener acceso telefónico. Hoy el 82% de los distritos está conectado y el 41% de las familias rurales tiene teléfono. El poder subversivo del celular rural es también económico. Ahora, antes de comprar o vender, el campesino tiene forma de averiguar los precios del mercado e incluso hacer márketing. Un estudio hecho por Diether Beuermann demuestra que el acceso celular ha mejorado los precios para la población rural, aumentando así sus ingresos en 10% y más. Me atrevo a apostar que muy pronto veremos un telemárketing directo a la familia rural.
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RICHARD WEBB,
SECTOR SOCIAL
jueves, 7 de enero de 2010
¿Nos Hubiera ido Mejor con ellos?
Por: Carlos Adrianzén *
EL COMERCIO
07-01-10
Para anticipar lo que viene en el período preelectoral, nada mejor que algo de perspectiva. Recordemos, García llegó al poder derrotando al preferido del dictador venezolano, Hugo Chávez. Muchos sostienen que este auspicio resultó apestoso para el elector. Pero hubo algo más. El discurso de Humala abrazó la receta bolivariana: avasallamiento institucional gradual y generalizado, expropiaciones arbitrarias, proteccionismo comercial, controles de cambios y esa mezcla inacabable de populismo y mercantilismo. Afortunadamente para nosotros, no solo ya habíamos visto esta película (y sufrido sus efectos empobrecedores entre los 60 y 80); en las últimas dos décadas aprendimos a asociar el progreso con la estabilidad y la apertura comercial. El resultado de este aprendizaje explicó la elección del que pareció el menos malo.
En lo que va de su segundo gobierno, García logró el cierre del TLC con EE.UU., el grado de inversión de Standard & Poors, y —hasta el destape de la crisis global— registró alto crecimiento y reducción de pobreza. En ausencia de reformas de mercado, los resultados solo llegaron hasta aquí. Ad portas del 2011 y frente al reciente enfriamiento de la economía, los activistas bolivarianos locales ya iniciaron la reventa de su candidato. No solo cuentan que su jefe es un demócrata (que elegido no va a mutar a dictador). Nos cuentan que si ellos hubieran enfrentado la crisis del 2009, lo habrían hecho mejor. ¿Pero sería esto cierto?
Con la receta nacionalista —esbozada en el 2006— es previsible que hubieran expropiado y enturbiado inversiones, así como inflado presupuestos burocráticos, subsidios, préstamos dirigidos y la maquinita de billetes. Todo para, supuestamente, impulsar la economía (digamos, como en los aciagos días de la alianza Apra-Izquierda Unida). Así, sin TLC y enrolados en turbios acuerdos con naciones estancadas a lo ALBA, más controlismo y desorden fiscal y monetario, no habríamos crecido mucho, la inflación hubiera sido mayor y, en lugar de grado de inversión, tendríamos regalitos y negocios raros con Chávez, además de la justificación fácil de que la culpa sería del capitalismo hegemónico y del calentamiento global.
Si le queda alguna duda, atrévase a informarse sobre la suerte de nuestros vecinos bolivarianos (en Twitter, por ejemplo). Aun con altos precios externos y hasta con datos oficiales manipulados, el circuito chavista recibe el 2010 mucho más atrasado, empobrecido e inestable que nosotros. Pero esto no es lo peor, sus gobiernos han mutado a dictaduras. Con el eslogan de refundaciones nacionales, han avasallado a otros poderes, desmontado límites constitucionales para perpetuarse, quebrado récords de corrupción y eliminado la libertad de expresión. Mirándonos desde su espejo, debemos reconocer que el 2006 nos salvamos, temporalmente, de una buena.
* Economista, Director de la Escuela de Economía de la Universidad de San Martín de Porres
EL COMERCIO
07-01-10
Para anticipar lo que viene en el período preelectoral, nada mejor que algo de perspectiva. Recordemos, García llegó al poder derrotando al preferido del dictador venezolano, Hugo Chávez. Muchos sostienen que este auspicio resultó apestoso para el elector. Pero hubo algo más. El discurso de Humala abrazó la receta bolivariana: avasallamiento institucional gradual y generalizado, expropiaciones arbitrarias, proteccionismo comercial, controles de cambios y esa mezcla inacabable de populismo y mercantilismo. Afortunadamente para nosotros, no solo ya habíamos visto esta película (y sufrido sus efectos empobrecedores entre los 60 y 80); en las últimas dos décadas aprendimos a asociar el progreso con la estabilidad y la apertura comercial. El resultado de este aprendizaje explicó la elección del que pareció el menos malo.
