Por: Carlos Adrianzén *
EL COMERCIO
07-01-10
Para anticipar lo que viene en el período preelectoral, nada mejor que algo de perspectiva. Recordemos, García llegó al poder derrotando al preferido del dictador venezolano, Hugo Chávez. Muchos sostienen que este auspicio resultó apestoso para el elector. Pero hubo algo más. El discurso de Humala abrazó la receta bolivariana: avasallamiento institucional gradual y generalizado, expropiaciones arbitrarias, proteccionismo comercial, controles de cambios y esa mezcla inacabable de populismo y mercantilismo. Afortunadamente para nosotros, no solo ya habíamos visto esta película (y sufrido sus efectos empobrecedores entre los 60 y 80); en las últimas dos décadas aprendimos a asociar el progreso con la estabilidad y la apertura comercial. El resultado de este aprendizaje explicó la elección del que pareció el menos malo.
En lo que va de su segundo gobierno, García logró el cierre del TLC con EE.UU., el grado de inversión de Standard & Poors, y —hasta el destape de la crisis global— registró alto crecimiento y reducción de pobreza. En ausencia de reformas de mercado, los resultados solo llegaron hasta aquí. Ad portas del 2011 y frente al reciente enfriamiento de la economía, los activistas bolivarianos locales ya iniciaron la reventa de su candidato. No solo cuentan que su jefe es un demócrata (que elegido no va a mutar a dictador). Nos cuentan que si ellos hubieran enfrentado la crisis del 2009, lo habrían hecho mejor. ¿Pero sería esto cierto?
Con la receta nacionalista —esbozada en el 2006— es previsible que hubieran expropiado y enturbiado inversiones, así como inflado presupuestos burocráticos, subsidios, préstamos dirigidos y la maquinita de billetes. Todo para, supuestamente, impulsar la economía (digamos, como en los aciagos días de la alianza Apra-Izquierda Unida). Así, sin TLC y enrolados en turbios acuerdos con naciones estancadas a lo ALBA, más controlismo y desorden fiscal y monetario, no habríamos crecido mucho, la inflación hubiera sido mayor y, en lugar de grado de inversión, tendríamos regalitos y negocios raros con Chávez, además de la justificación fácil de que la culpa sería del capitalismo hegemónico y del calentamiento global.
Si le queda alguna duda, atrévase a informarse sobre la suerte de nuestros vecinos bolivarianos (en Twitter, por ejemplo). Aun con altos precios externos y hasta con datos oficiales manipulados, el circuito chavista recibe el 2010 mucho más atrasado, empobrecido e inestable que nosotros. Pero esto no es lo peor, sus gobiernos han mutado a dictaduras. Con el eslogan de refundaciones nacionales, han avasallado a otros poderes, desmontado límites constitucionales para perpetuarse, quebrado récords de corrupción y eliminado la libertad de expresión. Mirándonos desde su espejo, debemos reconocer que el 2006 nos salvamos, temporalmente, de una buena.
* Economista, Director de la Escuela de Economía de la Universidad de San Martín de Porres
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