viernes, 3 de octubre de 2008

La Satisfacción de Izquierda

¿Qué significa entonces la proclama de que estamos ante el fin del ciclo histórico de la desregulación y la reforma liberal? Nada
Por Jaime de Althaus Guarderas
EL COMERCIO
03-10-08


La izquierda se frota las manos con la crisis financiera estadounidense. Encuentra en ella la reivindicación de sus viejos puntos de vista contra el mercado y a favor de una fuerte intervención del Estado en la economía. Sería la victoria de los estatizadores, el retorno de los controlistas, de los iluminados, del poder de los burócratas. Pues dictamina que es el fin del ciclo histórico de la desregulación y la reforma liberal.

Es increíble cómo la respuesta de emergencia temporal a una crisis se puede convertir, en la imaginación optimista de algunos, en modelo permanente. El Estado debe comprar activos o hipotecas en problemas para evitar un colapso mayor, pero no cabe duda de que el Estado no entrará allí para quedarse. No se convertirá en un empresario financiero. Lo que sí será necesario es incorporar o reincorporar las nuevas modalidades financieras en la regulación bancaria, que efectivamente fue muy laxa los últimos años.

Nadie ha dicho jamás que el Estado o las regulaciones no sean necesarias. Al contrario. Lo que siempre se dijo desde la orilla liberal es que el mercado necesita Estado de derecho, para comenzar. Es decir, imperio de la ley: una institucionalidad que defienda la propiedad y los contratos del robo, la estafa o el incumplimiento. Sin 'derechos' claros de propiedad, no hay inversión ni desarrollo. Ese precepto básico pertenece al ámbito de las reglas de juego, de las leyes, del Estado, de la institucionalidad. El Estado es, desde Hobbes, el pacto entre los individuos para proteger su vida y sus propiedades. Se necesita, en ese sentido, de un Estado fuerte. Un Estado fuerte en su ámbito, que es el del contrato social, no en el ámbito de la producción misma, donde debe mantenerse, precisamente, como regulador --para proteger la salud, por ejemplo-- y árbitro, no como dueño.

Como consecuencia de la aplicación de ese mismo principio, también se necesita reglas y límites cuando se usa dinero del público, que es el caso de los bancos. Allí se está protegiendo la propiedad de los depositantes. En los últimos años los avances tecnológicos e informáticos y una política monetaria y regulatoria laxa permitieron el diseño y la inflación descontrolada de instrumentos financieros no regulados. Es necesario regularlos.

Pero sería absurdo retroceder en la desregulación del sector real, de la producción de bienes y servicios no bancarios o financieros, salvo en lo que se refiera a la defensa de la salud o del ambiente. Por lo demás, una de las causas de la crisis ha sido no la falta de regulación, sino lo contrario, la intervención del Estado a través de la reserva Federal, que bajó excesivamente la tasa de interés alentando la burbuja hipotecaria.

¿Qué significa entonces la proclama de que estamos ante el fin del ciclo histórico de la reforma liberal? ¿Quiere decir que regresamos al estatismo y al proteccionismo? Dios nos libre. Sería lo peor que podría pasarle a la economía mundial y por lo tanto a la de los países emergentes, que ven cifradas sus esperanzas en la posibilidad de conquistar los mercados ricos.

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