En lo que va de su segundo gobierno, García logró el cierre del TLC con EE.UU., el grado de inversión de Standard & Poors, y —hasta el destape de la crisis global— registró alto crecimiento y reducción de pobreza. En ausencia de reformas de mercado, los resultados solo llegaron hasta aquí. Ad portas del 2011 y frente al reciente enfriamiento de la economía, los activistas bolivarianos locales ya iniciaron la reventa de su candidato. No solo cuentan que su jefe es un demócrata (que elegido no va a mutar a dictador). Nos cuentan que si ellos hubieran enfrentado la crisis del 2009, lo habrían hecho mejor. ¿Pero sería esto cierto?
Con la receta nacionalista —esbozada en el 2006— es previsible que hubieran expropiado y enturbiado inversiones, así como inflado presupuestos burocráticos, subsidios, préstamos dirigidos y la maquinita de billetes. Todo para, supuestamente, impulsar la economía (digamos, como en los aciagos días de la alianza Apra-Izquierda Unida). Así, sin TLC y enrolados en turbios acuerdos con naciones estancadas a lo ALBA, más controlismo y desorden fiscal y monetario, no habríamos crecido mucho, la inflación hubiera sido mayor y, en lugar de grado de inversión, tendríamos regalitos y negocios raros con Chávez, además de la justificación fácil de que la culpa sería del capitalismo hegemónico y del calentamiento global.
Si le queda alguna duda, atrévase a informarse sobre la suerte de nuestros vecinos bolivarianos (en Twitter, por ejemplo). Aun con altos precios externos y hasta con datos oficiales manipulados, el circuito chavista recibe el 2010 mucho más atrasado, empobrecido e inestable que nosotros. Pero esto no es lo peor, sus gobiernos han mutado a dictaduras. Con el eslogan de refundaciones nacionales, han avasallado a otros poderes, desmontado límites constitucionales para perpetuarse, quebrado récords de corrupción y eliminado la libertad de expresión. Mirándonos desde su espejo, debemos reconocer que el 2006 nos salvamos, temporalmente, de una buena.
* Economista, Director de la Escuela de Economía de la Universidad de San Martín de Porres
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CARLOS ADRIANZÉN,
MACROECONOMIA,
PERU
viernes, 1 de enero de 2010
Por qué se Cayeron los Salarios
Por: Humberto Campodónico
LA REPÚBLICA
01-01-10
Hasta mediados de los años 70 la participación de los salarios en el ingreso nacional siempre estuvo por encima de 40%. El punto más alto de la participación salarial fue de 48% hacia 1967-68, siendo el promedio hacia 1950-75 de 44%. De su lado, la participación de las utilidades también se mantuvo estable, siendo en promedio de 22% para el periodo 1950-75, alcanzando su punto más alto hacia 1969, con el 29% del total del ingreso nacional.
De allí en adelante, la participación salarial tiene una tendencia decreciente marcada, sobre todo de 1984 a 1990, pasando de 37 a 28.6% del ingreso nacional. La razón es conocida: la hiperinflación del periodo arrasó, literalmente, con los salarios. Esta tendencia continuó en los 90 debido al “fujishock”, que puso la participación salarial en tan solo 25.4%. Nótese los salarios disminuyen su participación en 25 puntos del ingreso nacional, algo que no sucedió en ningún otro país de la Región.
Con las utilidades sucedió algo distinto, pues estas comenzaron un ascenso gradual desde 1979 cuando saltaron al 32%, llegando al 40% en 1990. Pero su participación también fue afectada por el “fujishock” que la hizo bajar hasta 30.7% en 1994. La contrapartida de los salarios y de las utilidades es la creciente participación de los independientes (que no aparecen en el gráfico), cuya participación también ha venido creciendo en todo el periodo. Como se sabe, en el rubro “independientes” están desde los profesionales hasta los informales, pasando por los empleados del hogar.
Desde 1994 hacia adelante, la metodología empleada para medir la distribución funcional del ingreso cambió, lo que hace que la serie se detenga en ese año. Sin embargo, con la nueva metodología del INEI, la tendencia de la disminución de la participación salarial siguió a la baja, incluso del 2002 al 2008, años de crecimiento, mientras que la participación de las utilidades aumentó. Estas tendencias más recientes las hemos analizado en nuestros artículos sobre la “boca del cocodrilo”.
Dice Efraín Gonzales que “la economía peruana tuvo un ciclo de larga duración de aproximadamente 40 años, con una fase expansiva de 1950 a 1975 y otra recesiva a partir de 1976 hasta inicios de los años noventa”. Durante la fase creciente del ciclo, las participaciones fueron estables, “en cambio, en la fase decreciente del ciclo la pugna distributiva fue muy inestable, pero con una tendencia a la concentración por el lado de las ganancias” (Inversión privada, crecimiento y ajuste estructural en el Perú 1950-1995, IEP, Lima).
Así, lo que tenemos de 1976 a 1990 es una especie de “empate político”, en el que no se han revertido aún totalmente las reformas velasquistas, pero se aprecia una tendencia liberalizadora creciente. Este empate es roto por Fujimori quien, en 1990-91, aplica una política de reformas estructurales de corte neoliberal que –engarzadas con el ciclo económico de auge de la economía mundial– ponen al país nuevamente en una fase de crecimiento económico.
Una de las condiciones claves para el relanzamiento del crecimiento desde 1992 es el fuerte deterioro del nivel de los salarios –sobre todo por la hiperinflación, así como por la reforma pro empresarial de las leyes laborales en 1991-92–, lo que permite un fácil aumento de la rentabilidad empresarial. A esto se agregan las privatizaciones de los 90 y, como dice Rosemary Thorp, que –desde principios de los años 60– había una serie de grandes proyectos de exportación primaria que no se habían podido poner en valor debido al clima político imperante.
Esos serían, entonces, los factores que explicarían las razones del deterioro salarial y la sustantiva mejora de las utilidades empresariales en el ingreso nacional. Salvo mejor parecer.
LA REPÚBLICA
01-01-10
Hasta mediados de los años 70 la participación de los salarios en el ingreso nacional siempre estuvo por encima de 40%. El punto más alto de la participación salarial fue de 48% hacia 1967-68, siendo el promedio hacia 1950-75 de 44%. De su lado, la participación de las utilidades también se mantuvo estable, siendo en promedio de 22% para el periodo 1950-75, alcanzando su punto más alto hacia 1969, con el 29% del total del ingreso nacional.
De allí en adelante, la participación salarial tiene una tendencia decreciente marcada, sobre todo de 1984 a 1990, pasando de 37 a 28.6% del ingreso nacional. La razón es conocida: la hiperinflación del periodo arrasó, literalmente, con los salarios. Esta tendencia continuó en los 90 debido al “fujishock”, que puso la participación salarial en tan solo 25.4%. Nótese los salarios disminuyen su participación en 25 puntos del ingreso nacional, algo que no sucedió en ningún otro país de la Región.
Con las utilidades sucedió algo distinto, pues estas comenzaron un ascenso gradual desde 1979 cuando saltaron al 32%, llegando al 40% en 1990. Pero su participación también fue afectada por el “fujishock” que la hizo bajar hasta 30.7% en 1994. La contrapartida de los salarios y de las utilidades es la creciente participación de los independientes (que no aparecen en el gráfico), cuya participación también ha venido creciendo en todo el periodo. Como se sabe, en el rubro “independientes” están desde los profesionales hasta los informales, pasando por los empleados del hogar.
Desde 1994 hacia adelante, la metodología empleada para medir la distribución funcional del ingreso cambió, lo que hace que la serie se detenga en ese año. Sin embargo, con la nueva metodología del INEI, la tendencia de la disminución de la participación salarial siguió a la baja, incluso del 2002 al 2008, años de crecimiento, mientras que la participación de las utilidades aumentó. Estas tendencias más recientes las hemos analizado en nuestros artículos sobre la “boca del cocodrilo”.
Dice Efraín Gonzales que “la economía peruana tuvo un ciclo de larga duración de aproximadamente 40 años, con una fase expansiva de 1950 a 1975 y otra recesiva a partir de 1976 hasta inicios de los años noventa”. Durante la fase creciente del ciclo, las participaciones fueron estables, “en cambio, en la fase decreciente del ciclo la pugna distributiva fue muy inestable, pero con una tendencia a la concentración por el lado de las ganancias” (Inversión privada, crecimiento y ajuste estructural en el Perú 1950-1995, IEP, Lima).
Así, lo que tenemos de 1976 a 1990 es una especie de “empate político”, en el que no se han revertido aún totalmente las reformas velasquistas, pero se aprecia una tendencia liberalizadora creciente. Este empate es roto por Fujimori quien, en 1990-91, aplica una política de reformas estructurales de corte neoliberal que –engarzadas con el ciclo económico de auge de la economía mundial– ponen al país nuevamente en una fase de crecimiento económico.
Una de las condiciones claves para el relanzamiento del crecimiento desde 1992 es el fuerte deterioro del nivel de los salarios –sobre todo por la hiperinflación, así como por la reforma pro empresarial de las leyes laborales en 1991-92–, lo que permite un fácil aumento de la rentabilidad empresarial. A esto se agregan las privatizaciones de los 90 y, como dice Rosemary Thorp, que –desde principios de los años 60– había una serie de grandes proyectos de exportación primaria que no se habían podido poner en valor debido al clima político imperante.
Esos serían, entonces, los factores que explicarían las razones del deterioro salarial y la sustantiva mejora de las utilidades empresariales en el ingreso nacional. Salvo mejor parecer.
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DISTRIBUCION DEL INGRESO,
HUMBERTO CAMPODONICO,
PERU
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